México se encuentra atravesando lo que a todas luces podría considerarse una de las mayores crisis de la aviación en su historia. Con la salida del exdirector de SENEAM hace apenas un par de semanas, como alud se han dejado venir más revelaciones en torno a su gestión, así como de las motivaciones para un conjunto de decisiones de las autoridades que son poco menos que indefendibles. Lo que se veía como un panorama grave hace apenas un par de semanas tan solo se ha complejizado, y aunque desde la cúspide de la titularidad del ejecutivo federal trate de bajársele el perfil a estos sucesos, en realidad se acelera el paso a vislumbrar un problema mayor.
La irresponsabilidad de las autoridades federales en la presente administración en torno a la gestión y visión del espacio aéreo nacional -y en particular sobre el Valle de México- ha entrado a una nueva etapa: la negación. Pese a los videos, grabaciones, testimonios, telemetría, y tantas otras evidencias incontrovertibles de que el rediseño del espacio aéreo para darle un soplo de aliento al Aeropuerto Felipe Ángeles es un verdadero desastre, que tan sólo fue para dar cumplimiento a un capricho, pero que fue elaborado “al vapor” (por decir lo menos), todavía el residente de Palacio Nacional tiene a bien pronunciar, reiterar y confirmar en el púlpito público donde todo se acusa -pero nada se prueba- que lo que todos vimos y es más que evidente es, sin lugar a dudas, falso.
Es más, señaló que eran constructos motivados por –sí, adivinó- sus adversarios ideológicos y todos aquellos que piensan diferente a él. En un ejercicio sin paralelo de egocentrismo, convirtió un problema extremadamente delicado y técnico (la seguridad aérea) en una afrenta personal (típico), y de un plumazo descalificó, minimizó y trató de voltear una crisis en línea a su discurso cotidiano. Como siempre, la culpa es de alguien más. Pero no se nos debe olvidar que el origen de todo este problema reside en forzar las cosas con nulo conocimiento para dar cumplimiento a una “visión” que no se sustenta con absolutamente nada razonable.
Sin duda habrá muchos actores que consideren que la crítica que emito en este espacio es ideológicamente motivada, o que simplemente es una animadversión personal. Pero no, por desgracia estamos hablando de algo mucho más delicado: la autoridad no puede dar un golpe en la mesa, desvirtuar lo obvio, y alterar la realidad por que no le conviene. Tenemos una crisis extremadamente grave en materia de seguridad aérea, y poco o nada se está haciendo para solucionarla.
Después de que fue verdaderamente imposible ocultar la realidad después de la viralización de los videos y grabaciones del sábado 7 del actual en el AICM, se convocó a una “mesa de diálogo” (o el término que usted guste, para efectos es lo mismo) entre las autoridades y representantes del sector aeronáutico civil. Reza un dicho dentro de las Fuerzas Armadas, una verdadera perla de sabiduría castrense, que “si quieres darle carpetazo a un tema, convoca a un comité”. Y dicho y hecho, esta misma sapiencia fue la que se instrumentó desde la cúspide de la autoridad nacional.
El problema es que como lo hicieron dejó más preguntas que respuestas, y levantó tanto las cejas de muchos especialistas que algunos aumentaron el diámetro orbital ocular considerablemente. Primero que nada, la reunión ordenada por la Presidencia de la República tuvo lugar en la Secretaría de Gobernación, lo cual podría ser un tema menor, a salvedad que fue encabezada por el titular de esa dependencia. ¿Y el secretario de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes? ¿Y el director de la Agencia Federal de Aviación Civil? ¿Y el liderazgo de SENEAM? Aparentemente, bien de salud. Pero ausentes en la reunión. Destacaron algunos representantes de la SEDENA, pero no de su componente aéreo sino del terrestre. Y por si eso no fuera suficientemente confuso, los temas de la plática y los posibles acuerdos fueron todavía más sorprendentes: se va a migrar un porcentaje muy significativo de operaciones del AICM al Felipe Ángeles, dando cumplimiento al capricho presidencial.
Es difícil en un espacio semanal como este dar un análisis profundo de lo que todo esto implica y representa, pero en esencia podemos decir que el mensaje que se transmite es todo menos de confianza y seriedad. Primero, que la reunión haya sido encabezada por el secretario de Gobernación, el responsable de la política interior del país, y no el titular de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, nos obliga a preguntarnos el por qué. Que haya participado en la reunión personal del Ejército Mexicano es todavía más confuso, pero el clímax de las contradicciones reside en la declaratoria de traslado de operaciones del AICM al aeródromo Felipe Ángeles. Precisamente por la existencia del segundo existen los problemas que estamos viendo en el primero, y sobra decir que la obra que se entregó dista mucho de ser un aeropuerto plenamente operativo.
No es ningún misterio que el Felipe Ángeles jamás va a sustituir al AICM, y que es virtualmente imposible que ambas instalaciones operen simultáneamente. Esto se ha repetido y demostrado una y otra vez por actores de gran nivel, trayectoria y trascendencia nacionales e internacionales. Y aunque existan voces que declaren que SENEAM ha publicado procedimientos detallados al extremo para estas maniobras, irresponsable e ignominioso resultaría no remarcar una de las grandes máximas de la ciencia moderna: si el primer paso está mal, cualquier procedimiento subsecuente por bien que esté realizado que se emprenda desembocará en un resultado equivocado o adverso.
Algo que empezó mal sigue para peor. Pero la gran sorpresa es que aquellos que tienen el carácter y la voz necesaria para poner un alto a esta debacle y exigir con firmeza que se garanticen las condiciones de seguridad en el espacio aéreo tal parece que se acomodan a los designios de la autoridad. Si, por desgracia vemos que las aerolíneas nacionales son copartícipes de este proceso, y en vez de tomar medidas contundentes para garantizar la seguridad aérea prefieren acordar con las autoridades y mantener un clima de aparente calma artificial.
Por supuesto, entiendo bien que las aerolíneas deben trabajar y coadyuvar a las autoridades, y que no pueden pelearse abiertamente con ellas. Pero hay formas de hacer las cosas, y su respuesta parece ser más una observancia política que una verdadera llamada de atención en torno a la integridad aérea y de seguridad aeronáutica del país ante lo que desde hace años se veía venir. Por cosa de nada México se ha salvado de un percance aéreo de proporciones extraordinarias; y la complacencia política, la subordinación y la cooperación poco están haciendo para evitar un problema mayor.
Los problemas siguen, y parece se van a incrementar. Pero lo más sorpresivo no es quién y cómo inició esta debacle, sino quiénes con su silencio permiten que continúe y potencialmente se incremente. Espero estar equivocado, y que el pronóstico que realizo esté errado. Pero si ocurre una tragedia por falta de atención a estos problemas, parte de la responsabilidad la tendrán quienes mantuvieron silencio, y se presentan de cara como “inocentes”.
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