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23/12/2024

Cuestión de experiencia

Francisco M. M… / Miércoles, 5 Enero 2022 - 22:02

Les comparto unas líneas de mi próximo libro y las dedico con todo respeto y afecto a todos aquellos que hoy se encuentran en los salones de clase de las escuelas de aviación construyendo sus alas y persiguiendo sus sueños:

Fue un par de años después de haber salido de la escuela de aviación y llevando en la bolsa mi licencia de piloto aviador comercial certificada, cuando pude reflexionar más en serio sobre la cantidad de obstáculos de todo tipo que debí enfrentar para lograr sacar adelante mi carrera.

Apenas unos días atrás, un buen amigo con el que compartí los estudios en  la escuela de aviación,  tan novato como lo era yo en ese momento, falleció junto con un instructor en un accidente aéreo tratando de hacer una maniobra acrobática en un pequeño biplano.

Ya han pasado muchos años desde aquel momento, pero recordando a Daniel, pensaba con mayor madurez sobre el hecho  de que tan solo por tener una  licencia de piloto  en la bolsa   no  convierte a los  aviadores en personas o  profesionistas  especiales y que para  llegar a serlo se requiere sortear muchos obstáculos, vivir la profesión de manera ordenada, ser disciplinado  y guardar un profundo respeto por el trabajo que hacemos principalmente porque de ese trabajo  dependen vidas empezando con la nuestra.

El  piloto novato en su inexperiencia, y lo digo porque lo viví,  puede llegar a sentir que no hay nada en el mundo que pueda compararse con sus grandes habilidades de vuelo a pesar de que apenas tiene anotadas en bitácora sus primeras 500  horas   y  ese es justo   el momento en que aun sin darse cuenta se puede  convertir en un piloto peligroso

No se puede generalizar, pero en muchos casos  el piloto novato se  siente  autosuficiente, no  se  interesa mucho en escuchar a los que más saben sobre las interminables cuestiones que tienen que ver con volar un avión de manera segura, esta  convencido de que lo sabe todo, le falta paciencia, lo quiere todo y lo quiere rápido.

No es autocrítico, siempre encuentra  buenos pretextos para tratar de justificar errores y no le interesa  aprender de las experiencias de vuelo  de los demás.

El  novato del vuelo generalmente  es joven y por lo tanto ansioso y en algún momento se puede  creer indestructible hasta que la realidad de la vida y de la profesión lo pone en su  lugar y en muchas ocasiones  lo hace de la manera menos esperada y a veces muy dolorosa.

El piloto profesional aprende algo nuevo en cada hora de vuelo y no solo sobre su avión y sus sistemas sino sobre la industria aérea y como funciona sin  dejar de aprender hasta el último minuto de su vida desarrollando su trabajo.

Con el paso de  los años  y la acumulación de sus horas en bitácora  va comprendiendo el verdadero significado de todos los minutos de magia pura, los maravillosos sabores y sentimientos que ofrece nuestra   profesión pero también los no pocos  sinsabores y los momentos de miedo y soledad que se pueden llegar a vivir  algunas veces cuando se está volando.

Recuerdo la reflexión de Aldous Huxley “Experiencia no es lo que te ocurre, experiencia es lo que ganas con lo que te ocurre”.

45 años trabajando “allá arriba” como piloto y 17 de ellos como instructor me ensenaron que la más importante posesión de cualquier aviador profesional es la experiencia que nos garantiza un buen criterio y por lo tanto seguridad.

Por  otra parte su  mejor cualidad  es el poder de adaptación a  los constantes y a veces repentinos cambios y a diferentes situaciones tanto en el aire  como en tierra, es ese poder de adaptación lo  que  ayuda a solucionar problemas.

La habilidad de un aviador viene de cuna, a veces   se trae en los genes pero  las cualidades de vuelo  se adquieren con el  tiempo tras los controles,  vienen  del estudio, de la constancia,  del conocimiento, de la disciplina, del  orden y del desarrollo de una  plena conciencia sobre  la enrome responsabilidad que se nos encomienda.

El  piloto nuevo  debe  escuchar y aprender de los demás, es vital   estar alerta en todo momento durante un vuelo,  cuidar cada detalle porque es justamente en los detalles donde habita el diablo.

Tener humildad profesional  y  no  confiar ni caer en la complacencia o en el “ahí se va” porque no pocos  pilotos complacientes,  atrevidos o descuidados yacen en los panteones. 

Durante nuestro trabajo en la cabina de un avión ya sea este  pequeño  o grande  no es necesario vivir una experiencia cercana a la muerte para valorar nuestra vida y  tampoco hay que pasar un gran susto  para valorar la confianza  de aquellos que  nos la han dado  o  la de aquellos que nos quieren y nos esperan abajo.

Es vital mantener los ojos siempre bien abiertos,  el cerebro conectado al avión y sus alrededores  y estar siempre conscientes de que  de la tierra es de donde hemos despegado y es a la tierra a donde vamos a tener que  volver y que mejor que hacer todo lo necesario para que sea  de manera segura”.

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