En menos de 24 horas daremos el adiós a este año y recibiremos un 2020 lleno de expectativas, una nueva etapa para transitar del plano de las ideas a la realidad en un periodo nuevo. Nadie conoce el futuro, y aunque tengamos una muy buena visión prospectiva del porvenir, lo cierto es que difícilmente podremos predecir con un elevado grado de certidumbre lo que nos avecina en este nuevo año.
Prueba de lo anterior lo vimos en 2019 entorno en el cual la lógica convencional, la visión prospectiva y un análisis objetivo nos llevó a pensar que muchos sucesos en nuestro sector e industria nacional se gestarían de manera diferente. Está el caso Texcoco-Santa Lucía cuya prospectiva a estas fechas hace un año eran totalmente distintas de lo que vimos en la realidad: la lógica indicaba el Gobierno Federal replantearía su proceder y otorgaría este proyecto al sector privado en Texcoco y dejaría al inviable Aeropuerto Felipe Ángeles en el lote de las malas ideas. Sin embargo, la realidad fue otra, pues la aferrada postura miope de unos cuantos guiados por una mal fundamentada visión ideológica nos llevo a un gasto inimaginablemente alto en un aeropuerto que hasta las autoridades internacionales consideran poco viable y altamente inseguro.
Lo mismo podría decirse de la Agencia Federal de Aviación Civil, cuyo proyecto señalaba que debería ser autónomo e independiente; pero en la realidad sigue con amplias vinculaciones al mando de la SCT. Un elevado conjunto de incidentes aéreos (algunos accidentes, otros potenciales y tantos más que no llegaron a ese nivel) siguen sin aclararse, y pese a que las autoridades correspondientes reiteran un elevado nivel de eficiencia, en diversos entornos es evidente esto no es totalmente cierto.
También el 2019 fue testigo de algunos eventos oficiales en materia de Seguridad Aérea, promoción a la capacitación y a la formación continua, y un énfasis en mayor cooperación entre el sector público y privado de la aviación mexicana. Mientras que lo tercero es producto natural e ineludible de la estrecha dinámica vinculatoria de las operaciones aéreas, lo segundo parece quedar más en el ámbito privado y lo primero en el de las buenas ideas con poca transferencia en la realidad. Esto se debe a que -se admita públicamente o no- el sector aeronáutico nacional ha reducido su confianza intrínseca en muchas autoridades nacionales.
En el entorno espacial pasamos de un estancamiento a un agobiante retroceso. Con la reducción de fondos presupuestados a la Investigación y e Desarrollo Nacional los programas gestión prospectiva aeroespacial y espacial apoyados por el Estado Mexicano también disminuyeron dramáticamente. Prácticamente todo el apoyo que se recibe de en estos temas es proveniente del sector privado, y mayoritariamente del extranjero. Como en muchos otros temas estratégicos, ha sido decisión del Estado Mexicano a través de la actual administración dejar de vincularse con el exterior, dejar de invertir en investigación, abandonar la innovación, y tratar de regresar y retroceder a una visión y postura de hace cuarenta o cincuenta años.
Obviamente, estos planteamientos son una total aberración. El mundo y la sociedad internacional que le integra sigue avanzando en un nuevo milenio con visión prospectiva y a pasos agigantados. Su crecimiento no se desacelera, sino todo lo contrario. Si antes decíamos que, si México se “estanca” es igual a retroceder relativamente a los demás actores internacionales, el que nos frenemos deliberadamente y volteemos la mirada atrás es una franca incoherencia y un arrebato retrógrada inconcebible e imperdonable.
En materia de infraestructura general también vemos un retroceso considerable. Innegablemente la presente administración ha emprendido varias obras orientadas a coadyuvar a sus proyectos y visiones nacionales. Sin embargo, la tasa de desarrollo es relativamente baja, la inversión (por no decir gasto) es muy elevado y las afectaciones son considerables. De hecho, si retomamos el hecho que algunos de estos egresos no verán frutos sino hasta (según fuentes oficiales) cinco o seis años en el porvenir, y que sus beneficios son -por decir lo menos- “cuestionables”, no podemos contabilizar los mismos como una potencial iniciativa de beneficio estratégico al nuestro sector.
Nos enfrentamos a un 2020 con pronóstico reservado, con una expectativa no necesariamente positiva y con una expectativa abierta a todo. Si hay algo que el 2019 nos mostro con claridad es que es difícil tener certidumbre en la lógica, y por consecuencia esto trasmite un mal mensaje a otros actores nacionales e internacionales. Por ese motivo es justo, prudente y pertinente tomar mesura, prudencia y a la expectativa de las nuevas determinaciones de nuestro ámbito. Lo anterior no implica adoptar una postura anticipadamente pesimista, pero si una que conciba y permita precisamente estas posibilidades.
Sin embargo, no por ello en esta nueva etapa que comenzamos debemos adoptar una postura alineada a la resignación o a bajar nuestra mirada. Por el contrario, la invitación es a que con nuestro ejemplo eventualmente vaya permeando un cambio de actitud y de disposición, una nueva visión y una nueva aproximación en nuestro sector. Sin duda esto no es fácil, sencillo o sin obstáculos, pero es responsabilidad de cada uno de nosotros hacer frente y promover conscientemente una nueva visión nacional a nuestro sector. Retomando los obstáculos que hemos enfrentado, sirvan estos para proyectarnos a un porvenir de altura, no a una realidad bajo la línea de horizonte.
Sea entonces este un buen momento para dejar atrás al 2019 y recibir con la mirada en alto al 2020. No dejemos los lastres del ayer nos impidan emprender nuevos vuelos y nuevas altitudes en esta nueva etapa que comienza. Que sea este un momento para volar alto y con nueva actitud, con grandes logros y con renovada intensidad prospectiva para todos los que integramos este noble sector.
¡Bienvenido 2020!
Facebook comments