El Tino Tangas, un operador de equipo aeroportuario y maletero que llevaba ese apodo porque sustrajo dichas prendas de la maleta de Ninel Conde, me platicó la siguiente anécdota cuando iniciaba yo mis prácticas profesionales como oficial de operaciones en una empresa prestadora de servicios.
Hace ya varios años, una pasajera que viajaba en un vuelo doméstico compró pasaje para ella y su mascota, un perro criollo dormilón de avanzada edad. En aquel entonces no existía lo de animales de apoyo emocional y la gente con miedo a volar lo aguantaba a la vieja usanza, con alcohol, rivotriles, diazepanes u otros calmantes, así que el peludo acompañante debería de viajar en el compartimiento de carga delantero.
En los aviones de pasajeros, la panza uno o belly delantero es el compartimiento en el cual deben ser cargados los AVIs, o animales vivos, porque es el único presurizado y oxigenado para su sobrevivencia. Allí también viajan las ARPELs, que son las armas de fuego documentadas de algún pasajero, y las “carnes frías”, es decir, los restos humanos.
Mientras la pasajera se embarcaba en el AICM, los compañeros defeños contactaron a la estación de destino para pre-alertar sobre la situación, ya que la señora abordó en un estado emocional frágil, haciéndola particularmente latosa. Las casi tres horas de vuelo transcurrieron sin anomalías y una vez en destino, después de que se apagó el beacon y calzaron la aeronave en su posición, treparon a los maleteros para comenzar de inmediato la descarga del equipaje del belly trasero.
Como se mencionó, el Tino Tangas era operador, y se dedicaba a choferear los pequeños pero poderosos tractores que jalan dollies y carritos equipajeros, dirigiendo un trenecito que no puede exceder los cuatro o cinco vagones cargados, dependiendo de las leyes de tránsito de cada aeropuerto, navegando con proeza entre señalamientos pintados en el concreto, gigantescos aviones y estructuras móviles. Buenísimo tanto para reversear con remolque conectado, como para empujar los aviones en el push-back, que es cuando los encaminan hacia una calle de rodaje al finalizar la operación.
Tino dejó las maletas del belly trasero en la banda de equipaje, después regresó al compartimiento delantero para recibir más valijas y la transportadora donde viajaba el perro café y greñudo, todavía sospechosamente dormido. Al bajarlo en la oficina de carga, notó que el animal yacía inerte, así que contactó por radio a su supervisor de turno y al oficial de operaciones responsable del vuelo.
El operador, el supervisor y el oficial conformaron rápidamente un comité de emergencia secreto, ya que sólo ellos sabían la noticia, deliberando alrededor de un perro con la lengua de fuera (evidentemente muerto) el cómo evitar una tercera acta administrativa, misma que significaría la indudable baja de dos de los tres miembros del comité hechizo, porque hacía poco se les había muerto una gata.
Para salvar su chamba, según ellos, idearon un sencillo pero insensible plan: la suegra del Tino Tangas alimentaba en un lote baldío a varios perros, entre ellos una copia física calcada, un clon inexplicable que por algún milagro de la naturaleza vivía feliz y sano justo al cruzar la calle del aeropuerto. Para cuando notasen sus dueños que su fiel amigo había sido reemplazado, los cómplices podrían culpar a la estación del AICM.
Capturaron sin resistencia al peludo, lo cepillaron, lo metieron a su jaula transportadora, y esperaron poco tiempo para que apareciera su dueña. La pasajera recibió la jaula, y sin ver al emocionado animal y muy segura de sí misma dijo: “este no es mi perro”. Pero como no va a ser su perro señora, si es el que recibimos, ni siquiera lo ha visto bien, le dijeron desvergonzadamente. “Este no es mi perro, mi perro está muerto” aclaró la pasajera, por lo que recibió los restos fúnebres del perrito y muchas disculpas. El caso no pasó a mayores y quedaría cimentado como una falla de comunicación por parte de los colaboradores del AICM que omitieron el pequeño detalle de la carencia del pulso del animal, quizá intencionalmente.
Historias similares o muy parecidas son comunes en aeropuertos, y a pesar de que varias son refritas localmente, algunas son preocupantemente verídicas. Ejemplo es el personaje principal de la anécdota, que realmente no se llama “Tino”, pero sí se robaba ropa interior (de famosas y no), e indica el grave problema del robo de pertenencias en plataforma. También, la muerte o escape de AVIs son comunes, y en los Estados Unidos del 2005 al 2016 contabilizaron 213 perros muertos, 129 heridos (6 de ellos de gravedad, 5 murieron, y uno tuvo que ser sacrificado), y 12 perros perdidos, de los cuales sólo encontraron a tres; en Guadalajara, en mayo se les escapó una perrita que corretearon por toda la plataforma, y en septiembre pasado en el AICM un perro que se les escapó incursionó en pista, provocando su cierre y desvíos.
Frecuentemente la realidad supera a la ficción, y para corroborarlo pueden platicar con cualquier trabajador de la aviación. Pero recuerden: a pesar de esas historias, el avión sigue siendo el medio de transporte más controlado y seguro. Al menos para el humano.
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