Tal parece que la historia de Santa Lucía y su “aeropuerto” multifacético y controvertido continúa. Multifacético en razón que tiene diferentes ángulos de presentación y análisis tanto en México como en el extranjero; y controvertido por que mientras que las autoridades lo presentan con un discurso glorioso, imponente y trascendente, la comunidad aeronáutica nacional e internacional, así como la opinión pública informada y reflexiva la siguen viendo por lo que es: un proyecto de alcance mínimo y que difícilmente -si acaso alguna vez- logra funcionar que destruyó una obra que hubiera beneficiado a México por generaciones; una pérdida monumental de recursos públicos, que bajo cualquier criterio o medida es totalmente inaceptable; y como una manifestación clara del poder presidencial.
El proyecto desde sus orígenes se ha visto envuelto en controversias y descrédito público. Cuestionamientos de por qué si es un aeropuerto “civil” lo están construyendo militares, así como incontables -y lamentablemente denunciados y documentados- actos de corrupción al interior de este proyecto, para terminar con un rediseño del espacio aéreo que es todo menos eficiente, funcional y seguro. Por su parte, cualquier crítica, de cualquier tipo o naturaleza, a este proyecto insignia de la llamada “4T” es respondida con una agresión irracional, sin fundamentos y desde la oscuridad del anonimato mediático o del elevado atril de la autoridad y el mando pasando de la burla a la humillación, y del escarnio a la desacreditación y descalificación. Para pronto, tal parece que la consigna es: hay que cuidar, proteger y engrandecer por cualquier medio posible esta obra, que es insignia de la 4T, en razón que sobre de ésta (así como de otros dos proyectos igualmente ineficientes) descansa la credibilidad del “régimen”, su liderazgo y de aquellos que a costa de la razón han dado todo por llevar al terreno de la realidad procesos en el corto plazo llamativos, pero en el largo plazo nocivos para la nación, sus habitantes y sus descendientes.
Eso sintetiza en esencia el “Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles”. En diez años o menos veremos con total claridad el fracaso ignominioso, el costo innecesario y la cerrazón en retrospectiva que llevó a dilapidar miles de millones de pesos del erario público en tiempos de la peor crisis y pandemia global en la historia reciente para satisfacer a una promesa abstracta convertida en capricho. Esperemos para entonces no estar lamentando pérdida de vidas humanas, y para ello es necesario reconocer que al frente de estos proyectos se requiere gente especializada, con una trayectoria profesional de vida en el rubro, y con décadas de experiencia en aeronáutica comercial. Esto no es una aspiración abierta, es la síntesis analítica y lógica de algo que debiera ser autoevidente.
Sin embargo, en esta administración este no es el caso. Se privilegia a una “lealtad” sobre la capacidad, y la subordinación a la competencia. Esto no significa que en su totalidad aquellos que colaboran en los altos niveles de la administración pública presente sean incompetentes, sólo que su experiencia y pericia no se aprecia claramente en sus decisiones ya que radica en otros rubros, y eso puede ser un verdadero problema en la cotidianidad operativa gubernamental. Como se ha señalado, en esta administración “no es por cargo, es por encargo”. Y ese es precisamente el caso en el nombramiento del nuevo Director General del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, cuando la semana pasada se dio a conocer que a este puesto fue nombrado el General de Brigada Diplomado de Estado Mayor René Trujillo Miranda.
A muchos llamó la atención este nombramiento, ya que se esperaría que en un aeropuerto civil el Director General fuera un civil. Pero no, vemos a un militar. También esperaríamos que se nombrara a un especialista con amplia trayectoria profesional en la aeronáutica, es decir, a alguien de la Fuerza Aérea Mexicana, que entre sus filas vaya que hay personal altamente calificado y de nivel. Pero no, vemos a un general del Ejército Mexicano, y ni más ni menos que a un general de Infantería. En medios oficiales, se ha presentado al Gral. Trujillo como un muy competente administrador (Comité de Administración del proyecto de AIFA, director de Banjército, Subdirector de Adquisiciones de la SEDENA, y director de la Escuela de Administración Militar y Pública), y es imposible dudar de ello. Sin embargo, experiencia en el manejo cotidiano de un aeropuerto y en particular uno que se publicita como “internacional”, realmente no se aprecia.
Cabe reiterar, nadie puede cuestionar la trascendencia profesional del Gral. Trujillo; tan sólo es llamativo este nombramiento para este puesto en materia de concordancia y correspondencia de experiencia profesional y trascendencia empírico-laboral. El mensaje es claro para el que quiera verlo: la línea de mando no se encontrará en SCT -como debiera ser- sino en Lomas de Sotelo. Se privilegia la lealtad sobre la competencia, ya que una cosa es la administración militar y otra muy distinta es la administración de un “aeropuerto internacional”. Evidentemente, este nombramiento continúa sembrando dudas sobre el futuro de este proyecto, y poco a poco se comienza a materializar la militarización del sector. No olvidemos que los “ingresos generados” del AIFA se irán directamente a cuentas de la SEDENA, no de la SHCP. Este nombramiento parece ser otro ángulo a consolidar para cerrar el sistema y evitar críticas, cuestionamientos e independencia operativa de un proyecto que resulta ser uno de los tres pilares del gobierno de la 4T.
Deseamos lo mejor al Gral. Trujillo en su nuevo nombramiento. Esperamos éste sea una verdadera sorpresa positiva para todos, y no una continuación de lo que se aprecia y evidencia del proyecto de Santa Lucía. Sin embargo, deben ser conscientes las altas autoridades que este nombramiento tan sólo deja en absoluta claridad la intención de fondo del proyecto y su administración, y que esto provocará más y más contundentes críticas, que lamentablemente es lo que menos desean y toleran. En el contexto nacional contemporáneo -particularmente en el de la administración pública y sus componentes- tal parece que la crítica informada a la 4T y sus proyectos es tan sólo una invitación a la difamación, al descrédito y no a la reflexión. Tal pareciera que señalar otro punto de vista irrita tanto a un pequeño grupo de personas y sus seguidores que más que reflexionar, responden acríticamente. En muchos espacios esto es tolerable, pero en el de la aviación, donde potencialmente hay vidas en juego, esto es negligente. Más que responder a la crítica informada, deberíamos ver una reflexión al interior. Deberíamos, pero sabemos no es así.
Como se ha manifestado en repetidas ocasiones en la presente administración federal, se privilegia la “lealtad” y la “obediencia”, pero la evidencia nos demuestra que estos son para la 4T conceptos mal entendidos. Lealtad es rectitud, honradez, honestidad y compromiso con el prójimo para desarrollar fuertes compromisos trascendentes; no subordinación ciega. Obediencia es dar cumplimiento a una instrucción de manera eficiente y racional; no doblegarse ante la razón y la realidad. Es entonces que como parte de una masa crítica informada debemos recordar ese gran adagio militar que caracteriza a los líderes estratégicos más trascendentes de la humanidad y que bien nos valdría tener en mente en este conflictivo y crítico contexto nacional:
“Si quieres mi lealtad tendrás mi honestidad. Si quieres mi honestidad tendrás mi lealtad”.
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