Sin duda, el tema en boga en la comunidad aeronáutica mexicana y en los círculos aledaños a ésta, es el cabotaje, libertad aérea ejercida en muy pocas regiones del mundo debido a los elementos, las implicaciones y los efectos que por su propia y especial naturaleza conlleva.
Dos de los elementos esenciales de esta libertad aérea/derecho de tráfico, denominado cabotaje, son:
1.- La reciprocidad, que consiste en el derecho que tiene el estado que otorga esta libertad, de requerir al estado que la solicita, la posibilidad de ejercer también esta libertad aérea, y
2.- La equivalencia en los mercados en los que se ejerce, que no es otra cosa más que la concordancia y la paridad de los mercados aéreos en los que se operará esta libertad aérea, es decir, la similitud en el número y características de las rutas/destinos a operar, en el número de operadores aéreos nacionales que participan en el mercado doméstico, en el número de pasajeros susceptibles de ser transportados, entre otros factores; lo anterior, precisamente para encontrar equilibrio en esa posible operación.
No obstante, para que un Estado pueda siquiera imaginar la autorización de esta libertad aérea en su territorio, deben de realizarse una gran cantidad de estudios técnicos, operacionales, legales, económicos y hasta turísticos, que arrojen información suficiente que pueda dar los elementos necesarios para llegar a una conclusión al más alto nivel.
En lo que eso sucede, siempre será importante recordar la clase de jugadores que tenemos en nuestro país, antes de pensar en formas de operación poco aplicables a nivel global. A pesar de los efectos de la pandemia, hoy seguimos contando con una de las aerolíneas legacy más importantes de Latinoamérica, la cual no solo salió a flote, sino que salió fortalecida del proceso de restructura llevado a cabo ante la Corte de Quiebras de Nueva York. Asimismo, contamos con las dos aerolíneas low cost más importantes de Latinoamérica, por el tamaño y modernidad de sus flotas, por la red de rutas que operan, por el número de pasajeros transportados y desde luego por el nivel de seguridad con el que vuelan.
Desde luego, el mercado aéreo doméstico es siempre susceptible de optimizarse, de fortalecerse y de incrementar su nivel de competitividad, confiabilidad y eficiencia, a través, por ejemplo, de la adopción de las mejores prácticas internacionales de la industria aérea, entre otras muchas gestiones estratégicas que pueden y deben implementarse, antes de otras acciones que pueden llegar a afectar irreparablemente a la industria aérea nacional.
El recular en la toma de este tipo de acciones y decisiones, será siempre bien recibido, para dar paso al diálogo con altura de miras, en beneficio de la industria aérea nacional, pero sobre todo en beneficio de los usuarios finales del transporte aéreo en nuestro país.
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