La semana pasada el suscribiente en este mismo espacio presentó una sintética reflexión en torno a la incuestionable dirección en que nuestra civilización global se encuentra, y que los avances científicos invariablemente nos conducen. Como hemos repetido en varias ocasiones en esta columna semanal, el entorno aeronáutico es tan sólo una etapa intermedia y transitoria del ser humano al espacio exterior, la cual representa la frontera final para nuestra civilización global y donde se alberga el futuro trascendente de nuestra especie.
Desde hace más de siete décadas nos hemos adentrado en este entorno ajeno a todo lo terrenal (literalmente) y ya desde hace medio siglo hemos mantenido presencia humana en un cuerpo celeste. Aunque aparentemente la tendencia de exploración espacial ha bajado su perfil en los últimos veinte años, la realidad es que estos esfuerzos se han trasladado al sector privado, y como señalamos la semana pasada, la tendencia es al desarrollo privado y a una alianza operacional empresa-gobierno en un rol de desarrolladores y los segundos como entidades reguladoras. Estos esfuerzos han llevado a que las fronteras y barreras entre nuestras sociedades disminuya, y las cosas que nos separan como pueblos se desdibujan. Poco a poco, de manera innegable y certera, el espacio, su exploración y aprovechamiento, nos conduce paulatinamente a la transformación de un manojo de tendencias sociales y grupos en conflicto a convertirnos en una verdadera civilización planetaria, y en este sentido nuestra especie encontrará su trascendencia.
Estas ideas, aparentemente parecen “futurología” o bien una utopía civilizatoria que raya en la ciencia ficción. De primera intención, tal pareciera algo fantástico, materia de una imaginación creativa, o como algo totalmente ficticio. Sin embargo, con la tendencia científico-tecnológica/social que experimenta nuestra especie desde hace poco más de un siglo, estas apreciaciones son cada vez más evidentes, predecibles, y que se acercan a una tasa acelerada. Es entonces oportuno preguntar no si este escenario futuro ocurrirá -ya sabemos que si será así- sino cómo llegaremos al mismo. Debemos reflexionar sobre qué aspectos ocurren en nuestra cotidianidad que nos llevarán a ese punto futuro, y de los verdaderos obstáculos que enfrentaremos.
La clave esencial para llegar al espacio comienza en lo más íntimo y profundo del ser humano: nuestra capacidad intelectual. La misma nos ha permitido desarrollar fundamentos científicos sólidos, los cuales a su vez por nuestro ingenio se han materializado en avances tecnológicos trascendentes. De hecho, buena parte de la tecnología espacial se diseñó exclusivamente para este fin, aunque posteriormente sus aplicaciones se ramificaron a otras ramas de aplicación en la Tierra. Por su parte, los avances científico-tecnológicos en este ámbito no se desarrollaron exclusivamente por un país, sino en conjunto con otras sociedades. Es así como la ciencia poco a poco ha borrado fronteras y distancias, y la tecnología materializa esta cercanía en un objeto físico. ¿No me cree? Por favor considere el dispositivo donde se encuentra leyendo esta columna (computadora, Tablet, teléfono inteligente, etc.) y considere dónde fueron elaborados los componentes del mismo, quiénes diseñaron cada uno de estos insumos, y quiénes desarrollaron los conceptos científicos que fundamentan estos artilugios. En la palma de su mano tiene la materialización del avance integral de nuestra especie, y el esfuerzo transgeneracional del mundo entero. Si esto es con un dispositivo ordinario, ¿cuánto más será para un vehículo o instrumento para la exploración espacial?
Por su parte, estos avances tecnológicos permean a las bases de la sociedad humana, y de carácter integral incrementan los estándares de vida humana. Es así como aquellos desarrollos que llevarán al hombre al espacio también tienen una aplicación aquí en la Tierra, e influyen en la cotidianidad humana. En consecuencia, el desarrollo aeronáutico, aeroespacial y espacial posee una trascendencia para nuestra especie en un efecto de triple espiral ascendente: por un lado esta tecnología permite al ser humano incrementar su calidad y alcance de vida, impactando positivamente al desarrollo social integral; le permite al ser humano trascender como sociedad integral para la exploración y aprovechamiento del espacio; y finalmente promueve un entorno permisivo para la gestión y desarrollo de nuevas tecnologías.
De esta forma, el desarrollo aeroespacial y espacial es autosustentable, y aunque preliminarmente parece una inversión extraordinaria que requiere de la cooperación de la sociedad y el gobierno de alcance transnacional, lo mismo es una mera ilusión temporal: percibimos esto por que nos encontramos dando los primeros pasos en esta dirección -si, aún a medio siglo de haber pisado la Luna estamos apenas dando pasos pequeños en esta amplia arena- pero con el paso de las décadas de este Tercer Milenio estos costos disminuirán y serán más accesibles a la sociedad humana, y su trascendencia será cada vez más notoria en la cotidianidad humana.
En otras palabras, si hay un rubro en el que la sociedad internacional -y por tanto México- debe invertir para alcanzar esta posición como actores con trascendencia más allá de nuestra atmósfera, es sin duda en el ámbito científico-tecnológico. La industria y el comercio sin duda son subsecuentes, pero sin los primeros, imposible sería la manufactura y capitalización de los insumos. Es por esto que tras reconocer que el factor determinante de esta aspiración a las alturas como sociedad y como especie es la ciencia y la tecnología, debemos invertir en estos rubros y esforzarnos por vincularnos con otros actores transnacionales para encontrar los medios necesarios para insertarnos en esta tendencia global.
Nuestro país se encuentra en una interesante coyuntura: por un lado, queremos crecer y desarrollarnos (aunque a veces el discurso político-coyuntural apunta a lo contrario y es plenamente confuso) pero por otro lado no estamos orientando nuestros esfuerzos al entorno que nos puede ofrecer el mayor beneficio y rendimiento. Es urgente, entonces, que veamos las grandes oportunidades y beneficios que representa el apoyar a nuestros científicos mexicanos, en invertir en desarrollos tecnológicos trascendentes, y nos abramos a la cooperación internacional. El camino es claro, es directo y transparente. Solo por este andar nos podremos acercar poco a poco a las estrellas, y en su momento podremos voltear atrás la mirada y reconocer con orgullo que tomamos la decisión correcta en este momento crucial de la vida nacional y global.
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