Una de las primeras cosas que aprendí durante los cursos de prevención e investigación de accidentes -a los que tuve la oportunidad de asistir, hace años, en el Colegio de Pilotos Aviadores de México-, fue la de ser objetivo y no dejarme llevar por lo que pienso o creo, sino por lo que veo y de esta forma concluir las causas probables, con base en pruebas claras y contundentes.
La mente de un investigador debe estar en blanco desde antes de presentarse en el lugar de un incidente o un accidente. Y sus sentimientos no deben contar cuando se trata de oficializar, finalmente, la causa probable de un accidente en el que se han perdido vidas humanas y equipo de vuelo valioso.
El resultado de una investigación debe de estar bien fundamentado e involucra muchas áreas, momentos y conceptos diferentes como la investigación de campo, grabadoras de voz y de vuelo, etc.
Pero también involucra todo lo que se refiere a la intervención del factor humano que, en esta época de alta tecnología y de equipos de vuelo casi perfectos, sigue siendo una de las causas más probables y probadas de los incidentes y accidentes de aviación.
En este sentido, todos los profesionales que están involucrados en la operación de una aeronave también deberían ser seleccionados, desde un principio, con todo rigor desde el punto de vista psicológico para asegurar personal en perfectas condiciones y que puedan desarrollar no sólo sus habilidades técnicas sino todas sus habilidades físicas y mentales durante un vuelo.
Actualmente, y debido a la explosiva demanda en la mayor parte de las aerolíneas comerciales de todo el planeta, se aceptan profesionales de donde vengan y, después de pasar exámenes médicos "rigurosos" (que no quieren decir completos) y de ser examinados en tierra y simulador, se les coloca frente a los controles de un avión repleto de pasajeros sin mayores credenciales que el currículum y la licencia de aviador.
Para poder predecir, en lo posible, sus reacciones -como simples seres humanos- frente a diferentes situaciones y problemas a veces muy complicados que afectan el día a día como son su familia, su cultura, su economía y otros que podrían también alterar su desarrollo y comportamiento profesional en el futuro, deberían sujetarse a una profunda valoración para tener certeza de su condición psicológica.
Un caso muy a propósito de desórdenes mentales es el del co-piloto del avión Alemán que hace un par de años decidió estrellar el A-320 con 150 pasajeros a bordo en los Alpes Franceses, cerca de Prads-Haute-Bleone, mientras el capitán se encontraba en el baño.
Con base en las investigaciones que se han realizado, una decisión de esa magnitud por parte del co-piloto debió haber sido tomada con tiempo de anticipación, planeada, digerida y decidida, es aquí cuando surge la pregunta:
Si los desórdenes mentales de este piloto ya habían sido detectados y se le había puesto en tierra temporalmente en dos ocasiones anteriores, ¿porque los médicos, que contaban con esa información y antecedentes comprobados, le permitieron volar nuevamente y no mantuvieron un seguimiento estricto sobre sus problemas psicológicos?
Al final, oficialmente los factores que contribuyeron a este accidente fueron:
-El probable temor el piloto de perder su licencia de vuelo debido a la enfermedad de la que era consciente y de la cual los médicos ya tenían información.
-El temor a las consecuencias económicas derivadas de la pérdida de licencia de vuelo y no tener un seguro médico que pudiera cubrir sus necesidades económicas futuras.
-La falta de reglas claras en la aviación comercial de Alemania en cuanto a la cancelación de licencias al personal de vuelo por causas médicas.
Sobre este asunto hubo muchas y variadas recomendaciones por parte de los investigadores pero una de las más importantes fue la que se refiere a la necesidad de la formación de grupos de apoyo y guía para pilotos y sus familias, tratando cada caso de manera estrictamente confidencial.
Casos de suicidio en aviación como el que mencioné ya se han presentado anteriormente y las causas siempre han sido distintas, lo que es un hecho es que prácticamente en todos se ha visto involucrado el factor humano como causa probable.
Insisto, de poco sirven aviones nuevos equipados con la más modernas tecnologías, sofisticados entrenamientos y estrictos procedimientos de vuelo si aquél que finalmente tiene las manos en los controles (y detrás suyo, quienes lo autorizan) no se encuentra física y mentalmente preparado para garantizar la seguridad de las vidas que le son confiadas.
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