Las últimas semanas hemos sido testigos de un delicado y trascendente problema en la administración y gestión aeronáutica de nuestro país. No es ningún secreto que ya llevamos más de dos años y medio de malas decisiones, de controversias innecesarias, de problemas irrelevantes y de confrontaciones evitables. Ciertamente esto podría parecer descriptivo del entorno nacional en general, pero en el sector aeronáutico -donde existen intolerantes y mínimos márgenes de error, en razón de la precisión, la seriedad, la trascendencia y lo técnico del entorno por su propia naturaleza- es mucho más notorio y relevante. No debemos cansarnos de decirlo, y aunque parezca repetitivo y “exagerado” realmente no lo es: un error en la aeronáutica puede costar vidas humanas.
Este es el concepto que lamentablemente muchas autoridades federales no tienen claro, o si lo tienen realmente no le otorgan la más mínima relevancia. Podría parecer esto un juicio demasiado determinante, hasta tendencioso. Pero mientras pasa el tiempo más se acumula la evidencia de que a la actual administración federal poco le importa el costo material y en vidas humanas de sus decisiones; lo único relevante es dar cumplimiento a “ordenes” de la superioridad. Cuesten lo que cuesten. Y si para eso es necesario acallar, eliminar, suprimir, relevar o sustituir a personal experimentado, técnico, o tan sólo crítico de las disposiciones superiores, pues que así sea. Si eso implica que habrá costos (“curva de aprendizaje” le dicen) pues el erario público tendrá que resistir. Si se puede sustituir, adelante; si no, es “austeridad republicana”. Podemos encuadrar todas estas acciones en un discurso ideológico, pero en la lógica racional de la administración y la gestión pública es imposible.
Esto ha llevado al sector aeronáutico mexicano a tener un declive como nunca lo habíamos visto en la historia de la aviación nacional. Tal vez estamos experimentando la peor crisis, en todos los sentidos, y todo parece indicar que en vez de corregir la situación tan sólo se agrava. Del “rediseño” de las aerovías nacionales ya hemos hablado, de la capacitación y la instrucción del personal aeronáutico también, e incluso hemos abordado el tema de mantenimiento y refacciones. En todos estos temas el común denominador son determinaciones sin sentido coherente de las autoridades, y en otras, un franco silencio ominoso. Algunos otros temas son más difíciles de abordar, particularmente por que parecen casi imposibles, impensables, completamente irracionales.
Este es el caso al que llamo al lector reflexivo en esta ocasión, uno que admito cuesta creer por las potencialmente terribles implicaciones que tiene. En días pasados se ha publicado en diversos medios una auditoría interna de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM) en donde se documenta que al menos veintitrés Controladores de Vuelos fueron aceptados e ingresados al servicio activo sin aprobar los exámenes correspondientes del idioma ingles (para uso técnico aeronáutico), sin cumplir la edad para fines de inscripción y sin aprobar el examen psicofísico establecido en la convocatoria para el Curso de Formación de Controladores de Tránsito Aéreo y de Formación para Oficial de Operaciones Aeronaves con capacidad de Radiotelefonista Aeronáutico Restringido/Meteorólogo Aeronáutico Clase I.
De manera adicional, al menos cuarenta y cinco expedientes de personal egresado del Centro de Capacitación del SENEAM, promoción 2020-2021, se encuentran incompletos o tienen inconsistencias considerables. Esta auditoría, presentada el día 26 de marzo, encontró que algunos de los discentes ya egresados no cuentan con las calificaciones y cualificaciones suficientes para prestar sus servicios como controladores de vuelos bajo los estándares internacionales, lo cual denota indiscutiblemente una falta importante en el control interno del SENEAM y un potencial riesgo totalmente innecesario. A esto hay que sumarle que en dicha auditoría también se señala que el Manual de Operación Interna del Centro de Capacitación del SENEAM no se ha actualizado (cuando por norma debiera ser sujeto de una revisión anual) y que otros servidores públicos no han cumplido desde el 2019 con sus capacitaciones permanentes obligatorias.
Todo lo anterior, así como otras observaciones de la auditoría son profundamente preocupantes. Lo que en otras profesiones podría parecer algo menor, insignificante, en la de los Controladores de Vuelo es algo crítico, pues de su desempeño depende la vida en tierra y aire de pasajeros y tripulaciones, así como la operación y salvaguarda de parque material de alto valor. El no contar con la acreditación del idioma inglés en su empleo técnico aeronáutico es algo profundamente grave. Muchos servidores públicos y otros actores de la vida civil consideran que el manejar un idioma extranjero es innecesario, y hasta un símbolo ostentoso de una clase social que debe ser relegada al escarnio público. Tales afirmaciones tan sólo demuestran con meridiana claridad su total y absoluto desconocimiento, visión prospectiva, incompetencia, y total desconexión con el entorno de la aviación e internacional: actualmente en la aeronáutica es imposible poder operar sin tener un conocimiento adecuado del inglés técnico. Su manejo y aplicación profesional es vital e inexcusable para las operaciones aéreas con seguridad (a menos que también consideren las mismas como un símbolo de una imagina era anterior mal caracterizada), y son un estándar de la industria global desde hace décadas.
El no haber aprobado (y en algunos casos presentado) los exámenes psicofísicos también es algo muy grave. Esta prueba evalúa el nivel de aptitud, capacidad y preparación física y psicológica para hacer frente a la increíble responsabilidad del control de vuelos. Preocupante es que algunos controladores no hayan pasado estas pruebas, y que decir de otros requisitos de preparación académica. Esto, en conjunto con la mala administración del SENEAM y su Centro de Capacitación, y la falta de seguimiento en la capacitación continua de los empleados del Servicio es algo profundamente preocupante, por no decir alarmante al extremo. Este es el personal que tiene en sus manos la responsabilidad de la seguridad de los vuelos, aeronaves, pasajeros y tripulaciones. Este es el personal de primera línea que debe hacer frente a la cotidianidad aeronáutica del país. Y por lo que refleja esta reciente auditoría, un número considerablemente alto de servidores públicos del sector no están cualificados para el mismo.
Debemos también aclarar que hay muchos Controladores de Vuelo que están plenamente capacitados, cualificados y son extraordinarios profesionales. A ellos todo nuestro respeto y admiración. Pero con un CV que no cuente con todas sus cualificaciones, o bien que su desempeño no sea óptimo, es un riesgo totalmente inaceptable, evitable y su permanencia es una confirmación absoluta de una negligencia imperdonable. Si a esto le sumamos todos los antecedentes de semanas anteriores del entorno aeronáutico nacional, lamentablemente debemos llegar a la conclusión que estamos frente una potencial tragedia previsible. Sea este un llamado de atención para corregir estos problemas, y evitar así una catástrofe. El no hacerlo sería negligente, pero en el contexto nacional contemporáneo, insisto, tampoco nos podría sorprender mucho.
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