“El hombre se descubre cuando se enfrenta al obstáculo”, escribió Antoine de Saint-Exupéry en la que considero su mejor obra literaria: “Tierra de Hombres” del año 1939.
Las maneras en las que el obstáculo se presenta son diversas, pero es cuando se manifiesta de manera repentina que nos exige aquello que presumimos poseer, o aquello que desconocemos poseemos y, sorprendentemente, aplicamos para enfrentarlo.
Me refiero a "momentos de verdad" de gran trascendencia, más allá de lo cotidiano, de cuyo manejo llega a depender mucho, a veces inclusive la conservación del trabajo, la paz interior, las relaciones personales y hasta la vida. Yo acabo de pasar nuevamente por uno.
Son instantes, por ejemplo, como cuando suenan las alarmas en la cabina de vuelo o cuando se entra a un quirófano. Ocasiones también en las que se confirma lo que la experiencia, la supuesta madurez y el entrenamiento le han enseñado a uno; en las que se desdicen aún los más firmes supuestos y no queda de otra que vencer el miedo; y en las que se descubren, a veces dolorosamente, algunas verdades, como saber con quién cuenta uno y lo más importante: qué tanto cuenta uno consigo mismo.
Y es que al enfrentar momentos de verdad, por más solidaridad que uno reciba, uno termina calladamente tomando ciertas decisiones solo. El copiloto, el médico, el abogado, el amigo, la familia o la pareja pueden estar ahí y ofrecer valioso consejo, pero llega un punto en el que la última palabra en cómo reaccionar está en uno. A veces se lleva uno gratas sorpresas del resultado... a veces, no tanto.
La aeronáutica registra decenas de inspiradores casos en donde la manera en como se reaccionó marcó la diferencia: la decisión de Charles Lindbergh de seguir adelante con su carrera de despegue en Nueva York con destino a París en mayo de 1927, aún a pesar de haber pasado la marca que indicaba el punto en el que debía decidir o no abortar la maniobra; o la elección de Chesley Sullenberger en enero del año 2009 de no intentar aterrizar de emergencia en un aeropuerto ese A320 de US Airways –que se quedó sin potencia luego de que sus motores dejaron de funcionar por una ingesta de aves–, y en su lugar posarlo en el Río Hudson, me parecen los más representativos.
Mis momentos de verdad no me convierten en héroe pero sin duda me fortalecen, descubriéndome, para bien o para mal, ante propios y extraños, comenzando por Juan Antonio mismo.
No quisiera desearle a ninguno de mis lectores un momento de verdad de alto impacto, aun cuando este termine por ayudarle a ver las cosas desde otra perspectiva, lo cual siempre es benéfico. Lo que sin duda me encantaría es que mi lector, cuando pudiera verse obligado a enfrentar uno en el aire o en tierra, tenga éxito al hacerlo. O cuando menos, que la tranquilidad de saber que entregó su máximo esfuerzo, le invada.
Facebook comments