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05/05/2024

Bitácoras personales

Juan A. José / Martes, 2 Noviembre 2021 - 20:25

Me queda claro que comparto este espacio editorial con grandes firmas de las que emanan comentarios editoriales y columnas de opinión aeronáutica al más alto nivel.

¿Qué es lo que puedo seguir aportando a los lectores de este crecientemente influyente medio en su especialidad?, me cuestiono conforme me siento frente a mi computadora y recuerdo las palabras de uno de mis héroes literarios: Ernest Hemingway, quien entre tantas cosas valiosas decía: “No hay nada de especial en escribir. Todo lo que tienes que hacer es sentarte ante una máquina (de escribir) y sangrar…”

¿Será que soy el único entre mis estimados colegas columnistas que a veces “la sufre” para redactar y entregar a tiempo ese texto pertinente, prudente, original y claro que además, y eso es lo más importante, aporte valor o por lo menos resulte interesante al lector?

Para nadie es un secreto que la aeronáutica es generosa fuente de contenidos para quien desea decir algo de ella por medio de la palabra escrita, pero ¿de qué tema puedo escribir, ---inquiero, cada vez que comienzo a preparar un artículo sobre un asunto, que no pueda ser cubierto con más elegancia o conocimiento por otros, tal y como sucede en este portal de noticias aeronáuticas?

Buscando ese diferenciador, su servidor y amigo ha encontrado en el humanismo, es decir, en privilegiar en mi pensamiento el desarrollo de las cualidades esenciales del ser humano, el medio para aspirar a acercarse a sus lectores con algo diferente que decirles, recurriendo a humanistas como Antoine de Saint-Exupéry o Richard Bach para integrar esa colección de textos publicados en los que he tenido el privilegio de ser el autor, y en los que, debo confesar, frecuentemente me apoyo para detonar algún discurso.

Esta tarde de septiembre de 2021, no tanto carente de temas aeronáuticos de qué hablar, sino enfrentándome en primer plano y por diversas vertientes a la fragilidad de la vida, algo que siento a cualquier humano cuerdo le debe quedar claro con esto de la pandemia, decidí explorar en esos archivos que uno conserva por ahí, cual bitácoras personales, para encontrar algo que aspire a corresponder a la confianza de ser leído por otro. Y es que con el paso de los años, acumulamos gratas experiencias; a veces no tanto… ¡Cuánta inspiración hay en cada hora de vuelo recorrida!

Conforme deshojamos las páginas de uno y otro calendario, anotamos en el alma y por ahí en nuestras bitácoras las caricias y los golpes de nuestros aconteceres. Hay mucho en ello que atesoramos, pero también hay mucho que quisiéramos tener la capacidad de olvidar. Quizás sea muy sabia la naturaleza que a muchos, poco o poco nos va retirando la capacidad de almacenar, procesar o recuperar lo que los ojos van viendo, lo que la piel percibe, lo que penetra al fondo del oído, lo que nos salta al gusto y lo que nos hace reír, llorar, decir o gritar.

¿Qué olvidaremos primero? ¿Lo superfluo o lo importante?, ¿Lo que debemos alejar o lo que debemos borrar?, ¿Lo que hemos acuñado en nuestras mentes de manera forzosa, como esta tabla del ocho o lo que ha ingresado a uno con gentileza, quizás en forma de una agradable experiencia?

Con la honestidad con la que anotamos cada hora de vuelo y de vida en nuestras bitácoras, debemos también aceptar, pero con valentía y serenidad, su veracidad y lo más difícil de aceptar: su consecuencia.

Que los recuerdos que emanen y permanezcan por más tiempo en ustedes, estimados lectores, sean los más agradables posibles, como lo son por ejemplo en mi caso, todos y cada uno de esos vuelos, ya sea al mando de una aeronave o como pasajero en ella.

Eso es lo que terminé por encontrar para compartir en esta oportunidad.

Ojalá y sea de su agrado.

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