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03/05/2024

El capitán Hugo González y los aeronáuticos que nos van a hacer falta

Juan A. José / Martes, 15 Noviembre 2022 - 20:00

El pasado 2 de noviembre fue un día muy triste para muchos aeronáuticos que tuvimos el privilegio de conocer y tratar al capitán Hugo González, instructor a partir del año 1985 de generaciones de pilotos, sobrecargos, despachadores y otros profesionales del quehacer aéreo y con quien, apenas en junio pasado, impartí en el seno de la escuela de vuelo Aeronacional y con el auspicio de Skyline Coffee, una última edición de un diplomado que no tenía otro propósito de darle, ahora sí que “una probadita” al público en general, en especial a quienes suelen emplear las instalaciones de la ahora icónica cafetería para disfrutar, desde una privilegiada ubicación, del mágico espectáculo de las operaciones aéreas en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

“Huguito”, como le decían algunos, se encargaba de explicarles a nuestros alumnos algo tan sencillo, pero a la vez tan complicado, respecto a la razón por la cual vuela un avión. Tema que abordaba con la calidad y entrega propia de un verdadero apasionado de la capacitación aeronáutica. Hugo era, sin duda, un gran profesor, también un gran ser humano, y algo que me encantaba de él: un gran hombre del aire, es decir, de esos para los que la aviación es mucho más que una labor rentable financieramente.

En tiempos en los que estamos siendo testigos de la irrupción en el medio aéreo civil mexicano, incluyendo su regulación y operación, de burócratas y mandos que, salvo en contados y por cierto afortunadamente muy valiosos casos, realmente de aeronáuticos tienen lo que yo tengo de cura, es decir, nada. La súbita y adelantada partida de personajes como Hugo González, además de generarnos enorme pesar, por lo menos a quien firma esta nota, le causa alarma, toda vez que no logro distinguir quién o quiénes cubrirán los espacios en las aulas de capacitación, los entes reguladores y las oficinas de los proveedores de servicios aeronáuticos de todo tipo que los “Hugüitos” dejan. Y es que los de su estirpe, insisto, verdadera gente de aviación y no mercenarios de ella, desgraciadamente se nos están adelantando en ese alto vuelo que, todos y todas, habremos de emprender algún día, a una velocidad mayor a la que la propia aeronáutica está formando nuevos cuadros para reemplazarlos.

Por eso creo que debemos fomentar el amor por la aeronáutica en los jóvenes, desde una perspectiva más humanista y menos materialista. Me parece perfecto tener a un gran piloto al mando de una aeronave, pero me encanta que además la ame, algo que no percibo en muchos profesionales de lo aéreo en la actualidad.

Estoy seguro que Aeronacional y Skyline seguirán apoyándome en la labor de difusión y promoción cultural que he emprendido desde hace años con el diplomado que Hugo y yo impartimos; ya habrá alguien que tenga los conocimientos y la capacidad de transmitir aquello que los alumnos esperan recibir. Lo que dudo es encontrar un compañero profesor con la calidad humana y don de maestro que transforme una clase en una maravillosa experiencia, tal y como lo hacía el ahora desaparecido, pero eternamente recordado capitán González.

¿Exagero? ¡No lo creo! Solo pregunte usted por ahí por la imagen que dejó en las generaciones de alumnos, que por décadas atendió en las aulas aeronáuticas, por ejemplo, el ingeniero José Villela Gómez. En una de esas comprenderá a lo que me refiero y, posiblemente, estará de acuerdo conmigo que acabamos de perder a otro grande. Sobra decir que el reto es formar a quien lo cubra, algo que no se hace ni por decreto, ni mediando una orden superior.

Lo cierto es que, en tiempos en los que la aeronáutica civil mexicana está viendo la que muchos consideramos es la peor crisis de su historia, la labor de profesores como él, ahora sí que evocando la visión de Antoine de Saint-Exupéry, cobra particular sentido y por ende lo hace eterno.

Descansa en paz, capitán y profesor, que tengas un gran viaje hacia las estrellas.

“Los  artículos  firmados  son  responsabilidad  exclusiva  de  sus  autores  y  pueden  o  no  reflejar  el  criterio  de  A21”

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