En el marco de la Aeroexpo Toluca 2019, celebrada el pasado fin de semana surgieron un par de noticias que realmente llamaron mi atención.
La buena.
La primera noticia, y que me parece magnífica, es que las autoridades aeronáuticas mexicanas anunciaron la creación de la Agencia Federal de Aviación, misma que habría de sustituir a la actual, antigua, burocrática e ineficiente DGAC. Recordemos que, a nivel organizacional, a la DGAC se le puede comparar con las Direcciones existentes en países con poca aviación, como en África (y digo esto con conocimiento de causa, dada mi experiencia volando en el otro lado del mundo).
Por otra parte, las mismas autoridades ya reconocieron que dentro de determinados departamentos de la DGAC existe la ineficiencia y la corrupción por lo que el cambio es necesario y no puede posponerse más.
La nueva Agencia Federal de Aviación es un proyecto urgente e importante que está en el tintero desde hace ya varios años y que, por distintas razones, no se ha concretado. Espero que ahora haya voluntad política y se le asignen los recursos económicos y humanos suficientes, para que pueda salir adelante y cambiar la forma en que se rige nuestra aviación.
Seamos claros: reestructurar la actual DGAC no serviría de nada. Esta dirección debe desaparecer por completo y tenemos que iniciar de cero con la nueva agencia, actualizando los antiquísimos reglamentos en materia aeronáutica y haciéndola eficiente y antiburocrática, con el fin de evitar la corrupción.
También se deben concretar los procesos internacionales establecidos por la OACI en sus anexos y por otras agencias federales de aviación en países de primer mundo, especialmente en lo que se refiere a licencias del personal técnico, medicina de aviación e investigación de accidentes.
Bienvenida la idea de esta nueva Agencia Federal de Aviación y bienvenido todo lo que se haga en beneficio de nuestra aviación y de la seguridad de las operaciones aéreas.
La mala.
El señor Alexandro Argudín, director del aeropuerto de Toluca, hizo algunas declaraciones que han levantado las cejas de muchos expertos en cuestiones de aviación de nuestro país.
“El Aeropuerto de Toluca no tiene restricciones” dijo cuando se le preguntó sobre la posibilidad de construir una segunda pista en esta terminal, olvidando que la restricción más importante que tiene es su altura (8,530 pies de elevación sobre el nivel del mar), lo que no permite que las aeronaves comerciales despeguen con su peso máximo de carga, pasajeros y combustible, lo que provoca pérdidas económicas a las aerolíneas, especialmente en vuelos de mediano y largo alcance. Esto deriva, claramente, en rutas incosteables.
No importa si las pistas miden diez kilómetros, las restricciones de peso en el despegue se consideran de acuerdo con las gráficas de carga y balance en los manuales de vuelo y despacho por los diferentes fabricantes de los aviones, quienes toman en cuenta, antes que nada, la posibilidad de que un motor falle durante la carrera de despegue o inmediatamente después de éste.
Otros aspectos primordiales en Toluca es que la terminal tiene bancos de niebla durante 50 días, en promedio, al año, además de las condiciones orográficas, los meses con altas temperaturas y los grandes problemas de coordinación que tendrían los servicios de control de tránsito aéreo para administrar el espacio aéreo de tres aeropuertos con características tan difíciles.
El gobierno se empeña en añadir al aeropuerto de Toluca en el Sistema Metropolitano de Aeropuertos pero, además de todas las restricciones técnicas que ya hemos mencionado, tampoco conocemos los planes o estudios concretos para la construcción de vías de comunicación terrestre que los pasajeros tendrían que utilizar para llegar y salir entre las terminales de Toluca, Benito Juárez y Santa Lucía.
Para terminar, no olvidemos el enorme costo y la complicada logística que tendrán las aerolíneas para coordinar los equipos de apoyo en tierra, aviones, tripulaciones y personal en general para operar en dos o tres aeropuertos.
El aeropuerto de Texcoco ya avanzado en un 33% en su construcción hubiera sido el segundo más grande del mundo una vez terminado con todas sus enormes ventajas sociales y económicas para México y definitivamente la solución al problema aeroportuario de la ciudad de México por otros 60 años.
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