"Burocracia: una dificultad para cada solución". H. Samuel.
Hace apenas unos días se registró un nuevo accidente que involucró a un avión-escuela, esta vez un Cessna 150 matrícula XB- JKD que volaba en ruta de instrucción entre Celaya y Queretaro. Afortunadamente, el instructor y su alumno resultaron solo con heridas y se transportaron a un hospital para su valoración, siendo ésto lo último que se ha sabido oficialmente al respecto.
Este accidente se suma a la lista de accidentes e incidentes sobre los cuales ya hemos hablado en varios artículos de este espacio, y que han vestido de luto a varias familias. Hasta el día de hoy no se tiene información oficial sobre el curso de las investigaciones de ninguno de los últimos siniestros por parte del departamento de investigación de accidentes, dependiente de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC).
Podríamos decir que, aparentemente, lo más sencillo es dejar pasar el tiempo y al final las investigaciones quedan en la carpeta. Queda así muy claro otro de los graves problemas que enfrenta la autoridad aeronáutica de nuestro país.
De fuente confiable, y aunque no es nada nuevo, hemos sabido que el departamento de investigación de accidentes e incidentes de la DGAC no cuenta con los recursos económicos, ni con gente entrenada –con conocimientos y experiencia– en todas las diferentes áreas que requiere una investigación, las cuales quedan siempre en manos de grupos de protección civil, búsqueda y rescate, alguna autoridad aeroportuaria, la Marina o el Ejercito.
Aunque es de reconocer que estos actores trabajan con buena voluntad, también hay que decir que lo hacen con poca eficacia, porque desconocen los procedimientos y protocolos de actuación establecidos en reglamentos nacionales e internacionales sobre el tema.
Desde luego que lo más importante es la prevención de cualquier accidente pero, aunque también se ha tocado el tema innumerables veces y se han propuesto algunas soluciones a la autoridad aeronáutica, incluyendo una comisión independiente de verdaderos expertos para auditar permanentemente el funcionamiento de escuelas de vuelo, la DGAC sigue no sólo ciega y sorda al problema, sino definitivamente muda, y muchas escuelas de Aviación en México siguen operando impunes, en condiciones verdaderamente precarias en cuanto a su operación, adiestramiento y mantenimiento, así como en la eficiencia y edad de sus flotas de aviones de instrucción. Y todo facilitado, consciente o inconscientemente –y de una manera más que increíble–, por la propia autoridad.
El señor Pelaez Lira, director de la DGAC, tiene cierta experiencia en el quehacer publico, y además fue piloto y controlador de tráfico aéreo, por lo que resulta inaudita su aparente poca atención a este asunto, su silencio y también su falta de sensibilidad sobre los graves problemas que enfrenta la dirección a su cargo. Además de no haber sido empático con los familiares de los pilotos fallecidos en pasados accidentes de aviones de instrucción.
Empezando por el Departamento de Investigación de Accidentes, pasando por el de Licencias a Personal Técnico, ahora Medicina del Transporte, entre muchos otros, la DGAC Mexico ha caído a un nivel de burocracia e ineficiencia tal, que no me extrañaría que uno de estos días nuevamente la OACI pudiera hacernos otra auditoría y tomar (¡otra vez!) la decisión de mandar a la aviación de nuestro país a la temida categoría 2 mientras seguimos esperando la prometida (desde hace años) reestructuración a fondo de nuestra entidad aeronáutica.
Para terminar debo decir que me han extrañado mucho los reconocimientos que instituciones serias como ASPA de México han hecho a Peláez Lira. Honestamente, su trabajo y su compromiso con miles de trabajadores de la industria aérea, que todos los días pasan un verdadero viacrucis para obtener, recuperar, revalidar, convalidar una licencia o pasar un examen médico, no es como para aplaudirlo.
En cuanto a los accidentes en aviones escuela, solo queda esperar que algún día (ojalá con el cambio de sexenio), las autoridades empiecen a hacer un trabajo a la altura de las necesidades que tiene la industria aérea de nuestro país.
Mientras tanto, y a falta de acciones contundentes para cerrar escuelas que no cumplan con los requisitos nacionales e internacionales de seguridad, solo nos queda desear de todo corazón (y cruzar los dedos) para que no haya más perdida de vidas en accidentes de aviones de instrucción.
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