“Un piloto nunca deja de aprender, comete errores como todos. Solo aprende de ellos. Y sin importar lo que pase, no olvides volar el avión. Y otra cosa y esto es importante, puedes sonreír” - Sully Shullemberger
Durante mis 45 años como piloto profesional tuve la oportunidad de compartir los adiestramientos de tierra, simulador y avión con instructores de toda clase y de todos ellos aprendí de lo bueno, de lo malo y de lo excelente.
Hubo de todo, pero fueron otras épocas cuando casi siempre faltó la uniformidad de criterios entre los instructores para impartir un entrenamiento, y aunque pude vivir instrucciones de la más alta calidad también debí sufrir algunos en el que el instructor hacía todo lo posible por hacerme ver que él mismo era una combinación de Charles Lindbergh y Yuri Gagarin.
Cuando llegó mi turno de convertirme en instructor, llegué con un bagaje importante de experiencias buenas y malas que moldearon mis actitudes, mis estrategias y mis técnicas para impartir una instrucción de la más alta calidad dentro de mis posibilidades, llevando en la mente que cada alumno es diferente y que cada uno es especial ya sea por difícil o por ser un excelente piloto.
Antes que nada, aprendí lo importante que es una buena conexión con los alumnos desde el punto de vista humano, aprendiendo a conocerlos y a lograr una empatía para poder compartir sus debilidades y sus fortalezas; el hacerlo siempre nos hizo más fácil el camino a ambos.
Es necesario que el instructor recuerde sus momentos buenos y malos cuando fue alumno y tratar de ponerse en los zapatos de otros cuando se encuentran bajo presión.
No es lo mismo recibir que dar una sesión de entrenamiento de vuelo, después de todo el que tiene tiene la pluma en la mano la tiene más fácil por ser el que decide y califica. En un momento dado, puede tener el poder de dar al traste con la carrera y sueños de alguien y eso no hay que olvidarlo nunca.
El hecho de tomar en cuenta el factor humano me permitió, en cada sesión de entrenamiento, mantener la atención de los pilotos sobre las cuestiones del vuelo, haciéndoles ver siempre mi respeto y cariño a nuestra profesión, lo que siempre abrió el camino para que ellos mismos encontraran esa misma pasión.
No pocas veces tuve que ser creativo y encontrar diferentes formas de actuación como instructor, especialmente cuando me encontré con pilotos con falta de estudio o de habilidad. Afortunadamente pude hacerlos comprender que el esfuerzo mutuo en lograr la meta nos llevaría a ambos al éxito del adiestramiento especialmente cuando se trató de adiestramiento de avión.
Para ser instructor de pilotos aviadores hace falta una buena dosis de paciencia, habilidad para organizarse, perseverancia, conocimientos, estudio y empatía para lograr impartir instrucción de alto nivel en cualquier fase.
El instructor debe saber convertirse en un líder que da el ejemplo no tanto de sus capacidades y habilidades técnicas que de por sí son probadas para estar en el puesto, sino de las que tienen que ver con los rasgos emocionales y temperamentales, que quedan a la vista cuando se obliga a que un alumno trabaje bajo presión, lo que por cierto, y como todos sabemos, sucede durante el 100% de una sesión de entrenamiento.
Los tiempos han cambiado, en estas épocas de alta tecnología aeronáutica y del manejo de los recursos de cabina y factores humanos como conceptos vitales en la prevención de accidentes aéreos, un instructor no solo enseña, sino que comparte conocimientos y experiencias y debe hacerlo teniendo en mente que la parte más importante de un entrenamiento de teoría, simulador o avión es justamente el alumno.
Finalmente aprendí que si un alumno fracasa, ese fracaso debe ser compartido en partes iguales con su instructor, porque al final de cuentas no solo hay pilotos que no son hábiles o que no estudian, desafortunadamente también hay instructores incapaces y todos los hemos sufrido alguna vez.
Facebook comments