En la entrega anterior de esta columna comentamos brevemente algunos retos y áreas de oportunidad para la aviación mexicana. Ciertamente no son cosas menores, y es la esperanza del suscribiente que estos temas se tomen con la seriedad necesaria. Sin embargo, estos y otros temas pueden sintetizarse en uno de los grandes campos de gestión y desarrollo permanente de la aviación y que es una de las principales críticas a México en materia aeroespacial en los últimos años, y que constituye una de las caras más importantes de nuestro sector: la Seguridad Integral.
En cuantiosas ocasiones hemos hecho alusión a este término, y en varias columnas semanales se han abordado las aristas principales de este concepto. Pero de manera fundamental estamos hablando de las condiciones permanente y subyacentes que, de carácter mutuamente inclusivo y no exclusivo a un aspecto u otro, son requisitos indispensables para la operación aeronáutica y espacial ordinaria. En otras palabras, no se trata de un conjunto de “acciones reactivas”, sino de disposiciones previas y permanentes preventivas cuyo único objetivo es que puedan desarrollarse las labores aéreas y espaciales cotidianas sin problemas. Si no existen estas condiciones, simplemente es demasiado riesgoso conducir operaciones, y por tanto se entra en una matriz costo-beneficio/riesgo-seguridad muy complejo, se multiplican las variables de vulnerabilidad (riesgos y amenazas) y se dificulta la operación aérea al punto de ser imposible de llevar a cabo.
Tampoco debemos olvidar que muchas de las condiciones que tenemos en nuestro entorno terrestre o aéreo pueden llegar a afectar las operaciones espaciales en órbitas relativamente bajas, y eso puede tener importantes consecuencias para nuestro país y otros actores de la comunidad internacional. Aunque para muchas personas sea menos evidente, el hecho es que de manera cotidiana dependemos de tecnología y plataformas espaciales para nuestras labores diarias, y su afectación o carencia representaría un costo elevadísimo. El mejor ejemplo es que usted puede leer este texto en una computadora, Tablet o teléfono celular. Estos dispositivos dependen de infraestructura y plataformas de telecomunicaciones espaciales, las cuales dependen de condiciones en tierra y aire sobre nuestro país y el mundo.
Hoy por hoy, imposible es ya operar la cotidianidad de nuestra civilización sin los entornos aéreos y espaciales. Esto ha llevado a la comunidad internacional a delimitar criterios mínimos aceptables para la operación aeronáutica y espacial, así como planes conjuntos de supervisión continúa orientada a la homologación de condiciones y la mejora permanente. El problema para nosotros es que México ha caído notablemente en estos estándares, y la caracterización y valoración de la comunidad internacional hacia nosotros ha disminuido muy significativamente.
Como hemos apuntado en este espacio en ocasiones anteriores, esto representa un costo no sólo en imagen sino también operacional, financiero y estratégico muy elevado para nuestro país, en un momento donde simplemente no podemos darnos esos lujos. Quiero llamar la atención a que varios estudios de alto nivel llevados a cabo en México y en el extranjero -el suscribiente participó en un par de ellos, por lo que hay un conocimiento de causa- señalaron en su momento que la pérdida de la confianza internacional en México y sus condiciones de seguridad aérea eran un problema solucionable en el corto plazo, que requeriría una inversión relativamente pequeña, y que no existían condiciones significativas para que no se pudieran subsanar la mayoría de los problemas existentes y se regresara a nuestro país la calificación internacional en materia de Seguridad Aérea de acuerdo a los estándares internacionales.
Pero esto fue hace casi siete meses. La situación se ha ido degradando sistemáticamente en este trayecto, y las variables y condiciones que en su momento se vieron como manejables no necesariamente lo siguen siendo. Dicho de otra manera, el problema se acaba de hacer mucho más complicado, y la única variable que generó esta complejidad fue la no-acción de las autoridades titulares en la materia en nuestro país. Recordemos entonces que la no-acción es una acción, contundente y trascendente.
Será labor en 2022 corregir esta situación. Pero por otro lado estas condiciones deben ampliarse y trascender de los estándares mínimos de la comunidad internacional. Como presentamos la semana pasada, el gran reto inicial de este año será la máxima dilación posible de las variantes epidemiológicas del COVID-19 y otros atentes patógenos. Seamos realistas, es imposible ya contener esta enfermedad, y lo que fue una gran pandemia ahora será una enfermedad endógena global con la que tendremos que lidiar por años, si no es que décadas. Pero eso no exime de la responsabilidad de minimizar la transmisión epidemiológica y la dispersión de otras enfermedades por vía del transporte aéreo.
De manera adicional tenemos otras amenazas a la Seguridad Internacional. Terrorismo, delincuencia organizada, falta de control aéreo de agentes no estatales, cambio climático, factores espaciales, etc. Detenernos a analizar cada uno de ellos será labor de esta columna n este año 2022 en la medida de lo posible, y veremos cómo, aunque inicialmente algunas cosas parecen de “ciencia ficción”, en realidad son riesgos y amenazas reales, tangibles y trascendentes para nuestra civilización global. Recordemos esto: hace algunos años el sugerir una pandemia global era cosa de películas “palomeras”, y tema de burla si se trataba con seriedad.
Recuerdo con claridad como hace apenas algunos años en uno de los principales centros de investigación en Seguridad Nacional de México en un coloquio académico brevemente sugerí el riesgo global de un patógeno “nuevo” que se convirtiera en una pandemia con efectos trascendentes. En ese momento la respuesta no fueron más que burlas y descréditos que no me bajaban de “alarmista mal informado” o de “paranoico”. Pero aquí estamos, y las palabras de alerta del suscribiente así como de muchos otros especialistas de diferentes áreas del conocimiento humano y de ciencias biológicas y de la salud que en su momento cayeron en oídos sordos siguen resonando al decir: por grave que sea el COVID-19, esta crisis pudo ser mucho peor; y esa crisis sigue esperándonos en el futuro, por lo que bien haríamos de tomarla en serio.
México tiene mucho camino que recorrer en el 2022. Es mi esperanza que veamos esfuerzos contundentes de las autoridades de nuestro sector para prevenir estos potenciales riesgos y amenazas, y así minimizar las vulnerabilidades integrales en materia de Seguridad. No es posible cancelar o neutralizar todas éstas, pero podemos minimizarlas o prepararnos para atenderlas. No es alarmismo, es prevención. No es paranoia, es prospectiva informada. No es gasto, es inversión. No seamos víctimas impávidas ante la adversidad, sino respondientes responsables. Ese es uno de los grandes retos y áreas de oportunidad de México en este año que comienza, y ese es el rumbo que debemos tomar: la Seguridad Aérea Integral como condición permanente preventiva.
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