El sector aéreo se encuentra entre turbulencias, entre una serie de crisis y retos que están poniendo a prueba su resiliencia y capacidad de adaptación. Desde los continuos problemas con los aviones de Boeing hasta la reciente caída del sistema de Microsoft (la pantalla azul) del pasado 26 de julio, el panorama no se ve claro. A esto se suman los persistentes obstáculos en la cadena de suministro, el aumento de los costos operativos y la incertidumbre económica global, lo cual está complicando mucho el horizonte a mediano plazo y a la larga nos muestra que el mercado puede dar un giro extraordinario.
Boeing, uno de los gigantes de la industria, sigue lidiando con las secuelas de sus propios tropiezos. Los problemas con el 737 MAX, que culminaron en trágicos accidentes y la subsiguiente paralización de la flota, continúan acechando a la empresa.
Aunque los vuelos se han reanudado tras intensas revisiones de seguridad, la confianza en la marca ha quedado profundamente erosionada. A esto se suman recientes problemas con la fabricación de algunos modelos, lo que ha generado retrasos en las entregas y un impacto significativo en las aerolíneas que dependen de su tecnología. Estos problemas no solo afectan a Boeing, sino que repercuten en toda la cadena de suministro, generando efectos en cascada que impactan a proveedores, aerolíneas y, en última instancia, a los consumidores.
Y en la puerta siguen teniendo la amenaza de las demandas de los deudos de los accidentes y las aerolíneas que sufrieron las secuelas de la posposición de entregas. Todo un tema que tomará años resolver.
La caída del sistema de Microsoft el pasado 26 de julio es otro recordatorio de la vulnerabilidad de la industria ante fallos tecnológicos. El incidente, que dejó a miles de pasajeros varados y a cientos de vuelos retrasados, expuso la dependencia crítica de las aerolíneas en sistemas digitales centralizados. En un mundo donde la eficiencia operativa es clave para la rentabilidad, cualquier interrupción en la infraestructura tecnológica puede tener consecuencias muy fuertes. Este asunto muestra la necesidad urgente de diversificar a los proveedores de las soluciones tecnológicas y fortalecer la ciberseguridad para mitigar riesgos futuros.
En el mediano plazo también se asoma el fantasma de una mayor confrontación entre Israel y sus vecinos, ya las aerolíneas han cancelado temporalmente sus vuelos a Tel-Aviv y el otro cabo suelto es el posible (y muy probable) incremento en los costos de los combustibles, lo cual -como ya lo hemos visto muchas veces- le pega directo a la rentabilidad de las empresas aéreas.
Por otro lado, la creciente presión regulatoria y las presiones ambientales agregan una nueva capa de complejidad. Las aerolíneas están muy comprometidas para reducir su huella de carbono, lo que implica inversiones sustanciales en tecnologías más limpias y eficientes. Sin embargo, la transición hacia una aviación más sostenible es un proceso costoso y a largo plazo, que muchos actores de la industria podrían posponer para mejores tiempos.
La industria aérea, pues, se encuentra en un momento de definiciones y aunque los problemas que enfrenta son complejos también representan una oportunidad para que la industria se reinvente. La innovación y la cooperación internacional pueden ayudar a superar estos obstáculos y asegurar un futuro más seguro, eficiente y sostenible. E-mail: raviles0829@gmail.com
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