En ocasiones es fácil perder la perspectiva en torno a procesos integrales y autoevidentes por tratar de fijarnos en los pequeños detalles que lo componen. Claro, es innegable que el valor intrínseco de identificar estos aspectos es crucial para entender un fenómeno más amplio; pero esto no puede ser a costa de sacrificar una visión integral. Por su parte, también es fácil perder la atención de procesos complejos por depositar nuestra atención en otros temas coyunturales. Llamada en su generalidad “ceguera cognitiva”, es un mal que se encuentra íntimamente ligado a nuestra interpretación e interacción con la realidad. Ambos procesos aquí descritos son profundamente peligrosos, y tienen costos que en ocasiones trascienden a lo linealmente previsible.
Por desgracia ambos están influyendo negativamente en la aviación mexicana contemporánea. Tal parece que llevamos poco más de tres años donde es una crisis seguida de otra. Francamente, es difícil mantener la cuenta de todos los incidentes, declaraciones, ocurrencias, y problemas generados por aquellas que jurídicamente se definen como “autoridades”, pero que en la práctica son todo menos eso. Más que referentes, guías, entidades normativas, promotoras de un adecuado entorno permisivo a la aviación, coadyuvantes del desarrollo nacional, y vinculación con el resto del mundo, estos actores han realizado con su característico talante, marcada opacidad, opípara oclusión, denostada miopía estratégica y marcado astigmatismo ante la realidad exactamente lo opuesto a lo que deberían representar.
Nos encontramos en una disyuntiva, como sector aeronáutico nacional, bastante frustrante. Por un lado, jurídicamente todas las acciones de la industria deben adecuarse a las disposiciones normativas vigentes (como debe ser) y deben ser supervisados por las autoridades titulares en la materia. Los actores privados deben someterse a la supervisión y disposiciones de las autoridades; al mismo tiempo que éstas deben dar cumplimiento a sus atribuciones tal y como marcan las mismas leyes, normas, reglamentos y otras disposiciones jurídicas. Aquí es importante enfatizar que solamente pueden hacer lo que la ley les permite, exclusivamente lo manifiesto; mientras que los particulares pueden hacer todo lo que no está prohibido expresamente por la normatividad. Deben ser las propias autoridades titulares en la materia que cuiden la observancia operacional en los sectores públicos y privados, a través de entidades y organismos especializados. Este es uno de los principios básicos de la administración pública nacional.
Sin embargo, vemos cómo mientras los actores particulares les han otorgado su papel y respeto a las autoridades vigentes, estas no han dado cumplimiento a sus atribuciones. Guías no son, pues en tiempos de crisis o problemas (caso concreto, la pandemia del 2020) se hicieron a un lado y dejaron a su suerte el sector. Supervisores normativos tampoco son, y el incidente de la aeronave YV-3531 de EMTRASUR (misma que discutimos la semana pasada en este espacio) demuestra que no hay seguimiento puntual de las disposiciones nacionales e internacionales en la operación aeronáutica actual. Representantes del sector ante instancias internacionales tampoco son, y claro nos quedó esto cuando la FAA anuncia que México continuará en Categoría 2 de Seguridad Aérea, al haber vuelto a “reprobar” la inspección programada para evaluar el desempeño de las autoridades nacionales. Transparentes tampoco son, pues en vez de ser transparentes y asumir responsabilidad, la opacidad y el desvío de “culpas” caracteriza el discurso.
Todo esto y más ha sido la marca de la actual administración. Problemas y temas que pueden tener una relativa pronta resolución son objeto y sujeto de complicaciones y dilaciones innecesarias. En múltiples ocasiones se les han ofrecido a las actuales autoridades ideas, propuestas y alternativas de solución ante estas disyuntivas, solo para que éstas sean ridiculizadas, denostadas, minimizadas y desechadas. Desde la soberbia autoridad que no ve, no escucha, no atiende, pero si manda y ordena, poco a poco ingresamos y afianzamos un ambiente y entorno donde hay cada vez más desinterés, más apatía, más falta de voluntad de cooperar y participar activamente en la atención de los problemas que azotan a nuestra aviación.
Por supuesto, innegable y ampliamente admirable es la actitud de incontables especialistas, entidades, asociaciones, medios especializados y empresas de nuestro sector que incansablemente y pese a todo no quitan el dedo del renglón, no desisten y no se dejan minimizar por la coyuntura en la búsqueda de una mejor aeronáutica en México. Esta férrea posición tan sólo es equiparable con el desánimo de algunos actores que han dejado de esperar respuesta coherente -no digamos prudente ni oportuna o certera- de las vigentes autoridades especializadas o no de la aviación nacional.
Es por eso donde debemos ingresar en una amplia reflexión sobre la Seguridad Aérea en México y cómo esta se interpreta en diferentes ámbitos. En entregas anteriores hemos presentado varios aspectos críticos de la Seguridad Aérea, así como de temas que la impactan e influyen. La semana anterior esperamos con prudencia la respuesta de las autoridades ante la visita de la FAA, y la fallida expectativa de regresar a la Categoría 1. Lamentable fue ver que la respuesta desde la superioridad no estuvo a la altura de la imagen que por meses proyectaron. Todo esto influye en la Seguridad Aérea de México, así como de sus potenciales interpretaciones.
Todo parece indicar que mientras el mundo contemporáneo tiene una clara visión sobre lo que implica este término, nuestras autoridades entienden una cosa, el sector privado entiende otra. Nos metemos en terrenos de la semántica (el orden de las ideas) y la semiótica (cómo se interpretan). Nos adentramos obligadamente en identificar la desconexión entre la realidad manifiesta, la expectativa nacional e internacional, la respuesta o falta de ella de nuestras autoridades, y la exigencia normativa nacional e internacional.
Complejo tema nos depara, y espero en este espacio semanal podamos adentrarnos desde una perspectiva integral y de Inteligencia Estratégica. No se trata de polemizar, sino de ver la realidad tal y como se manifiesta, y en base a ella reiterar un diagnóstico descriptivo de alto nivel y generar potenciales escenarios prospectivos del porvenir. Le adelanto que, por desgracia, se abordarán algunos temas que no dejan en buena luz nuestro contexto nacional contemporáneo. Pero debemos reconocer donde estamos para saber a dónde vamos.
Citando a un entrañable, querido y sabio amigo: “Quien no sabe a dónde va, cualquier camino lo lleva”, esto será objeto y sujeto de estas reflexiones identificar a dónde vamos con fundamento de un diagnóstico de dónde estamos. Todo parte desde que punto de vista partimos. Eso analizaremos el próximo lunes.
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