“El progreso es imposible sin cambio, y aquellos que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada” - George Bernard Shaw
Sigue siendo un tema obligado la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y al mismo tiempo la cancelación de lo construido en Texcoco, asunto que además se ha convertido en uno de tintes no solo técnicos, económicos y sociales sino que ya ha entrado al manoseo político y está empezando a costar renuncias en el círculo cercano a la presidencia de México, dejándonos ver que todavía vienen otras mucho más importantes.
De entrada, pensar en inundar las miles de toneladas de concreto y metal que hay en Texcoco me parece una aberración y un verdadero crimen. No solo por los millones de dólares ya invertidos que simplemente se quieren tirar al caño o por el costo inaudito que sería necesario para llenar de agua tantas hectáreas de terreno, sino principalmente por el enorme daño ecológico y social que se puede provocar por desviar ocho ríos -más bien arroyos- para poder lograr ese incomprensible proyecto que dejaría prácticamente sin agua a un número todavía incalculable de ciudadanos y una serie de daños colaterales todavía incalculables.
Asunto aparte es que sucedería con las aves que migrarían al área de Texcoco y que estarían justamente en las trayectorias de despegue y aterrizaje de los aviones que operan en el actual aeropuerto Benito Juárez.
No han sido pocos los aviones dañados y declarados en emergencia a nivel mundial, debido a la ingestión de aves en sus motores o el impacto de parvadas en sus estructuras y de esto tampoco hay información por parte de las autoridades mexicanas, pero sin duda es un importante tema de seguridad aérea que, por cierto, ya ha costado vidas humanas a través de los años.
El aeropuerto de Santa Lucía simplemente no cumple -aunque algunos tengan otros datos- con los requisitos necesarios para operar como un aeropuerto internacional y menos combinado con operaciones militares, y mucho menos aún para operar en coordinación con otros aeropuertos, debido a las condiciones orográficas del área, a la complejidad en la administración del espacio aéreo para controlar a miles de aviones cada año, a las variables condiciones de mal tiempo y a la falta de infraestructura adecuada y con visión para comunicaciones terrestres, entre otros muchos obstáculos más que incluyen el cerro de Paula y un panteón nuclear a poca distancia de las pistas propuestas.
Simplemente (aunque haya un plan maestro para Santa Lucía) no existen las condiciones técnicas y de seguridad requeridas por OACI para la operación de aeronaves comerciales y desde luego tampoco existen estudios serios sobre impacto ambiental, entre muchos otros, lo que en su momento podría complicar la certificación por parte de autoridades internacionales y por consiguiente la operación de aerolíneas comerciales de todo el mundo.
Expertos nacionales e internacionales con probada experiencia en construcciones, operaciones y viabilidad de aeropuertos, pilotos, aerolíneas, controladores de tráfico aéreo e instituciones especializadas han dejado claro que el Sistema Aeroportuario Metropolitano para el Valle de México no es viable y que la única opción es continuar con la construcción del aeropuerto de Texcoco, el cual cumple con todos los requisitos que incluyen todo tipo de estudios realizados hace más de diez años.
En fin, que todo lo anterior y muchos aspectos más que dan para escribir sinnúmero páginas ha tocado la sensibilidad social de colectivos como #NoMásDerroches y Mexicanos Contra la Corrupción, compuestos por abogados de experiencia y conocidos empresarios entre otras personalidades quienes, siguiendo la vía jurídica han logrado hasta hoy la friolera de 147 amparos de los que ya hay algunos ya convertidos en suspensiones temporales o definitivas.
Estos amparos concedidos por tribunales federales están suspendiendo el inicio de la construcción de las obras de Santa Lucía y al mismo tiempo impiden la destrucción o que sea tocado siquiera el aeropuerto de Texcoco lo que puede traer un pleito judicial contra las decisiones del gobierno que puede durar años y que, por ahora, tienen visos de llegar hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
México todavía tiene esperanza, el poder judicial está demostrando hoy su autonomía y que las instituciones no se pueden ir tan fácilmente al diablo y están haciendo el trabajo que les corresponde en aras de hacer lo que es legalmente correcto y apegado a la ley y lo que es socialmente adecuado para garantizar bienestar del país y su gente, debemos felicitarnos por ello.
A pesar de lo anterior, el presidente de México insiste en que Santa Lucía va a construirse pero por ahora la única forma de continuar su proyecto es pasando por encima de la ley.
¿Estará dispuesto a hacerlo?
¿Qué es lo que en realidad hay detrás de esta incomprensible decisión gubernamental que desecha los puntos de vista y la información de expertos nacionales y extranjeros que están demostrando que su proyecto es simplemente inviable?
Solo el tiempo nos va a dar la respuesta.
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