Entrando de lleno al 2021, una de las grandes interrogantes que tenemos como sociedad es cómo vamos a salir adelante de la gran crisis generalizada que se creó en el 2020. Como hemos comentado en ocasiones anteriores, esperaríamos que nuestras autoridades y líderes electos trazaran el camino, encabezaran los esfuerzos, o al menos establecieran un plan para ello. Falsas e inocuas son estas esperanzas; imposible es negar su profunda incapacidad para ello. A las pruebas debemos remitirnos, y debatir esta realidad expresa debe tener elementos probatorios, no palabras ideologizadas que tan solo ignoran la realidad.
De igual forma, también hemos comentado que le corresponde a la Iniciativa Privada tomar las acciones contundentes necesarias para que como sociedad salgamos adelante. Este proceso evidentemente ya comenzó, pero estamos a muy buen momento en el 2021 para darnos un momento de reflexión, de análisis e identificar realmente cuáles son los motores del desarrollo integral, duradero y trascendente. Indudablemente, esta es una discusión reflexiva mucho más amplia, por lo que en este breve espacio tan sólo me limitaré a dar una síntesis analítica, y tan sólo del tema que nos ocupa en esta columna.
Como civilización humana, independientemente de en qué momento histórico nos encontremos y evidentemente adecuado y contextualizado a cada entorno, contexto y coyuntura, hay dos motores reales del desarrollo: la gestión agropecuaria y la creación de alta tecnología. Se trata de los dos polos esenciales que mueven la actividad humana, y que establecen las coordenadas vitales de dónde avanzamos como civilización. La lógica es muy sencilla: la primera establece los requisitos esenciales para sobrevivir, ya que compone el eje de la alimentación, el núcleo básico para el sedentarismo (clave en nuestra especie), el arraigo y apego a un lugar sobre el cual gestionar la urbanización (característica definitoria del ser humano) y nos otorga conceptualmente una plataforma esencial sobre la cual proyectarnos y ampliar nuestros intereses. Este tema, pese a que es apasionante, quedará reservado para un espacio más pertinente para profundizar en la discusión.
Sin embargo, el otro polo es el que nos interesa: la concepción, el desarrollo y la gestión de la alta tecnología. Evidentemente, esto es escalable a cada sociedad, momento histórico y coyuntura; pero esencialmente consiste en la labor del ingenio humano aplicado a ampliar sus horizontes y expectativas. Todas las demás labores humanas apoyan a la primera o a la segunda de las nociones aquí expresadas, y en mayor o menor medida se justifican por el impacto real que tienen en su proyección. En el caso de la segunda, es lo que poco a poco nos lleva a superarnos, a desarrollarnos. A evolucionar.
Difícilmente vamos a encontrar una actividad que más requiera y haya propiciado el desarrollo tecnológico que la aviación y la industria espacial. En poco más de cien años hemos transitado de apenas volar unos cuantos metros a llegar a otros planetas. En los últimos setenta años hemos avanzado a pasos agigantados en el desarrollo tecnológico requerido para proyectarnos al aire y el espacio, por lo que al ritmo que vamos, muy posiblemente en esta tercera década del siglo XXI veremos avances impresionantes en nuestro sector.
Invoco las palabras de Ben Rich, director de Skunk Works de Lockheed-Martin -el área de desarrollo de alta tecnología aeronáutica de una de las empresas líderes de aviación a nivel global- y padre intelectual del F-117 Nighthawk, una de las aeronaves más impactantes de la historia, cuando le preguntaron qué otros proyectos tenían en su área de trabajo, a lo que respondió: “¿Viste la Guerra de las Galaxias (Star Wars)? Bueno, pues o ya lo hicimos, o ya lo superamos, o ya determinamos que no vale la pena. Tenemos tecnología que no veremos públicamente en otros veinte o treinta años”. Impactantes palabras, con increíbles implicaciones.
En esta década veremos avances en la aeronáutica y en el ámbito espacial que hoy nos parecen de ciencia ficción, eso es un hecho. Evidentemente, buena parte de la actividad humana contemporánea apoyará estos desarrollos de manera directa o indirecta, y sus beneficios serán derramados en prácticamente todas las actividades humanas. Así ha sido en la historia humana, y así será sin lugar a dudas.
Por lo tanto, reconociendo que buena parte del desarrollo social trascendente de nuestra especie se concentrará en el desarrollo tecnológico aeronáutico ¿podría ser este un camino para la sociedad mexicana? Si descontamos el apoyo y respaldo gubernamental, definitivamente. Y hay que decirlo enfática pero trágicamente: la actual administración federal y sus funcionarios simplemente no tienen la capacidad de entender los grandes beneficios que representa el apoyo y el estímulo a estas áreas de la actividad económica y científica nacional. Tal vez en el discurso enérgicamente señalen que lo respalda; pero en la práctica parece que su misión no es promover la evolución, sino la devolución, es decir, un profundo retroceso a la tecnología del anteayer. Si no fuera así, ¿cómo nos explicamos el recorte brutal a los proyectos de CONACYT? ¿cómo explicamos el retiro de apoyo a las universidades y centros de estudio superior? ¿cómo justificamos que se hayan eliminado los estímulos a la investigación y a los proyectos avanzados? Justificar estas acciones como combate a la corrupción sería casi una burla en el contexto nacional vigente.
No entremos en diferencias coyunturales. La clave es apoyar la investigación, el desarrollo y la gestión de alta tecnología aeronáutica. Tenemos en México tres clusters aeroespaciales de alto nivel (y existen otros en desarrollo) mismos que tienen buena parte de su financiamiento por la IP nacional e internacional. Ahí es donde está la clave para México en años venideros: que la Iniciativa Privada invierta en este sector; que haya estímulos a los desarrollos científicos, técnicos y tecnológicos; y que en vez de ver para adentro de nuestro país veamos al exterior. Pese a viento y marea, a discursos vacíos y promesas infundadas, a reproches ideológicos y a posturas frustradas y frustrantes, debemos ver al exterior y promover el avance, el desarrollo, la innovación.
Sin duda nos esperan muchas dificultades, y la intención de ciertos actores de retroceder en vez de avanzar es cada vez más clara y manifiesta. Pero eso no nos puede detener. La historia nos muestra que el avance y el desarrollo son motores imparables; y que actores particulares con visiones retrógradas o simplemente dolientes de profunda incapacidad comprensiva y prospectiva tan sólo retrasan el avance, pero no lo pueden detener. Los dos pilares del desarrollo humano se han visto reflejados por casi 20,000 años de historia humana.
Seamos entonces conscientes del camino que podemos y debemos seguir. Incitemos a la inversión privada en este rubro de nuestro sector, seamos partícipes de la evolución social que augura el tercer decenio del tercer milenio. Seamos parte de ese proceso que comienza en 2021, dejando atrás a aquellos que no pueden concebir la evolución, sino por sus limitantes están condenados a la devolución, es decir, la extinción.
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