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24/11/2024

En lo que debemos invertir

José Medina Go… / Lunes, 16 Marzo 2020 - 10:54

La semana pasada en esta misma columna abordamos el tema de que para llegar al espacio y proyectar nuestros intereses como sociedad transnacional y global más allá de nuestra atmósfera, así como continuar en la dirección de la exploración y el aprovechamiento del espacio, era necesario desarrollar dos componentes esenciales y complementarios: por un lado la visión conceptual y científica para guiar y dirigir estos esfuerzos, y la generación subsecuente de la tecnología correspondiente a los avances gestionados como producto de los primeros.

Evidentemente, este planteamiento es lógico y predecible, y que hace eco a lo expuesto por numerosos autores de las últimas décadas. En la columna anterior señalamos que México requiere que se fortalezcan e incentiven estos ámbitos, así como se estimule apropiadamente la proyección de los mismos de manera integral. Lo anterior es una necesidad incuestionablemente urgente, sobre todo si queremos ser partícipes de las relaciones globales del siglo XXI. El tema así planteado sigue relativamente ambiguo, ya que la inversión estratégica por definición es de largo plazo, pero focalizada para maximizar su eficiencia y potencializar sus efectos. Es entonces labor reflexiva orientarnos sobre qué aspectos, ámbitos y ramas del conocimiento debemos fortalecer en nuestro país si queremos un avance sustancial en nuestra proyección aeroespacial.

Sin lugar a dudas el primer campo del conocimiento que debemos estimular es la física. Aunque en nuestra cotidianidad difícilmente vemos a la física como un campo del conocimiento pertinente, la realidad es que en prácticamente cada actividad que realizamos se encuentra la labor de incontables físicos. La computación moderna, la telefonía, el transporte, la electricidad y prácticamente todos los aspectos de nuestra vida ocupan forzosamente los aportes de físicos profesionales que nos dieron los aportes conceptuales y científicos necesarios para llevar a cabo el entorno que nos rodea. Los químicos se encuentran apenas una fracción de milímetro detrás, ya que en ellos reside el estudio de materiales que son indispensables para adentrarnos al aire y al espacio.

Este binomio inalterable se debe especializar aún más en ramas técnicas específicas al campo aeroespacial y espacial. Ellos son los que con sus aportes generan la ciencia necesaria para llevar a cabo la construcción del porvenir. Es entonces donde la siguiente rama de profesionales toma relevancia: los ingenieros. Las diferentes ramas de la ingeniería especializada transforman los conocimientos abstractos en cálculos y métodos para convertirlos en realidad. Desde telecomunicaciones hasta diseño aeroespacial, de electrónica hasta telemetría, y de construcción hasta manufactura, las ingenierías son esenciales para la proyección del ser humano en el espacio. Indudablemente, no podemos descartar el papel fundamental de los matemáticos y calculistas, ya que, aunque actualmente existen sistemas computacionales avanzados que nos facilitan el manejo numérico-cuantitativo para la proyección espacial, no puede descartarse el factor y contribución humana en estas aplicaciones.

Posteriormente vienen otras ramas del conocimiento especializadas: psicología, medicina de aviación y espacial, administración y gerencia de alto nivel, técnicos en telemetría, etc. Todos estos rubros y muchos más son esenciales para la proyección espacial del ser humano. Por su parte, estos ámbitos deben fortalecerse por medio de docentes especializados que inculquen en las nuevas generaciones la semilla científico-tecnológica necesaria para mantener este esfuerzo en décadas venideras. En todos los ámbitos del conocimiento y de profesionalización necesarios para el desarrollo aeroespacial y espacial de nuestra civilización deben corresponder nuevos docentes a todos los niveles que tengan la capacidad de fomentar y gestionar las habilidades críticas necesarias en esta gran empresa.

Finalmente, necesitamos de nuevas generaciones de diplomáticos y administradores públicos que puedan gestionar y ampliar las relaciones nacionales e internacionales de manera coordinada para maximizar las oportunidades que tenemos y minimizar los costos y riesgos. Recordemos que adentrarnos al entorno aeroespacial y espacial por definición no puede ser emprendido por un solo país de manera aislada; requiere de la cooperación de otros actores transnacionales y de la aportación de otros Estados y sociedades. Es por ello que para facilitar este proceso necesitamos a especialistas en Relaciones Internacionales y en Administración Pública para poder conducir y aprovechar de manera eficiente estas interacciones aditivas y complementarias.

Sin duda hay más campos de la profesionalización humana que deben explotarse y fortalecerse, pero estos a juicio del suscribiente son los más representativos (sin ser limitativo ni excluyente de otros campos del saber). Lamentablemente, todos tienen una gran coyuntura y común denominador en nuestro país: estos campos son exactamente los mismos que la actual administración federal en turno ha relegado a segundo plano en el mejor de los casos, e ignorado casi por completo en el peor de los mismos. Considerando estos ámbitos de desarrollo como “poco redituables” en el corto plazo, el Gobierno Federal ha reducido los estímulos, aportes y financiamientos a estos rubros, afectando profunda y negativamente la conducción y mantenimiento de los mismos.

Desde diciembre del 2018, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología -entidad descentralizada titular de promover y fortalecer los avances científicos, tecnológicos y el desarrollo integral del país por éstos- ha reducido muy dramáticamente los apoyos y fondos de investigación nacional en prácticamente todos los rubros. Aunque sin duda hay algunos campos de estudio que se han visto favorecidos, en lo general hemos visto un retroceso considerable en los medios de empuje del desarrollo nacional en la ciencia y la tecnología. De manera lógica, muchos investigadores han buscado o financiamiento privado o han migrado del país para continuar con sus estudios, actividades que podrían verse como un detrimento para México, pero también una consecuencia esperable del rumbo impuesto de la presente administración.

Al considerar estas labores como no prioritarias, el Estado Mexicano está perdiendo una oportunidad estratégica de desarrollo prospectivo. Si queremos tener la capacidad científico-tecnológica necesaria para la gestión aeroespacial y espacial en la que la comunidad global se encuentra comprometida, es urgente revertir esta lamentable situación. Debemos apoyar a nuestros científicos y tecnólogos; debemos ver más allá del futuro inmediato y contemplar nuestra posición y proyección integral en el largo plazo.

Si no invertimos en el desarrollo de estos rubros invariablemente iremos “arrastrados” por aquellos actores internacionales que llevan el liderazgo, y no podremos competir de manera proporcional con ellos. Esta perdida de competitividad relativa nos llevará invariablemente a sacrificar oportunidades valiosas para nosotros y futuras generaciones de mexicanos, así como limitará las capacidades nacionales considerablemente. No cometamos este error y enmendemos camino de manera oportuna: invirtamos y dejemos de gastar.

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