Ya vamos en la cuarta semana de la “Nueva Normalidad”. Y en retrospectiva nos damos cuenta de dos cosas tan autoevidentes que negarlas sería una locura: no es ni “nueva”, ni es “normalidad”. Más bien es una “Cuarentena Extendida”; pero sin tanta estructura, disciplina y planeación -que viendo la dolorosamente obvia falta de planeación de la “Cuarentena” ya concluida es mucho decir a estas alturas- lo cual se traduce en un auténtico caos operacional nacional. Algunas empresas abren, otras no; algunos estados tienen ciertas medidas sanitarias, otros estados otras; algunos sectores luchan por regresar a la operación cotidiana, y amplios sectores de la población siguen atrincherados en sus domicilios presas de un terror justificado ante la pandemia que esta fuera de control. Hay un “semáforo nacional” para indicarnos cómo va avanzando el regreso a la “normalidad”, pero que sus colores e indicadores nos dicen realmente muy poco, si acaso nada.
Creer en los dichos, supuestos y “datos” del gobierno federal es una ilusa fantasía. No hay datos reales, puntuales ni precisos. Las autoridades sanitarias federales han caído en un descrédito absoluto, y casi a diario la ciudadanía percibe su confusión, sus contradicciones y en algunos casos dolorosamente absurdos, sus contradicciones e intentos por “doblar la realidad”. No se trata de “estirar la realidad para que se ajuste a los datos”, sino “doblar los datos hasta que se acomoden en la realidad que queremos transmitir”. Un auténtico absurdo, y la comunidad nacional e internacional son silentes testigos de la obviedad discursivo-mediática.
Absurdo es tratar de seguir insistiendo que la pandemia de COVID-19 a nivel nacional va mejorando: el número de muertes por esta enfermedad sigue apilándose peligrosamente y de manera vertiginosa. Imposible es tratar de ocultar que la comunidad internacional ha señalado en numerosas ocasiones que la estrategia del Estado Mexicano es un fracaso absoluto. Actualmente somos uno de los primeros países que encabezan la lista de contagios y defunciones: el mundo entero nos ha dejado atrás, y esto se debe a que el liderazgo nacional esta aferrado con insana determinación a una estrategia que a todas luces no funciona y que solo esta costando vidas en plenitud. Teniendo la oportunidad de salir adelante en esta crisis, pero dejando que pase para justificar un discurso mediático, ideológico, político y dogmático acedo y aferrado a crear una realidad imposible de sostener cada vida que cobra el coronavirus por estas decisiones es una muerte innecesaria.
Contrario a lo que la irreflexiva crítica podría apuntar, esta no es una “postura sesgada”, “tendenciosa” o “parcial”. Es tan sólo un reflejo sintético de la realidad, que de manera objetiva nos exige inmediata atención. No es posible seguir un rumbo plagado de irresponsabilidades y de palabras vacías, sino de acciones determinantes. Desde hace semanas vemos a un sector privado nacional contra las cuerdas, en una crisis depresiva terrible, sin incentivos para fortalecerse y aguantar la posición, pero luchando por sobrevivir. Evidencia de ello la tenemos innegablemente en nuestro sector, donde las aerolíneas nacionales -pese a verse enfrentados a una crisis inmensurable de nivel global, a un gobierno que los dejó morir solos, y a autoridades que hicieron poco o nada por asumir un liderazgo tutelar como debieran hacerlo- tomaron las riendas del asunto y desarrollaron medidas preventivas y reactivas para hacer frente a la pandemia.
El volumen de tránsito aéreo decreció en casi 95% en nuestro país, y desde hace cuatro semanas poco a poco se ha ido incrementando. Evidentemente no a la tasa que otros países, y ahora con la dolorosa carga de algunas empresas que se han extinto o declarado en bancarrota; no pudieron aguantar el golpe solas. Sin embargo, loable es que poco a poco se buscan reabrir operaciones, y con protocolos de seguridad muy superiores y más responsables que los dispuestos por las autoridades aeronáuticas nacionales. Impactante es que ante esta coyuntura sean las aerolíneas quienes pusieron el ejemplo, y que la “sorpresa” de esta crisis haya sorprendido a las autoridades, quienes se limitaron a solo seguir la inercia del sector privado.
Esta es una observación controversial, y habrá autoridades nacionales que busquen estridentemente declarar lo contrario y catalogar estas caracterizaciones como falsas, exageradas o inadecuadas. A las evidencias nos remitiremos, y el tiempo determinará realmente la gravedad de la situación. Solo recordemos que lo que es obvio no se juzga, y que lo que es evidente no se cuestiona. Por más que en México queramos consolidar una postura diferente, o “doblar la realidad hasta que se adecue al discurso”, la comunidad internacional en diversos foros, medios y contextos ha expresado su extrañamiento ante el comportamiento de las autoridades mexicanas, y lo peligroso de sus determinaciones prospectivas.
Por si esto no fuera suficiente, nos encontramos a unos cuantos días que esta crítica internacional se convierta en una verdadera tormenta contra nuestras autoridades. Recordemos que, en esta semana, el 1 de julio, entra en vigor el T-MEC. Este acuerdo trilateral es la continuidad para el TLCAN que pronto se extinguirá, pero en términos menos favorables para nuestro país. Por si fuera poco, en el mismo vienen disposiciones que hacen alusión al mal manejo de esta crisis por el gobierno mexicano, así como a la solución de controversias cuando intereses transnacionales se ven afectados por decisiones de Política Pública que atentan contra los acordado en el tratado. En el ámbito aeronáutico existen varios temas de afectación a intereses comerciales internacionales que serán sujetos al T-MEC, y que con base a ellos podrían -y serán- abordados por nuestros socios internacionales y frente a los cuales tenemos muy pocas defensas, en razón de las decisiones pasadas del gobierno federal.
Podría sugerirse que si así fuera esto, Estados Unidos y Canadá ya hubieran reclamado a México. Realmente esto no tendría sentido, por que el TLCAN esta por expirar y el T-MEC entra en vigor en unos días: era mejor esperar a que entre en pleno rigor el nuevo tratado y con fundamento al mismo presentar las correspondientes querellas a México. Se anticipa que el resultado no será favorable para nuestro país, y el respetuoso silencio de las últimas semanas de Estados Unidos y Canadá es un augurio tenebroso de lo que sigue.
Nos enfrentamos a una coyuntura terrible pero lamentablemente inevitable: una crisis global, una pasividad impactante en la respuesta de las autoridades federales, un sector privado golpeado y cercenado por el gobierno, incumplimientos internacionales, un tratado internacional que es el fundamento para una serie de reclamaciones ineludibles, y un gobierno que en vez de tomar medidas preventivas ante la crisis que se avecina se limita al apego a un discurso ideológico carente de sustento. Y en medio de esto tenemos una aviación nacional que sigue luchando por tratar de recuperarse, y que pese a todo sigue intentando levantar vuelo otra vez.
Tras cuatro semanas de “Nueva Normalidad” mucho estamos dejando atrás, y se vislumbran nubes de tormenta. No nos espera un camino fácil, ni un vuelo sin turbulencias. Seamos conscientes y que no nos “sorprenda la sorpresa” otra vez. Seamos conscientes de lo que viene y afrontémoslo, que al final de esta etapa deberá mejorar nuestro entorno. Tomemos altitud.
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