Imaginemos el siguiente escenario: La dirigencia de una organización sindical del medio aeronáutico mexicano ---no digo nombres---, democráticamente electa y con un líder carismático y por ende sumamente popular, pero poco efectivo, a todas luces intransigente, intolerante, manipulador y demostradamente relacionado con criminales, para quien que la cultura aérea no es prioridad, quien no cuenta aún con los votos que le dan el poder total sobre ella, que en lugar de trabajar para el fortalecimiento del gremio, sus agremiados y de la actividad en la que se desempeña, prioriza sus intereses y agenda personal en la que claramente está acabar con las fundamentales y la democracia internas que lo llevaron al liderato, calumniando a sus antecesores y cancelando todo lo que heredaron, sea bueno o malo, aun cuando eso se traduzca en una crisis existencial de tal magnitud que se ponga en peligro la continuidad del sindicato; una cabeza poco educada y por ahí perturbada que coloca en posiciones de poder y gestión a personas sin la debida formación, capacidad, vocación y amor por lo aéreo, inclusive a familiares, pero eso sí muy leales, que se arropa en los cuerpos armados de seguridad que forman parte de la estructura de la organización, que promueve la división interna con un constante discurso de odio proporcionando datos que no corresponden a la realidad desde la plataforma de su cargo y desde las instalaciones en las que despacha con fondos pagados por las finanzas sindicales a las cuales agota, incluyendo vitales fondos para diversas contingencias y compromisos legales y morales con quienes pagan regularmente sus cuotas sindicales recurriendo como complemento a empréstitos provenientes diversas fuentes, endeudando al sindicato, todo para comprar voluntades de los miembros de manera tan descarada que reconoce en su cara su estrategia de engaño, pero tan efectiva que sabedores de ello lo aceptan. Un personaje para colmo ávido de protagonismo, poder y control que desprecia cualquier institución o marco legales que no sean los que a él le convienen.
Imaginemos también que respetando a su conveniencia la tradición democrática del grupo, llegado el momento de volver a elegir dirigentes, gracias a la efectividad del maiceo por parte del líder y sus huestes, no solamente se renueva esa caudillesca dirigencia, sino que además, la misma obtiene, de manera poco transparente y virtualmente rozando la ilegalidad los votos para hacer de la organización y sus estatutos lo que quiera, como lo quiera y cuando lo quiera, inclusive cuando ello vaya en contra de la seguridad, eficiencia, sostenibilidad y sustentabilidad de las operaciones aéreas y lo que es peor, empleando el poder de su mayoría blindar dichas acciones por más contraproducentes técnica y legalmente que resulten contra los lineamientos y órdenes de las instancias competentes sobre la base de esa cuestionable votación, comenzando por lo que dispongan las autoridades, inclusive judiciales y las especializadas a las que domina, habiendo colocado en ellas a seguidores beneficiados por aquello que el poder les puede generar.
Imaginemos que una vez con el control total esa dirigencia comienza a alterar actas y otros documentos constitutivos, contratos colectivos, a poner en peligro fuentes de empleo, a cambiar los valores del grupo, a incorporar a la industria del aerotransporte conceptos que van contra sus mejores intereses, terminando con las funciones de comités técnicos y de vigilancia interna, despidiendo sin liquidación a empleados y hacer a un lado a asesores, reduciendo presupuestos para equipos e insumos básicos, despreciando y cancelando vínculos con otros sindicatos dentro y fuera del país y con las organizaciones internacionales normalizadoras y voceras de la industria, y algo muy preocupante: a cancelar derechos fundamentales de libre expresión, disenso, reunión y otros de los agremiados, aplicándoles a los inconformes todo el peso de las normas del sindicato, de la ley que lo regula, de la fuerza del poder y dinero de los dirigentes y sus aliados, a cerrarles espacios de opinión y denuncia y a desmembrar ante los ojos de una oposición abrumada, aterrada, temerosa de que saquen sus trapos rotos a la luz, desorganizada, incompetente o sin recursos, todo aquello que habían construido.
Eso estimado lector es lo que este columnista percibe está pasando en mi país y lo que me da mucha tristeza y coraje es que somos los propios ciudadanos los que, por corrupción, apatía, hartazgo acumulado, recibir unos cuantos pesos de dádiva o simple y sencillamente por miedo, lo estamos permitiendo.
Dicho en otras palabras: Hemos abierto la puerta para que a este “sindicato” que no es otra cosa que una federación llamada México lo esté destruyendo una minoría que, si bien ganó una elección, en la misma no participó casi el cuarenta por ciento del electorado del que apenas un treinta y tres por ciento votó por Morena y sus aliados. Dicho de otra manera, casi siete de cada diez votantes mexicanos no sufragaron en favor de la continuidad del lopezobradorismo que por ende no tiene el derecho de creerse dueño de la nación mexicana ni de sus instituciones.
Estimado aeronáutico sindicalizado mexicano ¿en serio le gustaría ver a ese su organización gremial otrora democrática e institucional, que lo representó las más de las veces de manera muy profesional y efectiva, convertido en el botín de un proyecto que, para colmo de males, poco o nada comparte con los objetivos de la aviación civil y solo desea imponer los criterios de un pseudo iluminado para hacerse de poder y negocios para sí mismo, para su familia y amistades? ¿En serio permitiría usted que de pronto su sindicato termine siendo propiedad de un dirigente y de un grupo que originalmente usted eligió democráticamente y que ahora le cancela derechos tan elementales como desconocerlo en caso de fallarle, elegir otra dirigencia o expresarle su descontento? Conociendo a los aeronáuticos sindicalizados mexicanos y su gran lucha de décadas, dudo que sea el caso.
Los mexicanos hemos pagado hasta con la vida por el derecho de vivir en una nación democrática e institucional por lo que me parece injusto que se nos pretenda ahora cancelar esos derechos. Por eso me parece de lo más importante que cuidemos la calidad de los votantes con el fin de que la hora de sufragar, si es que eso sigue siendo posible por las razones que he expuesto, los hombres y mujeres electos resulten aquellos que antepongan los mejores intereses de México sobre los propios. Y es que por lo menos desde mi perspectiva, representantes populares electos que aprueban “a mano alzada”, sin cambiarles una sola coma y por lo visto sin darles siquiera una leidita a las iniciativas de ley que el Ejecutivo ha enviado a los congresos federales y estatales le están haciendo un enorme daño a México. Es así que siento que debemos comenzar a formar mejores ciudadanos, es decir, mejores votantes, algo que soy de la idea debe comenzar desde casa, pasando por la escuela.
¡Por favor dejemos ya a un lado filias y fobias y mejor pensemos en México!
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