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20/04/2024

Donde debemos invertir

José Medina Go… / Domingo, 8 Agosto 2021 - 21:38

En el pasado reciente hemos visto egresos del presupuesto federal en acciones muy poco redituables, y para muchos totalmente innecesarias. Ciertamente cada ciudadano tiene una opinión al respecto, y cualquier postura es totalmente respetable. Pero el hecho que sea un tema de discusión nacional la utilidad y beneficios reales de estos gastos es significativo, particularmente por que a nivel nacional e integral tenemos grandes áreas y sectores donde urgen recursos, no como gasto sino como inversión estratégica esencial.

En este espacio semanal hemos señalado en repetidas ocasiones la diferencia entre gasto e inversión. La primera hace alusión a egresos que se realizan para subsanar una aparente necesidad, pero con poco o nulo beneficio posterior; mientras que la segunda es inyectar recursos para obtener un beneficio en el corto, mediano o lago plazo. Mientras mayor sea el beneficio en relación a los recursos aplicados, más eficiente la inversión. Lastimoso, evidente, y totalmente incontrovertible resulta ver como muchos recursos del presupuesto federal -que debemos recordar provienen de las aportaciones fiscales de ciudadanos mexicanos, por lo que son recursos exclusivamente públicos- se han aplicado en temas que resultan virtualmente sin ningún beneficio real. Esto es lo que muchos especialistas han señalado como “tirar dinero a la basura”. Es difícil no estar de acuerdo con esta aseveración, a menos que se adopte una postura totalmente alejada de la realidad nacional contemporánea objetiva.

Es entonces prudente reflexionar dónde debemos inyectar esos capitales para obtener el mayor beneficio público posible. La lista es grande: medicamentos, educación, seguridad y gestión pública, etc. Enumerar los requerimientos esenciales (y urgentes) donde se ocupa con inmediatez los recursos públicos trasciende en tema y espacio a esta columna. Pero existe un rubro donde sin duda estos capitales públicos le darían grandes beneficios y de manera muy eficiente al Estado Mexicano y su sociedad: ciencia y tecnología.

Como se ha apuntado en esta columna semanal en ocasiones anteriores, y que sin duda requiere de un mayor desglose explicativo que resulta imposible en este breve contexto, existen dos motores del desarrollo humano: gestión agropecuaria y desarrollo tecnológico. El primero nos da sustento cotidiano (comida), el segundo es el motor de la proyección civilizatoria humana. Ambos requieren aportes científicos para ser cada vez más eficientes e impulsar a la sociedad que los alberga. Todas las demás profesiones y actividades humanas apoyan a uno u otro extremo promotor del desarrollo integral, y la eficiencia de cada campo de gestión profesional -en una lógica de desarrollo prospectivo, se aclara- se puede medir dependiendo que tan alejado o cercano contribuye a la gestión, desarrollo, administración, evaluación o promoción de estos dos pilares de la civilización.

El primer eje no nos ocupa este espacio. Pero el segundo sí, particularmente cuando reconocemos que uno de los principales catalizadores y promotores del desarrollo científico y tecnológico es el sector aeroespacial. Aquí es importante hacer una distinción esencial: una cosa es el entorno aeronáutico, otra muy diferente es el ámbito espacial. Aunque hay elementos en común, son entornos de especialización profesional totalmente distintos. Durante el siglo pasado el primero fue uno de los grandes motores del desarrollo, y de alguna manera esto se ha extendido por inercia hasta nuestros días.

Pero el segundo será el motor del desarrollo civilizatorio humano en el nuevo milenio. Hace setenta años dimos nuestros primeros pasos en este entorno, rápidamente avanzamos, pero nos detuvimos por coyunturas políticas globales. El nuevo milenio sin duda se caracterizará por la proyección humana en el espacio, y en fechas recientes hemos visto avances significativos en la materia. Pasó lo que en su momento se advertía a todas luces: el sector privado ha tomado la delantera y ha proyectado sus capacidades más allá de lo que entidades gubernamentales y agencias especializadas de los Estados pueden hacer. El espacio es ahora terreno de la iniciativa privada, y esto va a promover una mayor competencia; y esto, sabemos bien, es uno de los promotores más importantes del desarrollo.

Invertir en aeronáutica o en el espacio es una apuesta segura: los beneficios futuros son inmensamente superiores en el mediano y largo plazo a los montos invertidos. Esto es una constante totalmente indiscutible desde hace décadas, y buena parte de la vida cotidiana que tenemos hoy en día sería imposible sin los avances aeronáuticos y espaciales. El sector industrial más redituable es sin duda el aeroespacial, y prácticamente todos los Estados que buscan tener un papel preponderante y significativo en el porvenir se encuentran invirtiendo en él. Significativo es que pese a la pandemia del COVID-19 y la crisis global esta inversión no ha disminuido significativamente, y en meses pasados se ha incrementado. Los datos son claros, las conclusiones evidentes.

El problema es lo que estamos haciendo (o no) en México. Es bien sabido que la presente administración y su liderazgo no consideran a la ciencia ni a la tecnología como temas prioritarios. Por el contrario, los ataques descalificadores a estos rubros, a sus promotores y a quienes hacen posible que sean campos profesionales serios han pasado del insulto mediático-discursivo a la denigración irreprochable. Tal pareciera, y de hecho la evidencia lo confirma de alguna forma, que existe una corriente de pensamiento en el liderazgo público nacional anti-científico y contra-tecnológico. Esto es totalmente inaceptable, inexplicable e irracional para un país como México en la tercera década del siglo XXI.

Nuestro país es cuna de grandes científicos, tecnólogos y promotores del desarrollo. Una mirada al amplio repertorio los aportes de las universidades, centros de estudio y planteles de investigación nos muestran claramente de lo que somos capaces. Desde aeronáutica aplicada hasta física teórica, desde ingeniería aeroespacial hasta producción electrónica, y de administradores especializados hasta técnicos del más alto nivel, el sector académico nacional se caracteriza por tener algo que aparentemente algunas autoridades nacionales carecen profundamente: visión estratégica y prospectiva.

En un contexto donde necesitamos oportunidades, es un contrasentido demeritar o denostar con expresiones sin sustento y con descalificaciones aberrantes a los cuatro vientos a aquellos que pueden brindar al país beneficios en el corto, mediano y largo plazo. El sector aeronáutico y espacial mexicano requiere de estímulos, de fortalecimiento, y de apoyos desde el más alto nivel. Muchos especialistas están saliendo del país a entornos donde su visión, capacidades y potencialidades son bien recibidas. Es inaceptable que la postura del liderazgo nacional -en hechos, no en palabras- sea de descalificación y hasta de celebrar que perdamos estos grandes mexicanos y que estos sectores nacionales se pierdan. Esto es falta de visión. Es justo ahí, en estos rubros, donde hay que invertir. Ahí es donde está el futuro. No nos quedemos en el pasado.

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