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24/04/2024

Carta a mi hijo....

Francisco M. M… / Miércoles, 2 Noviembre 2016 - 22:10

Querido Gabo:

Hace apenas seis meses que dejaste nuestra casa para perseguir tus sueños. Tengo que decirte que te extrañamos más de lo que podíamos imaginar.

Pero debo confesarte que lo más difícil para mí ha sido entrar a tu habitación y ver todos esos juguetes con los que te divertías cuando eras un niño, especialmente los muñecos de Toy Story, los héroes favoritos con los que viajabas en tu imaginación "¡al infinito y más alla!", y de paso ver tus medallas, diplomas y fotografías que no nos dejan olvidar el gran atleta que siempre has sido.

Todos estos y más son los maravillosos recuerdos de tu infancia y primeros años de juventud que me provocan mucha nostalgia, pero también una gran alegría y satisfacción al verte ahora convertido en un hombre, listo para construir tu propia vida.

Saliste de la que siempre será tu casa con dos maletas llenas: una de ilusiones y otra de temores pero, sabiendo que eres de los que perseveran, de los que no se rinden y que van siempre adelante, estoy seguro que vas a alcanzar todas las metas que te propongas.

Para lograrlas necesitarás de buen carácter, disciplina, paciencia, valor, visión de futuro e inteligencia para vencer obstáculos y tomar las mejores decisiones en el momento en que haya que hacerlo.

Una decisión que ya has tomado por tu cuenta fue la de convertirte en piloto aviador profesional, lo que era de esperarse porque lo tienes en los genes por parte de padre y madre.

En esta fecha ya has acumulado tus primeras 8 horas de vuelo que, Dios mediante, serán las primeras de muchas miles que anotaras en tu bitácora.

Esas miles de horas te darán motivos para sentir temor, tristeza, soledad, nostalgia y a veces hasta desesperanza, pero también te aseguran alcanzar las más grandes satisfacciones de tu vida, las mayores alegrías y la confirmación inequívoca de que Dios existe cuando tengas la oportunidad de presenciar las maravillas de su creación desde los 37 mil pies de altitud.

Decía Amelia Earhart que "nadie ha visto la sombra de un árbol hasta que no la observa desde arriba"... pronto vas a comprender estas palabras en toda su magnitud.

Recuerdo que alguna vez me miraste raro cuando te dije que, más allá de fórmulas aerodinámicas, sistemas, procedimientos y listas de comprobación, volar tiene mucho de magia y que el avión, a pesar de tener cerebro computarizado, venas de aluminio y corazón alimentado con turbosina, tiene alma y escucha a su piloto cuando él sabe cómo hablarle. Pero hazlo seguido y te aseguro que sus respuestas, ¡te van a sorprender!

También ten en mente que quizá en algún momento un avión puede decepcionar a un buen aviador pero nunca lo va a sorprender si ese aviador es un verdadero profesional, si se encuentra bien preparado y usa su sentido común y un buen criterio, teniendo como prioridad el hacer las cosas de manera segura, tanto si está "arriba" como si está "abajo".

Reconoce tus errores, analízalos y aprende de ellos para no cometerlos de nuevo.

Durante tus vuelos y cuando tengas un minuto, como siempre lo hice yo mismo, mira hacia afuera, hacia arriba y agradece a la vida y a Dios por permitirte ejercer la profesión más maravillosa del mundo.

Pídele que cuide tus alas para que tú puedas cuidar la vida de aquellos que confían en ti.

Aborda tu avión siempre poniendo primero tu pie derecho y pon tu pie derecho también primero en tierra al descender de él.

Sé humilde y agradecido, y nunca caigas en la arrogancia, sin importar el nivel que puedas alcanzar, porque ser arrogante es el primer signo de estupidez y ambos son los peores defectos que alguien pude tener.

Respeta y quiere a tu avión, sin importar si es el pequeño monomotor de tu escuela o un gigante de aerolínea, y también respeta el trabajo de todos tus compañeros y colegas. Y nunca discutas con alguien que tenga una hora de vuelo más que tú... ¡aprende de él!

Tampoco discutas con necios, ignorantes o malhumorados porque con ellos siempre se pierde.

Agradece siempre el esfuerzo de tus mecánicos, controladores aéreos, sobrecargos, despachadores y oficiales de operaciones, y recuerda que el éxito y seguridad de tus vuelos también depende del trabajo en equipo.

Charles Lindbergh voló en solitario sobre el Océano Atlántico, pero siempre estuvo apoyado por decenas de personas desde tierra y eso lo ayudó a alcanzar su meta.

Te deseo desde mi corazón que tengas una vida feliz haciendo lo que tú quieras hacer, que tengas salud y éxito profesional, y que a su debido tiempo tengas la oportunidad de formar una familia maravillosa como la tengo yo, y de la que tú eres un miembro adorado.

Recuerda que aquí estaremos para cuando nos necesites y que siempre tienes un hogar a donde venir cuando quieras curarte las heridas. Sobre nuestra mesa siempre estará tu licuado, en vaso grande como te gusta, y tus galletas esperándote como cuando eras niño.

Te quiero mucho.

Papá.

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