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27/11/2024

El año que nos aguarda

José Medina Go… / Domingo, 3 Enero 2021 - 19:16

No hay plazo que no se cumpla. Estamos en 2021. Difícil de creer, particularmente por que nuestra situación en lo general no es muy diferente de como estábamos apenas el lunes pasado. Pero si, empezamos un ciclo anual ordinario nuevo. Momento sería para dejar atrás los balances negativos y saldos rojos del 2020 y ver para adelante, y con algo de suerte ver arriba. Como individuos, como sector, como sociedad, como país, debemos alzar la mirada, por doloroso y difícil que sea. Debemos ser realistas, objetivos, claros. No hay lugar para palabras vacías, esperanzas infundadas, promesas incumplibles. Es momento de, como sector aeronáutico y aeroespacial, reconocer dónde estamos, qué podemos hacer, y a dónde queremos llegar. Lograrlo, ese es otro asunto.

En primer lugar, debemos partir del indignante hecho que como sector nacional estamos prácticamente solos. Tener confianza en el Estado y sus Instituciones demostró ser una expectativa infundada, un salvavidas que no flota, un lastre disfrazado de alivio. El 2020 nos lo demostró claramente: el Estado mexicano y sus instituciones tienen la visión de dejar morir a la iniciativa privada, aunque a la larga saben es algo contraproducente. Se puede esperar algún apoyo para ciertos actores, indiscutiblemente; pero invariablemente sabemos que hay un trasfondo poco traslúcido, intereses entre actores y agentes que son intrínsecamente turbios, y ambigüedades que sólo reflejan decisiones tendenciosas y orientadas a beneficiar a unos cuantos, no a nuestro sector de manera integral y a la sociedad en lo general.

Por otro lado, es trágico reconocer que la visión del Estado durante la presente administración -no en palabras, empero, sino en hechos contundentes- es al interior, no al exterior; es hacia el pasado, no al futuro; y es a cerrarse en torno de paradigmas infundados, no a abrirse a la innovación. Difícil es abrirse brecha en un campo tan competitivo y caracterizado por el desarrollo progresivo como es la aviación y el entorno aeroespacial con estas limitantes. Es por ello que hemos visto una acción sistemática de la administración vigente a destruir, minar, eliminar, impedir y acotar cualquier tipo de innovación, gestión, desarrollo o esfuerzo en cualquier rubro nacional que implique alta tecnología, industria aplicada, ciencia, gestión prospectiva, inversión privada o innovación particular. Claro, salvo cuando le conviene a algunos cuantos agraciados.

Vemos una pérdida sistemática y exponencial de confianza en el Estado y sus instituciones por actores y agentes nacionales y extranjeros. El mundo ha dejado de creer en las instituciones mexicanas, y muchos mexicanos lamentablemente también. No hay forma de garantizar inversiones, ni iniciativas progresistas. Fácil es tachar estos esfuerzos, otrora celebrados como oportunidades integrales para la nación, con adjetivos calificativos irracionalmente seleccionados, descalificarlos desde la tribuna pública de un autoritarismo autogenerado, o el anonimato de las redes sociales mandadas por autómatas dogmáticos desde las tinieblas de una ideología demostradamente fallida. Pero pensar que el México del inicio de la tercera década del siglo XXI es “el modelo a seguir” de la comunidad internacional y no la vergonzosa excepción global es engañarse en una opípara soñolencia psicótica.

¿Qué hacer ante este escenario heredado del segundo decenio del tercer milenio? ¿Cómo responder a este contexto nacional gestionado por aquellos que aparentemente no tienen la capacidad cognitiva de siquiera comprender el gran atolladero en que han colocado a la nación? ¿Qué hacemos como sector ante este turbio contexto y coyuntura? La respuesta es simple, pero no sencilla: no seguir en el mismo patrón de comportamiento, buscar alternativas paralelas, buscar alternativas donde no dependamos de amarres sistémicos, y dejar atrás los lastres impuestos por un discurso hueco.  

Reza un dicho del Lejano Oriente, mismo que encuentra eco en la física contemporánea y las ciencias económico-financieras: “un río con una presa tiene más fuerza”. El 2020, por todo lo ya conocido, discutido y analizado, fue la gran presa de nuestra sociedad, así como del mundo. La experiencia histórica nos señala que después de una gran recesión, como la que vimos el año pasado, viene un periodo de crecimiento y desarrollo exponencial. El COVID-19, así como todas sus consecuencias e implicaciones, fue esa “presa” en el fluir del río que es el desarrollo global y de la civilización humana. En consecuencia, lógico y esperable es que para responder a esta crisis como sociedad global se activen en incentiven procesos de atención y respuesta en una magnitud proporcional a la contingencia. Esto fue lo que vimos en el segundo semestre del 2020.

La lógica convencional nos lleva entonces a concluir que en los años venideros veremos un desarrollo integral y exponencial de la actividad humana, mismo que tendrá trascendencia por décadas. Reconociendo que el campo de la aviación y del entorno espacial son aquellos que más posibilidades, capacidades y alcances tienen como actividades humanas desde sus orígenes, lógico y esperable es que nuestro sector sea uno de los que experimenten mayores avances, proyecciones y potencialidades.

En otros países ya vemos como los Estados se comprometen e invierten activamente en el sector aeronáutico y aeroespacial, reconociendo objetivamente que esto les permitirá tener un mayor retorno de inversión que otras actividades y entornos científicos, industriales y productivos. Esto no sólo será extensivo a sus empresas domésticas, sino también buscarán espacios de oportunidad en otros países. En consecuencia, no es alejado de las posibilidades muchos actores se encuentren dispuestos a financiar proyectos mexicanos que el propio gobierno nacional se niegue, por una razón u otra, a respaldar. Lo mismo pasará para la inversión de interempresarial, donde veremos actores económicos privados que activamente buscarán financiar a agentes productivos de servicios en México para fortalecer sus intereses.

Veremos eventualmente un incremento en la demanda nacional e internacional de servicios aeronáuticos. Pese a las limitaciones, el mercado nacional esta en una posición donde puede ofrecer productos y servicios a precios accesibles, con seguridad e innovación en sus procedimientos, con la finalidad de atraer más consumidores y de esa manera asegurar su trascendencia. Por otro lado, encontramos un mercado ansioso de estos servicios; y que, pese a que tiene importantes limitantes coyunturales, existe una intención de gasto que alienta al transporte aéreo privado para mantener su desempeño.

Finalmente, pero tal vez más importante, estos meses de encierro y poca actividad han otorgado las condiciones necesarias para que muchos realicen la labor humana más importante y trascendente: pensar. En este tiempo la situación ha orillado a desarrollar nuestro ingenio, nuestra ingenuidad, y nuestro intelecto. Entonces, a partir del 2021 veremos que se materializarán nuevas ideas, nuevas aproximaciones, y se comenzarán a consolidar avances importantes que se fraguaron en el asilamiento involuntario del 2020.

Solo nos queda volar, tomar vuelo ascendente, no mirar atrás, deshacernos de los lastres innecesarios, y tomar nuevas altitudes. La “presa” se ha roto. Que fluya el “río”.

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