Difícilmente podría decirse que los últimos meses han sido intrascendentes para la aeronáutica mexicana. Nos enfrentamos tal vez a uno de los periodos más intensos y complejos de la historia nacional en materia aeroespacial, caracterizado por una coyuntura que sin duda definirá el futuro de la aviación del país, su proyección al porvenir y su interacción con el resto de la comunidad global.
Lamentablemente, este proceso no ha sido alentador, claro ni promisorio. Como hemos comentado y reflexionado en este espacio, la coyuntura de oportunidad en la que México se encontraba lista para asumir un liderazgo latinoamericano en materia de proyección del Poder Aéreo Nacional dio un abrupto giro de 180 grados cuando, de manera anticipada e irreflexiva, se decidió desechar una obra estratégica de tajo, optando por una “solución” que a la fecha todavía no podemos probar es viable. La comunidad aeronáutica, científica, empresarial, industrial y técnica-especializada pidió prudencia, congruencia y sobre todo sapiencia en una decisión tan crítica. Tales advertencias cayeron en oídos sordos, en mentes obtusas y en visiones miopes.
El gobierno, caracterizado por un astigmatismo estratégico impactante, mantuvo dicha decisión sin importar las afectaciones, costos, deterioros y detrimentos nacionales e internacionales para México.
Sabias son las palabras populares del ayer que claman “Quien no sabe a dónde va, cualquier camino lo lleva”, pero más obvio es el pregón que dice “No se sabe lo que no se sabe”. Es así como ahora debemos incurrir como nación en asumir frontalmente el costo de una decisión que a todas luces no es óptima. Es por ello que hemos insistido en este espacio en que la Administración Federal vigente publique clara y oportunamente su Visión y Plan Estratégico Nacional en el ámbito aéreo y espacial para este sexenio. Si el silencio fuera la respuesta sería grave; pero cuando la respuesta es más confusa que la pregunta es momento de pensar bien las cosas.
En el marco del 104 aniversario de la Fuerza Aérea Mexicana en la Base Aérea Militar No. 1 en Santa Lucía, Estado de México – exactamente en el epicentro de la controversia y discusión a la que nos referíamos- el Titular del Ejecutivo Federal anunció que la Secretaría de la Defensa Nacional administraría el “nuevo aeropuerto internacional” que se construirá en esta Base. Bajo el propuesto nombre de “Aeropuerto Internacional Gral. Felipe Ángeles” esta nueva instalación aparentemente respetará la Unidad Habitacional Militar, los escuadrones aéreos ahí emplazados, y la 37 Zona Militar. Cómo se va a lograr eso es un misterio, más si vemos físicamente el lugar.
Pero más confuso aún fue la siguiente declaración del Titular ya señalado: este nuevo aeropuerto será administrado por la SEDENA, bajo normas de SCT, pero los impuestos y beneficios del transporte aéreo irán a las arcas de la dependencia castrense. Exactamente cómo va a funcionar esto es un misterio, y el esquema administrativa/operativo propuesto desafía la lógica de la Administración Pública. Sin duda, alguna respuesta tendrán que dar, pero lo que queda manifiesto es lo innegablemente evidente: no hay un plan claro, definido ni objetivo en torno al futuro aeronáutico nacional.
Si ya nos encontrábamos en un contexto en el cual comunidad aeronáutica global desconfiaba de México por la cancelación del NAIM y por la confusa retórica detrás de la misma con estas declaraciones sólo podemos esperar que cada vez nos tomen menos en serio. Eso es un riesgo estratégico de gran preocupación para México, pues si esto continúa las inversiones en este sector serán reubicadas en otros países, las empresas serán disuadidas de invertir en el país, y este efecto se transmitirá a otros sectores. De tal forma puede darse un “efecto dominó” que afecte a México y produzca un deterioro cada vez mayor en el Riesgo País y otros indicadores globales de desempeño. Ya estamos viendo los efectos de estas decisiones en las calificadoras internacionales hacia México, y los efectos son innegables.
Por si no fuera suficientemente complejo, tenemos que lidiar con los riesgos intrínsecos de la aviación, y recordarnos sobriamente que estamos en un rubro donde la atención al detalle y la precisión es imperativa, y donde un descuido puede generar daños irreparables.
Caso en cuestión: el pasado jueves 7 del actual en el Aeropuerto Internacional de Toluca –otro epicentro de la ya sobre discutida controversia expuesta– una ambulancia aérea LearJet 35 con matrícula XA-DOC con destino al Aeropuerto Internacional del Bajío en Guanajuato solicitó regresar tras declarar una emergencia. Al momento del aterrizaje a las 07:14 hrs. presuntamente por problemas mecánicos esta aeronave se despistó y se incendió.
No hubo víctimas humanas y los daños materiales de la aeronave son parte de una investigación de la DGAC. Sin embargo, este incidente nos debe recordar lo crítico que es la aviación, lo exigente que es su empleo y lo intrínsecamente peligroso que es nuestro sector.
La seguridad del mismo proviene del profesionalismo, de la atención al detalle, de la precisión y de la observancia de normas, criterios y disposiciones muy específicas. Sea este incidente un llamado a la cordura y a reconocer que, en la media que no tengamos o promovamos la claridad, la objetividad y la transparencia en materia estratégica, este tipo de incidentes pueden ocurrir y –lamentablemente- con consecuencias mucho peores, irreversibles y trágicas.
Facebook comments