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16/04/2024

De percepciones y realidades (II)

José Medina Go… / Domingo, 10 Julio 2022 - 23:03

La coherencia y la congruencia entre la percepción y la realidad es la mejor muestra de la sanidad y la integridad. Sin embargo, somos seres humanos; en mayor o menor medida siempre existirá una discrepancia -por mínima que sea- entre lo que percibimos y el mundo que nos rodea. A mayor cercanía entre ambos le llamamos “objetividad”, y la distancia entre ellos consiste en la “subjetividad”. No somos robots, máquinas o instrumentos mecánicos, y por más precisos que seamos siempre tendremos una subjetividad implícita que caracteriza nuestro proceso interpretativo.

Cuando esto ocurre de manera cotidiana, normal y ordinaria le llamamos “grados de error”; y es producto de nuestra participación activa en los fenómenos que nos rodean. La sumatoria de estas desviaciones de la “realidad objetiva” se convierte en la “verdad percibida”, y esta debe estar sustentada en lo que la evidencia física y documental refleja. Imposible es pensar que como seres humanos podemos abstraernos de la interpretación, a la que nos referimos habitualmente como “puntos de vista”.

Ante un fenómeno, proceso, o suceso, como individuos tenemos puntos de vista y perspectivas individuales. Éstas son producto, a su vez, no sólo de dónde nos encontramos conceptual, física e intelectualmente respecto al proceso observado; sino también de nuestros antecedentes, nuestra formación, nuestros intereses, nuestras aspiraciones y objetivos, y nuestra intencionalidad de trascendencia. Es así que, ante un acontecimiento, podemos tener diferencias perceptivas e interpretativas; y la realidad objetiva estará, por conclusión lógica, en un punto donde estas diferentes experiencias se interpretan en base a la evidencia registrada.

Esta es una discusión profunda, y una reflexión que da para mucho. Sin embargo, el lector crítico preguntará ¿y esto que tiene que ver con la aviación nacional? La semana pasada abrimos esta serie reflexiva planteando que la realidad aeronáutica que vive México se define primordialmente por las perspectivas y posiciones que adoptan los diferentes actores que participan en la misma, así como de las acciones que encabezan en función de las anteriores. Es por ello que la explicación anterior es primordial como punto de inicio analítico para entender nuestro entorno, y posee profundas implicaciones en la comprensión de la realidad que vive nuestra aviación, así como su potencial porvenir.

En el entorno aeronáutico mexicano existen cuatro actores principales que influyen en la realidad, a saber: las aerolíneas privadas (nacionales y extranjeras), las autoridades nacionales, la comunidad aeronáutica internacional (autoridades, especialistas, agentes, etc.), y los usuarios (pasajeros, clientes, beneficiarios). Estos no son figuras estáticas, sino figurantes dinámicos que van cambiando en función del tiempo, del espacio, y del contexto que vivimos a nivel nacional y global. Son movidos por tendencias, por coyunturas, y sobre todo por percepciones de la realidad que vivimos. De hecho, buena parte del comportamiento de ellos, mismo que modela el entorno de la industria, proviene de la percepción que tienen del medio.

Mientras estos cuatro actores tengan más o menos una misma percepción e interpretación del entorno aeronáutico nacional e internacional los procesos contextuales y coyunturales pueden fluir de manera continua. De hecho, es lógico, pues en este escenario todos están alineados más o menos en la misma dirección, y eso disminuye considerablemente las fricciones y resistencias a la dinámica esperada y esperable del sector. Hasta hace poco más de tres años, los cuatro actores ya planteados estaban en esta relativa sincronía; y aunque es imposible demostrar que había una alineación perfecta, la tendencia estaba clara. Nuestro sector era relativamente estable, conducente y con proyecciones claras al desarrollo en una espiral ascendente.

El problema comenzó en 2018. Sin duda, previo a esta fecha había grandes temas y problemas en la aviación mexicana, e innegable sería que había temas que requerían atención inmediata. Pero el gran cambio de rumbo fue la cancelación del NAIM. Este fue el primer síntoma claro que uno de los cuatro actores esenciales (las autoridades nacionales) tenía una percepción diferente de la dinámica y tendencia de la aeronáutica nacional e internacional. Hemos comentado hasta el cansancio en este y otros espacios que esta “percepción” con la cual se fundamentó esta desastrosa decisión se sustenta en todo menos en hechos, y se elaboró más por una voluntad política -rayando en el capricho personal de una sola persona- que por evidencia empírica y un razonamiento informado.

Claro está, para estas alturas, que fue un error estratégico de grandes dimensiones. La evidencia documental lo demuestra más allá de la duda razonable. Lo que ocupa al planteamiento de esta columna es que uno de los cuatro actores esenciales de la aviación nacional se “desvió” de la congruencia y la coherencia entre la realidad y sus tendencias objetivas, su discurso y su subsecuente toma de decisiones. De aquí se deriva todo el problema subsecuente que hemos vivido por más de tres años.

En el momento que uno de los cuatro actores tuvo una posición divergente en su interpretación de la realidad y su correspondiente reacción, los otros tres actores comenzaron a sufrir una resistencia dinámica significativa. Comenzaron los conflictos, los contrastes, las fricciones; y por lógica se amplió la brecha perceptiva-discursiva entre ellos. El resultado es parte de lo que estamos viviendo: descoordinación, tensiones, dichos sin sustento, y una realidad abrumadora que no coincide con el discurso oficial.

Vemos actores privados que no quieren más conflictos con la autoridad, pero tampoco pueden secundar un discurso que no refleja el entorno. Tenemos actores internacionales que cada vez se distancian más de las autoridades nacionales, por que la postura y posición de las segundas es cada vez más hostil ante las primeras y la realidad. Los usuarios cada vez están más confundidos, más distantes, más inciertos, y más afectados por estos jaloneos. Finalmente, tenemos autoridades que rayan en la desesperación, la inacción, la soberbia y la ignominia simultáneamente.

Cuatro actores que deberían “jalar parejo”, que debieran estar alineados, no lo están. Comenzó el problema cuando uno de ellos determinó un camino divergente. La descomposición perceptiva e interactiva fue el efecto subsecuente. Mientras más pasa el tiempo más se complejiza y se incrementan estas disparidades. Cada vez es más complicado que las visiones se reencaucen, a menos que aquel que metió la disparidad enmiende su rumbo; y bien sabemos eso no va a pasar. ¿Aceptar un error? ¡Ellos jamás!

Veremos la semana que entra que efectos caóticos conlleva esta actitud.

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