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17/05/2024

Cincuenta y cinco años debatiendo los temas aeronáuticos

Juan A. José / Martes, 8 Noviembre 2022 - 21:03

Hace 55 años ingresé a la escuela primaria, por cierto, una en la que la geopolítica se respiraba por doquier, ya que su directora era nada menos que la maestra Eva Sámano de López Mateos, es decir, una ex primera dama. Fueron tiempos en los que comencé a debatir entre otros grandes niños y niñas con seisañeros personajes del tamaño de un nieto del general Gustavo A. Salinas Camiña, del hermano de un gran comunicólogo aeronáutico de los años sesenta (Servando González Muñoz), del hijo de un entonces comandante de Mexicana de Aviación, de apellido Zenteno, y de un futuro ejecutivo del aerotransporte que hizo una gran carrera en Continental y United (Lalo Manzanares), todos capturados por esa especie de turbosina que, una vez en nuestras venas, resulta imposible eliminar. Recuerdo que al calor del lunch nos pasábamos debatiendo si Concorde era o no el avión más rápido del mundo y no el X-15, por ejemplo.

Debatir va más allá de opinar. Esto último no implica necesariamente un intercambio con un interlocutor; mientras que, lo primero, sin duda lo hace, prestándose, como toda interacción humana a posibles desacuerdos conforme los puntos de vista pueden eventualmente no coincidir.

He pasado mi vida opinando y debatiendo los temas del aerotransporte. Si volviera a nacer, haría exactamente lo mismo, y es que la vida me resultaría intolerablemente aburrida sin esa pasión que le tengo a lo que amo, caso de la aviación, que generosa me ha dado y estoy seguro, me seguirá dando, hasta el último día de mi vida, razones para seguir maravillándome con ella.

A estas alturas de mi vida, mediando 61 primaveras, 1,300 vuelos, más de 1,200 textos publicados, decenas de conferencias y clases impartidas, ¿en serio alguien cree que voy a dejar, no solamente de opinar, sino hasta debatir los temas aeronáuticos de mi competencia y más cuando la gestión de nuestra aviación civil está pasando por los que considero son los peores momentos de su historia?

Hace algunos años me topé en el vestidor de caballeros de un deportivo con un señor al que le había dado un ataque “de algo”. Comencé a gritar pidiendo ayuda con la esperanza de que alguno de los destacados médicos que suelen ser socios de este tipo de establecimientos me escuchase. Recuerdo haberme topado nada menos que con mi urólogo. Cuando le pedí apoyo, sorprendentemente dudó hacerlo, toda vez que “no quería meterse en problemas”. Finalmente accedió a atender, en vano por cierto, a quien resultó ser su compañero de juego.

Creo que si bien es cierto que no solamente médicos, sino otros especialistas se pueden meter en serios problemas al relacionarse con un asunto “ajeno” con tal de ayudar, existe, en especial entre quienes comprendemos que el propósito de una profesión es servir al otro, un sentido ético del deber que nos obliga a no tener miedo cuando nuestros servicios nos son requeridos aun cuando en el proceso podamos complicarnos el día. Así veo a mis columnas de opinión y mis debates aeronáuticos: como un imperfecto pero honesto servicio a una aviación que me ha dado tanto en la vida.

Tal y como lo expresé en alguna entrega anterior, me queda claro que opinar es un riesgoso ejercicio, en el que la línea que separa la percepción de humildad de la correspondiente a la soberbia, o la que existe entre lo legal y la calumnia, por lo menos ante los ojos de quien le escucha o lee a uno, es muy difícil de discernir y por ende resulta sumamente fácil traspasar por parte del emisor, tanto así que sus palabras pueden terminar, justa o injustamente, por molestar y hasta por hacer enojar a una o a varias personas y que son tiempos en los que se atenta descaradamente contra la libertad de opinión, tanto en los ámbitos privados como en las plazas públicas. Lo que también tengo presente es que, por el bien de la patria y de su estratégico aerotransporte, los aeronáuticos que tengamos algo que decir, debemos expresarlo, eso sí, respetuosamente y siempre dentro de la legalidad.

¿Cuántos debates aeronáuticos me quedan por delante? ¡No lo sé! No dude usted estimado favorecedor de este espacio editorial que, en lo que me reste de vida, haré lo que esté a mi alcance para compartirle contenidos sustentados en lo posible en la academia y la experiencia, pero más que nada en el amor por un aerotransporte al que desgraciadamente por ignorancia, corrupción o desinterés, se le está haciendo, dentro y fuera de México, mucho daño.

El mismo espíritu mantendré cuando tenga el privilegio de tratar un tema con alguien. Es más, creo que no hay que caer en la peligrosa condición de negar que algo, muy pero muy malo, está pasando en los cielos de México. El sano debate de la problemática y lo más importante: la acción efectiva para corregirla, apremian. No vaya a ser que nos quedemos sin tema para debatir.

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