En fechas recientes se ha intensificado la temática global en torno al cambio climático y la protección al medio ambiente. Es lamentable, y al mismo tiempo indignante, que se aborden estos temas con seriedad ya que el daño es prácticamente irreversible, o bien que se haya incidido tanto en el daño a nuestro planeta que las objeciones ante este fenómeno sean totalmente ridículas. Recordemos que hace no mucho tiempo, algunos de los líderes mundiales más representativos (tales como Donald Trump de Estados Unidos) profirieron soberanas incoherencias en torno al cambio climático, señalando que era una falsedad y una conspiración global. Argumentos que no rayaban en la insania, sino que eran auténticamente un amasijo mal articulado de tonterías (por no emplear lenguaje más fuerte).
Otros líderes internacionales como el presidente de la República Popular China simple y sencillamente decidieron no participar en cualquier acción coordinada por reducir el cambio climático. El hacerlo implicaba cambiar su sistema de producción y explotación de recursos naturales, lo cual sin duda afectaría a su economía y su potencial de crecimiento. En otras palabras, prefirieron descaradamente dañar al ecosistema global antes que frenar su economía. Si esto no es avaricia irresponsable, no se como llamarlo objetivamente. Imposible es creer que los argumentos del último expresidente de Estados Unidos se fundamentaron en razones prácticamente idénticas, pues si hay algo que nunca lo caracterizó fue la responsabilidad y la congruencia.
Es así, como apenas un par de años y una pandemia global después, la comunidad internacional se vuelve a reunir para atender el tema del daño al planeta, y tratar de revertir en la medida de lo posible el cambio climático. Sobre este tema no nos equivoquemos: el daño ya está hecho, es irreversible. Podemos amortiguarlo, pero si tiene dudas por favor le invito a que vea fotos satelitales del Polo Norte en su evolución durante los últimos diez años; el derretimiento del casquete polar es alarmante. Es por ello que lo que compete a las naciones es reducir el impacto al ambiente y amortiguar el cambio climático global. Para ello requerimos de dos acciones contundentes: cambiar los modelos de producción y explotación de los recursos naturales para fines comerciales, y, aunado a lo anterior, un cambio profundo en la tecnología global.
Debemos reducir las emisiones de subproductos a la atmósfera, y para ello debemos ingresar a una revolución global de los medios de producción energética. Energías limpias, ecológicas, “amigables con el ambiente”, o bien que no sean tan contaminantes serán la tendencia permanente de aquí en adelante. Lo anterior no representa un conjunto de acciones que pueden llevarse a cabo de manera unilateral, sino que obligatoriamente deben ser llevados a cabo por una coordinación armonizada de toda la comunidad global. A menos, claro está, que haya otros propósitos e intenciones.
Por prácticamente doscientos años se han generado conglomerados corporativos que han monopolizados los medios de producción energética. Para pronto, se han concentrado en combustibles fósiles o sus derivados, lo cual sobra decir, ha sido la principal causa por la que estamos en la coyuntura global en la que estamos. Lo que no resulta tan obvio es que este monopolio productivo y de consumo, así como de Poder político-social que se ve asociado al mismo, ha puesto un freno de mano tecnológico a la humanidad. Desde hace más de un siglo se han desarrollado tecnologías de producción y aprovechamiento energético que para la gran mayoría de las personas del mundo (es decir, los no especializados en ciencia y tecnología) parecen de ciencia ficción, por no decir una completa fantasía.
Es así como desde hace décadas tenemos a la mano los medios necesarios para la producción energética “limpia y eficiente”, pero se han visto amordazados por poderosos corporativos y gobiernos que ven en ellos afrentas y amenazas a sus intereses. Y esto es obvio, si reconocemos que existe la ciencia necesaria para la producción y aprovechamiento energético que desplaza a los combustibles fósiles que por definición liberan residuos tóxicos, la introducción de estas tecnologías representaría el fin de aquellos monopolios y grandes fortunas. Lo último que estas grandes corporaciones quieren es el cambio tecnológico. Hasta que no les queda mayor opción.
Y eso es justo lo que hemos visto en los últimos meses. Algunos de estos grandes conglomerados corporativos han reconocido que irremediablemente o cambian sus medios de producción energética o se encontrarán fuera del mercado en apenas dos décadas. Esto es una clara señal para el desarrollo de una nueva era tecnológica: los motores alternativos a la combustión. Sin duda será un proceso relativamente lento, pero que augura a que en menos de dos décadas veremos en el planeta un giro total de la producción y aprovechamiento de la energía.
En el ámbito de la aviación se verán cambios verdaderamente asombrosos, y desde hace algunos años se ha visto un genuino intento por incorporar estos medios. Lo primero que veremos, casi sin duda, es la introducción y estandarización de motores de biocombustible para aeronaves comerciales. Esta tecnología tiene al menos diez o quince años, pero su principal limitación siempre fue la oferta del combustible. Pero ahora que hay una oferta cada vez en incremento, es posible que veamos en muy poco tiempo que se incremente su uso al punto de su futura estandarización.
Pero este no es el límite. Aeronaves eléctricas, que funcionen por medio de energía solar, o bien por otros medios más complejos de producción energética a pequeña o gran escala no están fuera del radar para los próximos años. Pensar en aeronaves eléctricas, cuya forma de alimentación sea inalámbrica parece de ciencia ficción. Pero es un diseño que el científico serbio Nikola Tesla desarrolló en la teoría y en la práctica hace aproximadamente un siglo. ¿Podemos imaginar lo que en ese tiempo no se ha avanzado, pero que por las presiones que ya hemos comentado no se ha hecho público? Bueno, ese es el camino de la aviación.
Por su parte, el diseño “tradicional” de las aeronaves comerciales también tendrá un cambio significativo. Es parte del desarrollo tecnológico y del avance conceptual, pues al cambiar el elemento central que es la propulsión, todos los sistemas circundantes por consecuencia también cambiarán. Es decir, en tal vez dos décadas, difícil será reconocer las aeronaves que surquen nuestros cielos, si es que seguimos en la dirección que vamos.
Nos encontramos en el umbral de un cambio profundo en la tecnología aeronáutica global. Aunque nos cueste reconocerlo, el mundo que conocimos esta a punto de cambiar, y de manera sutil pero profunda veremos cambios importantes en nuestro sector y nuestra industria. Los orígenes de estos cambios tal vez no fueron por las razones correctas, y definitivamente se perdieron décadas de avance por la avaricia de unos cuantos. Pero el cambio es ya irreversible, a menos, claro está, que la objeción para sumarse a esta corriente global obedezca a “otros propósitos” y siga “otros intereses”. La ignorancia no cualifica como razón válida.
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