Las opiniones informadas derivan de dos cosas: datos sólidos, analizados y procesados en base a fundamentos claramente establecidos e incontrovertibles; y puntos de vista y perspectivas derivadas de la experiencia, expectativas o aspiración a la trascendencia. El primer factor implica una objetividad clara, sistemática y neutral. Lo anterior es casi imposible, ya que somos humanos y siempre tendremos esa subjetividad propia de nuestra especie, pues a final de cuentas solo una máquina o sistema inerte puede ser totalmente objetivo. Pero los fundamentos analíticos sobre los cuales generar una opinión sustentada si están debidamente documentados y razonados, pueden llegar a conclusiones cada vez más difíciles de disputar.
El segundo factor depende de una posición relativa, ya sea de origen o de aspiración de destino. Pueden ser las características particulares del punto de inicio, de un destino inevitable por la coyuntura/contexto, o bien por las aspiraciones a donde queremos llegar en lo individual y colectivo. En conjunto, estos factores influyen en una postura sustentada con mayor o menor grado de solidez, lo que da pie a criterios que informan a su vez una toma de decisiones para asegurar la trascendencia. Este es un tema filosófico-cognitivo del que mucho podríamos discutir y reflexionar, pero que el lector de esta columna dirá: “¿y esto que tiene que ver con la aviación?”
Y la respuesta es dolorosamente obvia, pues tal parece que llevamos dos años donde la postura oficial del gobierno mexicano en torno a la aeronáutica y su prospectiva ha carecido casi por completo de una postura sustentada o una reflexión crítica trascendente. Más bien parece todo lo contrario: contra-crítica, descalificante de otras posturas, irresponsable, negligente, obtusa, miope. Sin duda esperábamos como sector mucho más de las autoridades y funcionarios oficiales del sector; pero con una mezcla de molestia y decepción nos damos cuenta que las posturas adquiridas y manifiestas desde la superioridad gubernamental son una mezcla de negligencia retrógrada y una falta de visión al exterior, sustituyendo la misma a un reduccionismo interior ininteligible.
Desde la cancelación del NAIM, la puesta en marcha del Felipe Ángeles, la inexplicable falta de apoyo al sector durante la pandemia del 2020, la fiscalización irrestricta e insensible de las aerolíneas comerciales en plena crisis económica, el rediseño del espacio aéreo del centro del país, la descalificación de organismos internacionales, la reticencia a sumarse a acuerdos transnacionales y ahora la intimidación deliberada -junto con la descalificación sumaria- de los profesionales de la aeronáutica para evitar evidenciar malas decisiones gubernamentales, imposible es negar que tenemos un retroceso profundo en el pensamiento crítico desde la oficialidad en materia aeronáutica, y un negligente olvido en el ámbito espacial. Prueba clara de ello ha sido la postura oficial -seguida con ciega abyección por cuantiosos seguidores ideológicos particulares, por suscripción dogmática o por incentivo económico- de descalificar, insultar y denigrar a cualquier actor que se manifieste en contra de las determinaciones gubernamentales en materia aeronáutica en México, como en tantos otros sectores.
Lamentable -pero esperable- es ver que ante las críticas derivadas de varios lamentables connatos de incidentes aéreos derivados de un “rediseño” del espacio aéreo del centro del país la postura de las autoridades fue el silencio, luego la desacreditación de aquellos que manifestaron opiniones fundamentadas que evidenciaban contrariedad al discurso oficial, y finalmente la socavación y la burla generalizada a través de terceros particulares (conocidos comúnmente como “bots”). Lo más lamentable es que su reacción fue demasiado obvia, esperable y transparente. Evidentemente, estas reacciones sólo crearon mayor difusión de la situación y elevaron las críticas a otros ámbitos, incluso al punto de llevarlas a nivel internacional. Por lo tanto, si lo que buscaban algunos era acallar estas críticas, tan sólo alimentaron de combustible un incendio. Si fuera una situación “manufacturada” para la desacreditación de la labor gubernamental, la estrategia fue terrible. Pero al ser críticas informadas y sustentadas derivadas de una serie de eventos que ponen en riesgo la seguridad aérea o que afectan profundamente al sector aeronáutico nacional de manera negativa, la “estrategia” parece más una reacción desde la impotencia.
A nivel nacional e internacional se ha evidenciado algo importante: las “contra-críticas”, descalificaciones, e intentos por acallar opiniones contrarias a las posturas oficiales no tienen ningún sustento. De hecho, muchos comentarios en contra de aquellos que se han manifestado contra las determinaciones oficiales carecen de argumentos, pero se han caracterizado por insultar y denostar en base a subjetividades ideológico-dogmáticas y a percepciones totalmente descontextualizadas. Esto no habla de un buen nivel de discusión, de análisis, o de reflexión; más bien habla de una reacción oclocrática, demagógica, y carente de sentido racional. Es decir, reaccionan en base a aferrarse a sus ideas, tengan razón o no.
Pero aquí el lector crítico podría argumentar que esto parece un proceso generalizado en muchos ámbitos de la vida cotidiana del México contemporáneo. Lamentablemente esto es cierto, pero en el caso de la aviación es mucho más peligroso, ya que la falta de posturas y reflexiones críticas e informadas puede llevar a situaciones prevenibles, que en muchas ocasiones cuestan vidas humanas. La reputación y presencia de nuestro país se ha visto dolorosa y lamentablemente dañada por un conjunto de decisiones mal sustentadas en materia aeronáutica, y esto llevará invariablemente a un costo profundo en el mediano y largo plazo. Desde pérdida de inversiones hasta pérdida de confianza, todo contribuye a un deterioro de la imagen y posición de México ante el mundo.
Este problema es ya multicitado y numerosamente repetido. ¿Cómo lo arreglamos? El punto de inicio es crear una masa crítica de opiniones y posturas informadas y sustentadas. Debemos dejar de recurrir a la descalificación, a la desacreditación, a la minimización, o a degradar a quienes mantienen una postura informada diferente a la oficialidad. Debemos regresar a los fundamentos: información clara, análisis sustentados, conclusiones firmes, y visión prospectiva con mirada estratégica e integral. Debemos regresar a la profesionalización, a la responsabilidad, a la seriedad. Debemos de voltear nuestra mirada al exterior y a las alturas, no al interior y a tierra.
Las autoridades deben regresar a tomar un liderazgo proactivo, no a una secundar reactivamente lo que les dicta su propia superioridad o el contexto mismo. Deben regresar a ser guías, no verdugos; a ser intermediarios entre la norma y la realidad, no a imponer y acallar la obviedad. Debemos regresar al sendero para regresar la legitimidad y liderazgo internacional de México en la aviación, no seguir deteriorando lo poco que nos queda.
En síntesis, debemos cambiar nuestra percepción. Debemos tener una visión prospectiva, de futuro, de progreso. Debemos recuperar lo perdido. De lo contrario, estaremos condenados a la mediocridad, y de ella ni el futuro ni la historia nos sacará.
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