Si bien sigo considerando al ingeniero hidalguense Juan Guillermo Villasana López (1891-1959) como el padre de la aviación civil mexicana, hay otro ingeniero, en este caso chiapaneco, nacido en el año 1943, al que debemos reconocer como el aeronáutico más importante de la historia de nuestro país; me refiero al señor Roberto Kobeh González, a quien la Organización de Aviación de Aviación Civil Internacional (OACI) ha decidido otorgarle, nada menos que el máximo galardón de la aviación civil mundial: el Premio Warner, entregado desde el año 1959 en honor al doctor Edward Warner, primer presidente del Consejo de dicha organización a pioneros u organizaciones que han contribuido de manera significativa al desarrollo de la aviación civil mundial.
El ingeniero Kobeh se convierte así en su cuarto recipiente latinoamericano y en el primer mexicano, sumando su nombre a una lista que incluye grandes de la aviación como Charles Lindbergh, la Federación Aeronáutica Internacional e Igor Sikorsky, entre otros.
Coronando una brillante carrera en la aeronáutica civil mexicana que incluye una extensa labor al frente del órgano desconcentrado de gestión del tránsito aéreo en México, el SENEAM, Kobeh llegó a ser el funcionario aeronáutico más importante de la aviación civil internacional al ser elegido en el año 2006 como Presidente del Consejo de la OACI, cargo que entregó a finales del año 2013, tras lo cual eventualmente volvió por un tiempo a la Dirección General del SENEAM, función en la que decidió no continuar con la llegada de la nueva administración federal.
Y es que si bien hay quienes afirman, quizás con justa razón, que la edad y el genuino deseo del ingeniero de disfrutar de su retiro contribuyeron a que dejase el cargo, hace tiempo me enteré por medio de una fuente confiable, que en su decisión jugó un papel importante la congruencia del funcionario en lo que toca a un posible conflicto entre sus valores, experiencia, conocimiento y opiniones relativas a la seguridad del espacio aéreo y los controvertidos planes de solución a la problemática aeroportuaria del Valle de México que plantea el gobierno, en particular con la construcción del Aeropuerto en Santa Lucía. De esta manera, Kobeh habría privilegiado lo primero.
En cualquier caso, lo cierto es que hay que felicitar, y mucho, al ingeniero por este reconocimiento; toda una inspiración y fuente de orgullo para quienes formamos parte de la aeronáutica mexicana, que sin duda requiere funcionarios de este nivel.
¡Enhorabuena!
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