En la noche del 8 de octubre de 1950, en Torreón Coahuila, un avión DC-3 bimotor de la aerolínea LAMSA tenía como destino la Ciudad de México y entre sus pasajeros había un grupo importante de diputados y senadores. En el despegue, el capitán Jorge Guzmán Lavat percibió vibraciones inusuales en sus controles y durante el vuelo la aeronave continuó comportándose anormalmente, por lo que a la media hora de trayecto decidió regresar a Torreón, temiendo una falla mecánica.
Al aterrizar, la cola del avión bajó más rápido y fuerte de lo normal y cuando se detuvieron y realizaron una inspección, descubrieron a un joven semiconsciente agarrado del estabilizador trasero derecho, pegado al empenaje. Cliserio Reyes Guerrero estaba casi desnudo, de no ser por un gorro y gafas de aviador, porque su ropa había sido desgarrada por los vientos de casi 290 kilómetros por hora y presentaba hipotermia porque había alcanzado 4 mil metros de altura, en una odisea que duró 59 minutos.
El muy humilde Cliserio tenía 17 años y era oriundo del ejido de Florencia. Le gustaban mucho los aviones, pero sabía que no tenía dinero para volar en uno, así que su consuelo fue trabajar como chalán de mecánico en el aeropuerto. Allí se dio cuenta que podría volar bien amacizado del fuselaje, practicó la maniobra en aviones que estaban en el hangar y determinó hacerlo de noche para que no lo vieran.
Ni a la aerolínea ni a las autoridades les hizo mucha gracia la acción y le levantaron cargos por poner en riesgo las vidas los ocupantes, buscando una sentencia ejemplar para desalentar a futuros ocurrentes. Sin embargo, la proeza del joven torreonense había dado la vuelta al mundo y ganado muchos seguidores, quienes pagaron la fianza inicial y después fue perdonado. Dicen que Pedro Infante, quien era aviador, estuvo entre los donadores y le ayudó a obtener su licencia de piloto. En 1997, Don Cliserio falleció en Chiapas, donde trabajó como piloto y hasta puso su empresa de aviación.
El año que Cliserio pereció, otro joven de 17 años fue encontrado en los rodajes del aeropuerto de la CDMX, escondido entre las maletas del vuelo 6401 de Iberia. Al ser detenido, este confesó ser español de Bilbao y que había llegado a nuestro país como polizón en el compartimiento de carga del avión, por lo que fue repatriado a España. Una vez en el país ibérico, se dieron cuenta que el morro era mexicano y había inventado toda su historia, y la Guardia Civil española le había creído porque “el chico es muy blanquito e imita muy bien nuestro acento”, declaró un policía gachupín.
En el 2015, un muchacho de 14 años originario del Estado de México burló la barda perimetral del aeropuerto de Chetumal y se subió a un vuelo de Interjet que estaba siendo abordado. Fue descubierto sólo porque tuvo la mala suerte que apareciera el dueño del asiento que ocupó y lo balconeara ante las autoridades.
La mayoría de los polizones del mundo viajan en los compartimientos del tren de aterrizaje principal, expuestos a caídas, congelamiento y falta de oxígeno. Durante el último año sólo ha habido un par de casos exitosos: un hombre que salió de Guatemala y aterrizó en Miami, y un keniano que voló a Ámsterdam desde Nairobi. De acuerdo con la FAA, de 1947 al 2021 hubo 129 casos confirmados de polizones en el mundo, de los cuales sólo 27 sobrevivieron al viaje; sin embargo, el número real es mayor, ya que algunos polizones caen al mar o a zonas deshabitadas, o llegan a su destino sin ser detectados.
Los polizones son todos hombres, en su mayoría africanos y latinoamericanos menores de 30 años, que tienen como principal destino EUA y el Reino Unido. Los polizones exitosos planean sus acciones con anticipación y estudian puntos de ingreso vulnerables en aeropuertos, evidenciando un preocupante problema de seguridad aeroportuaria. En México no es raro que haya violaciones al perímetro de seguridad de un aeródromo para robar combustible de equipo de tierra, piezas, o desvalijar algún avión abandonado de Aviacsa.
Por más célebre e inverosímil que sea la hazaña de un polizón, el principal mensaje que transmite es la necesidad de reforzar la seguridad en aeropuertos antes que suceda un incidente mayor. Imaginemos las consecuencias si Cliserio, al aferrarse del timón de profundidad de aquel avión, hubiera provocado un accidente. Difícilmente se habría identificado la causa real, y la muerte de varios senadores y diputados hubiesen impactado al país y a su naciente aviación; aunque, conociendo a los mexicanos, quizá hasta hubiéramos hecho santo al intrépido muchacho.
Facebook comments