Ha sido tema recurrente en este espacio -así como en otras columnas semanales de este medio- el discutir e incitar a la reflexión en torno a la infraestructura aeronáutica nacional. Una parte esencial de la misma la constituye la red RADAR. De hecho, en la actualidad es virtualmente impensable el conducir operaciones aéreas sin este apoyo telemétrico. El RADAR es un producto de la Segunda Guerra Mundial, y sus aplicaciones fueron esenciales en décadas subsecuentes para el desarrollo de la aviación con seguridad.
De esta plataforma tecnológica básica se han derivado un conjunto más especializado de medios de detección, identificación, seguimiento y realimentación de aeronaves en vuelo; así como de otros blancos en movimiento cuya posición, dirección y velocidad son necesarios conocer para llevar a cabo una eficiente gestión aeronáutica. Desde la identificación y seguimiento de aves en vuelo hasta fenómenos meteorológicos; desde aeronaves en vuelo hasta otros objetos como misiles y globos aerostáticos el RADAR es una herramienta esencial para la planeación, administración y gestión aérea.
Los Estados contemporáneos conciben al RADAR en dos esferas mutuamente vinculantes pero independientes: la civil y la militar. Desde el punto de la aviación civil, el RADAR es empleado para eficientar y garantizar la seguridad aérea, al emplear esta tecnología y sus derivados para dar seguimiento a todas las aeronaves sobre un espacio aéreo, y de esta forma prevenir accidentes y administrar la aviación comercial.
En la esfera militar, su concepción es complementaria pero contradictoria en algunos casos: por un lado es importante determinar la posición de aeronaves diferentes a las propias (ya sean aliadas o enemigas) sobre un espacio aéreo para poder mantener la Superioridad y Supremacía Aérea en un Teatro de Operaciones, mientras que por otro lado es deseable el que las aeronaves propias tengan un muy bajo o nulo reporte en RADAR, asegurando así su sigilo y ventaja táctica.
Este es el concepto operacional de la tecnología “Stealth”, ejemplificada por el F-117 Nighthawk (primera aeronave Stealth de combate de EUA reconocida como tal), el F-22 Raptor, F-35 Lightning II, el RAH-66 Comanche (helicóptero de ataque furtivo) y el Silenthawk (UH-60 Blackwhawk furtivo, conocido por haber sido empleado para insertar al equipo SEAL en el ataque a Osama Bin Laden en 2011), entre tantos ejemplos que se podrían invocar. Esta dualidad en el ámbito militar se fundamenta en el principio de determinar las acciones del enemigo antes que el (o ellos) puedan determinar las propias, y así obtener una ventaja táctica. Este planteamiento es válido en materia de Defensa y Seguridad Nacional, pero también lo es el mantener un adecuado control del Espacio Aéreo Nacional.
Para tal fin la responsabilidad no reside exclusivamente en las Fuerzas Armadas o incluso en el Gobierno por sí mismo. Por el contrario, es una responsabilidad conjunta entre el sector aeronáutico civil y las autoridades, las cuales emplean alas primeras para ampliar su cobertura y vigilancia por medio del requerimiento de informar cualquier dato a la que se encuentren expuestos en vuelo. Esto ayuda a que las capacidades de detección y telemetría se complementen con la infraestructura RADAR de un Estado orientado a la eficiencia. Lamentablemente, este no es el caso de nuestro país. Pese a ser este un tema complejo, controvertido y debatido, lo que es un hecho es que la red RADAR de México no ofrece una cobertura nacional al 100%.
Durante la Administración Federal 206-2012 se presentó el avance más importante de fortalecimiento en la materia, ampliando la red a prácticamente todo el sur del país y complementando áreas de vigilancia aérea en el occidente y norte de México. Durante el mismo periodo se consolidó el Sistema Integral de Vigilancia Aérea (SIVA) de la Secretaría de la Defensa Nacional, entidad encargada del monitoreo y supervisión aeronáutica del país. El SIVA representa uno de los grandes baluartes estratégicos de la seguridad y la defensa aérea del país, que de manera silenciosa pero permanente lucha por mantener una estrecha vigilancia de los cielos mexicanos para prevenir aeronaves irregulares, ilegales, o bien que podrían poner en riesgo al seguridad o la integridad aeronáutica de la nación.
Aproximadamente desde mediados de la administración 2012-2018 dejó de presentarse un entorno apropiado para ir fortaleciendo la red RADAR del país, y actualmente la Administración Federal vigente ha hecho poco por fortalecer esta importante parte de la infraestructura nacional. Esto ha generado grandes “áreas negras” en el norte del país, es decir, regiones donde no tenemos cobertura de radares primarios. Por su parte, en el centro y sur del país tenemos “áreas grises”, donde la cobertura de radares primarios no es totalmente eficiente y los secundarios no permiten una imagen completa. Lo anterior genera una potencial vulnerabilidad para la seguridad aérea nacional, y potencialmente podría representar una crisis en gestión.
Sin duda, no es la postura de este autor que nos encontramos ante un escenario catastrófico inminente, pero si que nos encontramos en una coyuntura nacional donde encaramos una importante vulnerabilidad que debemos subsanar y satisfacer a brevedad. Fortalecer la red RADAR del país implica inversión financiera, tecnológica y prospectiva, ya que para su correcta y eficiente gestión es imperativo sustituir la tecnología anacrónica con la que contamos e instalar radares primarios y secundarios adecuados para nuestro contexto y con potencial de actualización. De nada nos servirá emplear tecnología “pasada” que pronto quedará obsoleta (un gasto innecesario y absurdo) sino en tecnología de punta que pueda ser escalada y actualizada (una inversión bien gestionada).
Sea entonces un tema más a la reflexión en torno a la infraestructura aeronáutica nacional el identificar la importancia de actualizar e invertir en nuestros sistemas de detección aérea. No es un tema que haya sido muy mencionado últimamente, pero no por ello deja de ser esencial para la seguridad aérea. Sea este un tema para reflexionar en torno al futuro de las inversiones estratégicas nacionales, y de esta manera complementar la Seguridad Aérea Estratégica Nacional, la cual es vital para el desarrollo del país y de nuestro sector.
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