"Si quieres algo nuevo, primero tienes que dejar de hacer algo viejo"
–Peter Drucker
Hace unas pocas semanas tuve la oportunidad de visitar la oficina de un hangar en el aeropuerto de Toluca, y después de esa visita regrese directamente al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) para tomar el avión de regreso a casa.
Fueron necesarias dos horas, además de pagar el peaje en la caseta más cara del mundo (Toluca-México) para completar el viaje de un aeropuerto al otro, y hay quien dice que “me fue bien” porque, dependiendo de la hora y la ruta seleccionada, se puede hacer todavía más tiempo para recorrer estos 66 kilómetros que separan ambos aeropuertos.
Si me hubiera tenido que trasladar hasta Santa Lucía, habría que sumar 50 kilómetros y una hora adicional (sin tráfico) para hacer el recorrido completo de 116 kilómetros.
Esto es sólo una mínima muestra de los inconvenientes para el usuario que representará el nuevo proyecto del Gobierno entrante, que planea la operación "simultánea y coordinada" de los aeropuertos de Toluca, AICM y Santa Lucía.
Aunque entiendo la necesidad de la infraestructura mínima necesaria, no soy ingeniero ni especialista en construcción y no voy a opinar sobre asuntos que corresponden exclusivamente a expertos, quienes por cierto comentan que realizar dicha planeación y construcción podría tomar tres años –o más– a un enorme costo, mismo que desde luego sería trasladado a los miles de usuarios a manera de impuestos o cobro de peajes.
Pero hay algunos temas técnicos en los que sí quisiera opinar, pues he tenido el privilegio de trabajar como piloto comercial por 45 años para tres aerolíneas de nivel internacional, despegando y aterrizando en todo tipo de condiciones en los aeropuertos más grandes y complicados del mundo.
Como dato anecdótico, allá por 1989 hice mi primer vuelo entre el aeropuerto de Toluca y el de Houston, en un intento de la nueva Aerovías de México –recién quebrada y luego reorganizada– por aprovechar las aparentes facilidades que brindaba el gobierno del Estado de México, para soportar la operación tanto de la propia Aeroméxico como de las líneas de bajo costo que ya empezaban a desarrollarse.
Toluca challenge
Pensado y construido originalmente para operación de aviones de empresas privadas y corporativas –que fueron removidas del aeropuerto Benito Juárez debido a los primeros síntomas de saturación–, Toluca tiene una complicada elevación de 8 mil 465 pies sobre el nivel del mar, y sus repetidas condiciones de tormentas y niebla 10 meses al año que reducen la visibilidad a "cero", cancelan cualquier posibilidad de operaciones regular por las constantes demoras y cancelaciones.
Si no mal recuerdo, en los años 90 se implementó un sistema terrestre de radioayuda para permitir operaciones con baja visibilidad en la pista 15-33. Sin embargo, éste fue poco utilizado debido, entre otras cosas, al costo adicional que representa para las aerolíneas el entrenamiento obligatorio de sus pilotos para tener en licencia una capacidad de aterrizajes CAT III (baja visibilidad), así como por el mantenimiento especializado de los equipos de a bordo y personal técnico de tierra, requerido por reglamentos nacionales e internacionales para garantizar seguridad durante este tipo de operaciones tan complejas. Se encuentra fuera de servicio desde hace tiempo.
Volviendo al tema de la altura, la eficiencia en la operación de los motores de los aviones comerciales se ve reducida sensiblemente en ciertas condiciones de temperatura ambiente y, aunque se cuente con una pista de cuatro kilómetros de largo, la reducida densidad del aire no permite la las turbinas dar su máxima potencia de despegue.
Además se afecta –porque se reduce– el índice de levantamiento y rendimiento de las alas, siendo necesarias mayores velocidades sobre la pista para hacer volar el avión, lo que a su vez afecta la limitación de velocidad máxima de rodamiento que tienen las llantas del tren de aterrizaje durante la carrera para el despegue.
Si además de estas condiciones desafortunadamente se sufre una falla de motor durante el despegue por cualquier causa, se puede poner al avión y sus pasajeros en peligro inminente. Para prevenir esa posibilidad es necesario reducir el peso de despegue total del avión, sacrificando en número de pasajeros y carga de paga que de ninguna manera resulta rentable para ninguna aerolínea del mundo. Esta podría ser la razón principal por la que diferentes empresas aéreas han decidido abandonar la operación en el aeropuerto mexiquense.
Nótese que sólo nos hemos referido a un par de problemas técnicos para operar segura y eficientemente en el aeropuerto de Toluca, y faltaría hablar sobre muchos temas más (accesos en tierra, logística terminal, infraestructura para tripulaciones, etc.).
La próxima semana revisaremos algunas de las características del proyecto Santa Lucía, nuevamente desde el punto de vista del piloto.
En otro orden de ideas, nos han dicho hasta el cansancio que se ha encontrado corrupción y malos manejos en todas las fases de la construcción del proyecto Texcoco, y ahora nos enteramos de que los mismos empresarios obtuvieron del mismo presidente electo un compromiso por miles de millones de dólares en nuevos y adicionales contratos, si se abstienen de demandas y pleitos jurídicos a partir de la cancelación de la obra.
Difícil de creer, difícil de entender y difícil de aceptar.
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