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22/11/2024

De consecuencias y costos no previstos (III)

José Medina Go… / Domingo, 17 Julio 2022 - 18:37

La semana pasada cerramos la colaboración semanal del suscribiente dejando en el tintero de la reflexión lo que sucede tras la aparente imposibilidad de la titularidad del Ejecutivo Federal y de sus funcionarios a reconocer y enmendar errores, malas decisiones y caminos emprendidos que no llevan a ninguna parte y que son más que evidentes. Pero para ello, primero debemos entender el porqué de esa obcecada disposición y óxida reticencia a la más básica y sencilla de las humildades humanas.

La reflexión aquí retomada se dirige principalmente a nuestro sector aeronáutico y la aparente disposición de las autoridades que deberían encabezarlo. Sin embargo, es autoevidente que su comportamiento y disposición obedece a una estructura mayor; son sólo parte de un entramado mucho más amplio que se llama Administración Pública Federal 2018-2024. En consecuencia, prácticamente todo lo que podemos apreciar en nuestro entorno aéreo y espacial, y que objeto y sujeto de nuestras reflexiones, realmente es un eco parcial de un proceso gubernamental mucho más amplio. Es donde debemos encontrar la clave del por qué en nuestro entorno aéreo nacional no sólo no se enmienda el rumbo, sino que se ha adentrado en una “entrada en pérdida” que se aprecia insalvable. Veamos el origen de este “stall”.

Tal pareciera ser la lógica de la actual administración que sus planteamientos son, para todos los fines y efectos prácticos, infalibles. No existe la posibilidad -ni por asomo- de que comentan un error, y por tanto no existe la oportunidad de emendar caminos, estrategias, planes o políticas. La palabra pública del titular del Ejecutivo es definitiva, no alberga posibilidad de falla. Suena como un “totalitarismo” o de perdida un franco y ofuscado “autoritarismo”. Pero por desgracia eso es exactamente lo que la evidencia refleja, y ejemplos de dicha disposición abundan y sobran.

Para aquellos críticos, detractores o postulantes adversos a este planteamiento manifiesto cabe aclarar que el presente se fundamenta en evidencia documentada, no en percepciones ideológicas o tendenciosas. Y el mejor ejemplo lo tenemos en nuestro sector, cada vez que en repetidas ocasiones se ha demostrado que el manejo aeronáutico de México raya en el desastre, y en vez de enmendar camino tan sólo se aferra la autoridad a posturas que han demostrado ser trágicamente erróneas o ineficientes. La cancelación del NAIM es caso emblemático. Nadie duda que en ese proyecto hubo irregularidades y que hubo quien sacó tajada indebidamente. Pero no hay acusados, indiciado o procesados jurídicamente; si hubo “corrupción” (lo que sea que eso signifique para la ambigüedad ejecutiva) permanece en la impunidad.

Pero en vez de terminar un proyecto que llevaba más del 50% de avance, que estaba bien diseñado, que le daría a México un gran impulso nacional e internacional de carácter integral, se canceló generando el inicio de una crisis económica como no habíamos visto en mas de un siglo en nuestro país. Esto no es percepción, es una realidad económico-financiera demostrada más allá de la duda razonable, por lo que negarlo es absurdo ya. Se optó por un “aeródromo” (AIFA) que a menos de tres meses de su inauguración ya esta en casi abandono, la infraestructura física esta desmoronándose (en algunos casos literalmente), está incompleta, prácticamente no se puede usar (no hay muchos servicios esenciales para un aeropuerto moderno), y realmente pierde más dinero que el que genera para el erario público. Estos son datos de propio gobierno federal.

El rediseño del espacio aéreo del centro del país no puede ser descrito sino como una franca negligencia. Los costos superan los beneficios, y los riesgos son inaceptables. Varios connatos de incidentes aéreos se han documentado ya, y tantos más la propia autoridad los ha ocultado. La presencia y calificación ante las autoridades internacionales esta totalmente perdida. Tras varias visitas de la FAA, así como de otras autoridades internacionales, el desempeño de las autoridades nacionales en la materia ha quedado demostrado como insuficiente, y eso es verlo de manera amable.

El manejo de los actores comerciales particulares del sector a mano de las autoridades ha sido todo menos eficiente y transparente. El desempeño y gestión pública de las entidades titulares de la aeronáutica nacional se han caracterizado por la turbulencia, la opacidad y la falta de certidumbre. Comunicados, declaraciones, mensajes y publicaciones se emiten en una dirección para apoyar el discurso de la superioridad; la realidad demuestra algo totalmente diferente. Es tan evidente que solo debe uno ver el desempeño del AICM e incontenible es generar comparaciones, ver realidades, y validar que las autoridades dicen, pero poco hacen.

La salida hace semana y media del director del Benito Juárez podría interpretarse como un “cambio de rumbo”. Sustituirlo por un Vicealmirante Piloto Aviador de la Armada de México en situación de retiro no transmite confianza, sino reitera la intención de militarizar el sector para controlarlo desde Palacio Nacional. Nadie duda de las capacidades profesionales del nuevo director egresado de Antón Lizardo; pero no es ese el perfil necesario para un Aeropuerto Internacional de la talla del Benito Juárez en la tercera década del tercer milenio. Su presencia no es una “sacudida para bien”, sino una clara señal al sector de que el control aeronáutico nacional esta en el férreo control castrense, que operará para el beneplácito del Comandante Supremo de sus instituciones y no necesariamente para el desarrollo del sector.

Es así como vemos que la evidencia muestra claramente que la aferrada ofuscación a perseguir una visión a todas luces aceda y retrógrada de la aviación nacional caracteriza un sector que debiera ser progresivo, abierto y transparente. Se sigue una agenda y visión política originada en la percepción unipersonal, desfavoreciendo una dinámica sectorial con vinculación global. En esa visión no existe el contraste con la realidad, con el progreso, ni contra la aportación de otros. No existe posibilidad de error, y por tanto no es necesario enmendar camino.

Mientras se siga la política de no reconocer nada, repetir un discurso insustentable, y bajo posible intimidación de repetir la versión “oficial” aunque los datos no lo respalden, más insalvable es el stall. El camino de salida es muy directo, pero implica ser objetivos y anteponer el beneficio nacional y del sector a la imagen personal de algunos funcionarios. Ya lo vimos en el caso del exdirector de SENEAM, a quien prácticamente todo el sector identifica por sus manejos turbios y reconocida ignominia profesional. Pero en vez de asignar responsabilidades y enmendar lo que a todas luces esta incorrecto, se prefiere el silencio de la complicidad para en su momento llegar al acomodaticio olvido. Mejor olvidar que asumir responsabilidades, por que eso sería reconocer que hubo errores y que al menos parte del “proyecto” no era correcto.

Este es parte del problema. La semana que entra veremos otras consecuencias menos directas, pero profundamente trascendentes.

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