Pasar al contenido principal
22/11/2024

Buena campaña, mal negocio

José Medina Go… / Domingo, 14 Agosto 2022 - 22:02

Parece ya un pasado distante. Mucho ha transcurrido en apenas cuatro meses y medio. Nuevas crisis, nuevos problemas. En realidad, la mayoría son nuevos distractores de atención mediática; intentos burdos y desesperados para desviar la atención del grueso demográfico a cortinas de humo para tratar de evitar que las presiones sociales se intensifiquen en los temas críticos de la gestión pública, mismos que rayan ya en trágicas comedias anunciadas con plena antelación. Apenas cuatro meses y medio, y de aquella promesa de campaña que se “cumplió” ante la percepción de muchos, tan sólo queda un espejismo de lo que podría ser y nunca será.

El 21 de marzo del 2022 se inauguró formalmente el primero de los megaproyectos de esta administración federal, una obra que muchos tachan de “faraónica”, pero que en la realidad dista mucho de tal caracterización. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles fue vanagloriado con bomba y platillo ante medios de comunicación, a quienes por medio de un cuidadoso pastoreo coreografiado por la Presidencia de la República se les mostró el resultado de una obra controvertida, aunque fallidamente trataron de limitar u ocultar lo que no les convenía. Aquellos “detalles” que no estaban del todo terminados, se esforzaron por limitar el acceso. Pero no hay sigilo que cubra lo evidente; y con el paso de los días, semanas y meses más evidente ha sido que hay más que esconder que presumir de este constructo.

El AIFA se diseñó discursiva y mediáticamente como el clímax de una narrativa ideológica orientada a desvirtuar un pasado que no es exactamente como se define por la actual postura política oficialista, para redefinir un porvenir que tampoco queda del todo claro más allá de las palabras. La cancelación del NAIM bajo el conveniente y multifacético discurso de que era un proyecto “corrupto” -pero del que todavía no hay indiciados ni procesados- y el descarrilamiento de un centro de gravedad en materia de infraestructura, inversión estratégica y de desarrollo nacional prospectivo de alto valor agregado. Pero eso no importó. Lo que era relevante era hacer una declaración de fuerza, una demostración de Poder. Contra toda lógica, argumento, sentido razonable o prospectiva, lo que pudo ser un estímulo para el desarrollo estratégico y aeronáutico nacional ahora está bajo el agua. Literalmente.

Se “diseñó” un proyecto alternativo que menos de una décima parte de la capacidad del NAIM. Una obra de “bajo costo”, que resultó varias veces más cara, y muchas veces menos eficiente y útil de aquello que se suponía reemplazaría. Un bastión mediático, una causa que defender, un baluarte ideológico. El mensaje era poderoso: una obra bajo control militar -de aquellos que se precian de incorruptibles y leales entre los leales- para abanderar un nuevo capítulo del desarrollo nacional; una obra transparente para evidenciar la corrupción del pasado; un nuevo modelo para sustituir aquello que por antónimo consagra al actual liderazgo nacional.

Pero la realidad -ese necio y terco obstáculo insufrible- se impuso con toda contundencia. Desde el inicio de la construcción empezaron las contradicciones, los enfrentamientos, y la clara demostración que aquello que enarbolaba explícitamente era implícitamente opuesto. Cada vez más se apiló la evidencia de que el mensaje oficial se afrontaba con la realidad. No importaron los señalamientos, las críticas o los aportes informados. La burla, la denostación, la sátira desde la tribuna pública del oficialismo, enarbolado por sus más “dignos” exponentes del Poder Nacional vigente, redujeron los mismos a meros banderines evocadores de una campaña política. Nunca se entendió desde la autoridad que el asunto es técnico, no una cruzada en su contra.

Conatos de accidentes, críticas internacionales, e incluso ofertas genuinas de apoyo pasaron al sueño de los justos. Nada detuvo a aquellos que consideraron que su primera prioridad era dar cumplimiento a una misión, ni a aquel que por dar vida a una promesa de campaña sembró las bases de una crisis sectorial y nacional por la que atravesamos, pero que todavía no podemos apreciar en su plena dimensión. Es un asunto de perspectiva, pero cuando vemos datos duros, índices e indicadores -números, ese terrible azote que nos reubica en la realidad medible y demostrable- distamos mucho del ojo del huracán que nos encontramos.

Mientras más nos acercamos a la marca de los seis meses, más detalles se aprecian de lo inadecuado de este proyecto errado. Muchos todavía lo defienden, y están en su derecho. Pero “los datos son los datos”, dirían legiones de científicos, mismos que el presente gobierno tacha inadecuadamente de promotores de la corrupción (entre otros calificativos despectivos). Cada vez surgen más evidencias de que la obra se terminó a las carreras, que muchas cosas no están terminadas, y que parte de la construcción está en vías de deterioro acelerado. En diversos medios y redes sociales se han publicado imágenes profundamente reveladoras: muros caídos, plafones que caen, estructuras agrietadas. Las instalaciones recién inauguradas cada vez más demuestran sus deficiencias, y queda evidente que todavía hay mucho por hacer.

¿Por qué no hay tantas quejas de ello? Posiblemente tenga que ver con el hecho que el edificio está prácticamente abandonado. El número de vuelos y de pasajeros es muy inferior al prometido. Y aunque hace apenas un par de meses se anunció mediáticamente con plena atención de reflectores públicos (la marca de la casa) que en breve se ampliarían rutas y vuelos del AIFA, la realidad es que cada aeronave despega y aterriza de este recinto con apenas una docena -cuando mucho- de pasajeros. Para pronto: el aeropuerto está vacío.

Se siguen juntando las irregularidades reportadas de esta instalación. Se continúan las obras, es cierto. Pero los accesos siguen sin construirse. Los insumos críticos para su eficiente operación siguen en el vacío. Las quejas de proveedores y usuarios se apilan, y las quejas caen en oídos sordos. Los gastos de operación superan por mucho las utilidades. Se ofrecen “viajes turísticos”, “visitas” y hasta promociones para que la gente “conozca el aeropuerto”. Pero no se trata de conocer un edificio, cual templo conmemorativo. Lo que debería ser una instalación estratégica está quedando reducido a un sitio de referencia geográfica, un emblema ideológico; pero también un claro ejemplo del resultado de no tener un plan sustentado con hechos, y de ejercer el Poder a contracorriente de la argumentación razonada y de una estrategia fundamentada con visión del tercer milenio.

Desde la autoridad se hace hasta lo imposible por mantener la ilusión de que es un aeropuerto internacional. Ciertamente, es su prerrogativa. Pero siguen sin atender los problemas que generaron para enfrentar la realidad con fuerza bruta. Después de cuatro meses y medio deberíamos ya ver algunos resultados positivos, o al menos un camino claro para sacar adelante este proyecto. Suficiente tiempo han tenido para demostrarnos a aquellos que criticamos y objetamos a esta obra que estábamos equivocados. Hasta el momento, sólo han demostrado que estábamos en lo correcto. A las evidencias nos remitimos.

Hace casi cinco meses nos mostraron como “logro” aquello que está demostrando ser un fracaso. Todos queremos ver buenos resultados, principalmente por que todos los mexicanos pagamos esta obra con nuestros impuestos. Pero hasta el momento lo que nos muestran es la confirmación inalienable que aquellos que quienes viven de ilusiones, mueren de realidades. Y en esas estamos.  

 

Facebook comments