En este espacio semanal el suscribiente se ha dado a la tarea de presentar reflexiones vigentes en torno al ámbito aeronáutico y aeroespacial, particularmente destacando aquellas áreas de oportunidad para México de carácter integral, es decir, como binomio inalienable de sociedad-gobierno. Sin embargo, existe un tema que se ha señalado repetidas veces desde hace más de un año, y que sigue siendo vigente y urgente en su atención. Tanto como Política Pública Estratégica, así como iniciativa privada y objeto/sujeto de atención académica, el tema es tan grande que desafía nuestra comprensión convencional. Se trata de todo aquello que no se encuentra en nuestra atmósfera: el espacio.
Reiteradamente en este espacio se ha señalado que este contexto representa el futuro de la humanidad, que el mismo es la “frontera final” del ser humano como especie, y que sin duda en este siglo veremos avances significativos en su exploración, aprovechamiento y proyección. Desde hace más de dos siglos es objeto de atención científica intensa, y en las últimas siete décadas hemos avanzado como civilización y como especie de ser estrictamente bípedos terrestres a la exploración in situ del espacio. Desde vehículos no tripulados hasta naves espaciales, desde satélites artificiales hasta telescopios e instrumentos de telemetría, y desde la física teórica y la cosmología hasta la biología aplicada, el ser humano reconoce en este entorno el futuro de la humanidad.
Parecería ciencia ficción, pero es la realidad: nos encontramos en un punto como especie donde este planeta no nos resulta suficiente y poco a poco nos adentramos al espacio en búsqueda de nuevos contextos de expansión, proyección y desarrollo. Hace apenas una década hablar del homo sapiens como un ser inter-planetario era objeto reservado a la ciencia ficción y a la especulación científica. Ahora es un tema de atención global, y un incentivo a los Estados contemporáneos y a la iniciativa privada. Recordemos que actualmente el mejor plan para la exploración y potencial colonización de otros planetas -en particular Marte- no lo encabezan los Estados, sino la iniciativa privada. Este sector ha generado y proyectado una industria compleja de muy alto valor agregado, y que se ha expandido de la ingeniería a otros campos de conocimiento, tales como la química, la biología e incluso la arquitectura.
Mientras que el sector aeronáutico sigue siendo líder en desarrollo prospectivo y en capacidad de inversión, la industria espacial esta ganando terreno poco a poco, y lo que podría parecer algo distante es ahora una realidad ordinaria. Se nos olvida que buena parte de la tecnología que empleamos en nuestra cotidianidad tuvo sus orígenes en tecnología espacial, y los desarrollos actuales en la materia sin duda tendrán aplicaciones en la medicina, las telecomunicaciones, la informática, y tantas otras actividades de la vida diaria en nuestra civilización. Es así como podemos ver a esta industria como una gestión bidireccional: por un lado, los avances del sector nos permitirán adentrarnos y aprovechar el espacio como una plataforma de proyección de nuestra especie en y para el futuro; mientras que por otro lado los medios y recursos empleados para tal empresa podrán ser aplicados en múltiples entornos de la vida humana en la Tierra.
En conjunto, estas aproximaciones le otorgan a la industria espacial un muy alto valor agregado, una gran capacidad de proyección y una gran potencialidad para la inversión pública y privada. En el conjunto de las veinte economías más importantes del mundo existe un gran estímulo por desarrollar e impulsar este sector, y en el contexto donde algunos países han perdido el liderazgo y titularidad en la materia por orientaciones políticas particulares, éstos han sido asimilados por agentes privados que han agilizado los avances y canalizado los recursos de inversión en los últimos años.
Por su parte, los Estados donde se han presentado estas iniciativas y gestiones en la mayoría de las ocasiones han incentivado la inversión y han generado un entorno permisivo para su adecuado desarrollo. Lo anterior bajo el entendido que cualquier avance que lleven a cabo, aunque sea privado, incrementará su Poder Nacional, es decir, su capacidad de influencia transnacional. En la comunidad internacional del siglo XXI el espacio, su aprovechamiento y explotación se convertirán en la nueva plataforma de interacción y de expresión del Poder Nacional e Internacional.
Debido a estos planteamientos, así como a tantos más que podrían elaborarse en la materia, la promoción, gestión e inversión en el desarrollo espacial resulta una necesidad obligada, y una prioridad estratégica para los Estados y las sociedades que representan. Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea, Israel, Australia, China y otros países han convertido este un tema prioritario y han creado entornos permisivos para la cooperación público-privada en el desarrollo prospectivo y en la aplicación de los beneficios que éste genere.
Es entonces donde debemos voltear la mirada a México. En las últimas décadas se ha demostrado que nuestro país tiene una gran capacidad, potencial y vocación en el sector espacial, ya que los avances científicos que han desarrollado e impulsado nuestros compatriotas ha sido objeto de reconocimiento mundial. Lamentablemente los titulares de la actual administración federal y del sector parece no le otorgan gran peso o importancia a este tema. Este comentario no debe desestimar los grandes esfuerzos de la Agencia Espacial Mexicana, ni de los especialistas que le integran. Sin embargo, es un hecho ineludible e indiscutible que la ciencia, la innovación y el desarrollo tecnológico no es una prioridad para este gobierno, y que buena parte de nuestro liderazgo en el sector aparentemente no tiene la visión prospectiva necesaria para incentivar un entorno permisivo a la inversión, la gestión y/o el desarrollo nacional en la materia.
Mientras “avanzamos” en varios temas de interés público, el espacio sigue ahí: distante, retirado, inaccesible. Trágico es saber que muchos destacados científicos mexicanos especializados en temas aeroespaciales y espaciales están saliendo del país en búsqueda de oportunidad de desarrollar su potencial, y potenciales inversiones en la materia están buscando otros lugares donde depositar su confianza. Ambos son escenarios lamentables, pero predecibles. Después de la aparente postura real (no solo en el discurso, sino en las acciones) del liderazgo nacional y del titular del sector comunicaciones y transportes, sería raro que no fuera esta la reacción.
Es entonces momento oportuno para reflexionar sobre esta rama estratégica para México y la comunidad internacional. Es la esperanza del suscribiente que esta reflexión sea permeable y que se genere una consideración general que incentive y promueva en las autoridades nacionales al menos la curiosidad sobre el tema. Si México quiere ser parte de la comunidad internacional con visión de futuro necesita crear un entorno permisivo para la gestión y desarrollo sostenido en el tema. Por supuesto ya hay grandes avances en el país en este tema; pero en comparación con otros actores internacionales estamos lejos de llegar a condiciones aceptables para el tamaño de nuestra economía. Sea entonces momento para promover la inversión en este importante ámbito y mirar al futuro, no al pasado.
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