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17/04/2024

Semana 3: seguimos contando

José Medina Go… / Domingo, 21 Junio 2020 - 21:33

Ha transcurrido la tercera semana de la llamada “Nueva Normalidad”. Realmente hay muy poco o mucho que comentar, depende del punto de vista. Por un lado, las autoridades federales del país actúan como si todo fuera normal, no pasara nada, y nos instan por todos los medios posibles a salir y retomar la cotidianidad, con tal vez algunas medidas de prevención adicional si hubiera el caso. Pero, por otro lado, la sociedad nacional e internacional siguen en un profundo extrañamiento por la aparente negligencia sin sentido de dichas autoridades. México y su sociedad lamentan la pérdida de aproximadamente 20 ,000 ciudadanos a manos del COVID-19; pero el gobierno y sus representantes o actúan como si no fuera relevante esto, o bien se enrollan en discursos carentes ya de sentido lógico.

En un contexto nacional que raya en la aberración, donde el titular de la Subsecretaría de Salud parece que cada semana augura el “pico de la pandemia” como un hecho inminente en los próximos días (ya llevamos como cuatro o cinco veces de este fatídico vaticinio repetitivo), y que aparentemente no tiene claridad sobre las cifras, datos o información estadística (no hay conteo de en cuantas contradicciones y modificaciones ha incurrido), complejo es ofrecer una imagen oficial de estabilidad, confianza y certidumbre. Si a eso le sumamos que el titular del ejecutivo federal reacciona y se conduce en total oposición a las medidas y disposiciones oficiales de su propia Secretaría de Salud, la imagen que se pinta no es buena.

De hecho, en estos últimos días la comunidad internacional ha emitido numerosos extrañamientos al gobierno mexicano por esta situación. En algunas ocasiones rayan en la burla irónico-sardónica. La verdadera tragedia es que esta realidad se aprecia desde el exterior como una irónica comedia satírica, donde las autoridades nacionales carecen de toda seriedad y donde sus planes político-ideológico-dogmáticos son tan evidentes que imposible es ocultar en palabras huecas una realidad abrumadora. Y eso que no hemos visto todavía la crisis económico-financiera que se avecina, que, aunque ciertos actores nacionales traten de minimizarla todas las progresiones formales hablan de una contracción de entre el -5 y el -15 % del Producto Interno Bruto para el 2020.

Esta perspectiva internacional sin duda posee profundos efectos para la aviación mexicana. En la última semana se ha visto incrementado el tráfico aéreo nacional, aunque limitado. De hecho, justo la semana pasada en este espacio predecíamos esto: un leve incremento operativo en búsqueda de regresar a plena capacidad. Sin embargo, este incremento no es proporcional al desarrollo de otros países, y esto nos pone en una situación de vulnerabilidad y asimetría. Si a esto le sumamos que ya teníamos una profunda relación asimétrica en materia de aviación, y que la imagen que dábamos a exterior no era en lo más mínimo buena, esto nos orilla a una posición precaria y excesivamente vulnerable.

En el medio aeronáutico internacional se cuestiona si realmente el regreso a las operaciones aéreas nacionales en México se debe a una necesidad progresiva hacia el reinicio aeronáutico o se debe a una presión del gobierno para reactivar la economía. La realidad es que puede ser una mezcla de ambos factores. Como parte de este estímulo la mayor parte de las aerolíneas nacionales han desarrollado protocolos de atención y de seguridad preventiva ante el COVID-19 en sus operaciones, con su correspondiente anuencia de las autoridades federales.

Lamentablemente, éstas mismas autoridades realmente están llevando a cabo esfuerzos muy precarios para mantener una seguridad sanitaria en materia aeronáutica. Evidentemente, no se descarta ni minimiza a aquellos funcionarios que de manera responsable buscan impulsar medidas de prevención y no bajar la guardia. Pero como instituciones federales su desempeño no esta siendo sobresaliente, si acaso es conducente y coadyuvante a las exigencias de esta realidad que enfrentamos.

Estos son extrañamientos que se pueden ver simple vista en las instalaciones aeronáuticas nacionales; pero que también son expresadas por autoridades internacionales hacia nuestro país. La imagen que se esta reflejando no es buena, ni seria. Eso es tal vez lo peor que podría pasarnos, por que si hay un campo profesional que se precia de tener seriedad es la aviación. Pero en un momento donde las señales encontradas son la orden del día, difícil entorno tenemos para buscar confianza en los actores internacionales.

Sigue el riesgo y el peligro de un rebrote de COVID-19, y la transmisión por vía aérea es inminentemente innegable. México debe adoptar medidas mucho más rígidas para prevenir la transmisión del virus como una consecuencia del desahogo ordinario de las operaciones aeronáuticas. Más allá de las valiosas iniciativas y acciones de nuestra aviación civil, las autoridades deben agarrar el liderazgo coordinado y eficiente de estos esfuerzos. El silencio institucional, o el seguir haciendo lo que hasta el momento se lleva a cabo (que para fines prácticos es lo mismo) no puede ser la norma de nuestras autoridades. Un liderazgo asertivo, eficiente y bien informado es prioritario, más si queremos regresar a cierta “normalidad”.

Los ojos del mundo están sobre México, y no es por nuestro buen desempeño en esta pandemia. Tenemos la histórica oportunidad de rectificar y sentar un precedente nacional para la buena administración y gestión de riesgos sanitarios en un mundo con el COVID-19 como amenaza global. Es entonces prudente y conveniente que nuestras autoridades sean un puntero informado y contundente en esta coyuntura. De lo contrario, esta imagen que hemos dibujado al exterior se complicará más, y las consecuencias en el mediano y largo plazo podrían ser devastadoras. En las manos tenemos la solución.

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