El cerebro humano, órgano ubicado dentro de la cavidad craneal aún es poco entendido, sin embargo se sabe que sus dos funciones principales, entre los incontables procesos conocidos y por conocer, son el mecanismo de la visión y un diálogo consigo mismo; mejor dicho, los mecanismos del pensamiento y el autoconocimiento.
En cada una de las retinas de nuestros ojos recibimos cada segundo el equivalente a 70 GB de información; esto equivaldría a algo así como 70 videos promedio con sus audios. Esto en realidad es inasimilable, es un gigantesco alud de información que nos llega constantemente y ante esa avalancha de datos, el cerebro para funcionar correctamente no le queda otro remedio que organizarse mediante estrategias para captar y procesar la realidad, entenderla y relacionarse adecuadamente con el entorno, adaptarse, reaccionar y tomar decisiones eficientes.
En el caso del piloto, esta es la base del ADM (Aeronautical decision making). Esos 70 GB que recibe cada retina cada segundo, y que son inasimilables, inician en su ingreso al cerebro una serie de “cuellos de botella” o caminos “tortuosos”. La información que viene por la retina y el nervio óptico se canaliza y se procesa en la corteza occipital, sin embargo el nervio óptico no tiene una capacidad de transmisión tan alta y conduce algo parecido a tan solo 1 GB por segundo, por lo tanto la estrategia principal del cerebro es que, al captar la realidad, se queda con rasgos, solo con detalles.
Además esta información no puede estar dispersa, sino que necesita de un fichero que es la memoria de trabajo o memoria temporal también conocida como memoria de corto plazo, por ejemplo al mirar el PFD de la aeronave y observar las cifras de altitud, velocidad, rango de ascenso o descenso, curso y rumbo en el MCP y waypoints en el navigation display, pero esa memoria temporal también tiene sus limitaciones y con estos detalles, con estos rasgos, construye la realidad y la abstracción conceptual necesaria para la conciencia situacional durante el vuelo. Todo ello gracias a que tenemos en la memoria unas bibliotecas personales que nos permiten rápidamente reconocer aquello que vemos e incluso lo que nos permite anticiparnos.
Esto último es de gran importancia en el vuelo, ya que el cerebro es lento, desde que recibes una señal hasta que reaccionas lo cual puede llegar a tardar un tercio de segundo, lo cual en neurociencia es mucho y no nos podemos permitir el lujo de este retraso... entonces, ¿cuál es la solución? ¡Anticiparse! El conocido dicho menciona "no dejes que te gane el avión"; anticípate y siempre mantente un paso adelante durante la operación.
Entonces en el vuelo lo que en realidad hacemos son predicciones constantemente. Predicciones muy certeras, buenas y casi infalibles y más en una actividad reproducible como la aviación, y con estas predicciones vamos construyendo un vuelo. Nos valemos de cartas aeronáuticas como las de aproximación que nos ayudan a anticipar los eventos al realizar los briefings de aproximación por ejemplo, de manera aprendida, automatizada y predecible, excepto en situaciones de emergencia o fallas, aunque en los entrenamientos recurrentes en simuladores de vuelo se nos enseña lidiar con estas circunstancias. Hacemos predicciones constantemente, pero en el vuelo podemos tener errores de predicción lo cual da lugar a errores de juicio y errores en fases críticas de vuelo.
Por otro lado, nuestra visión no es captada en masa sino en fragmentos que nuestra integración cerebral va uniendo. Esto es algo parecido a las imágenes cuadro por cuadro que observamos al mirar una película en el cine, pero que avanzan a una velocidad suficiente para que no percibamos que las imágenes son cuadro por cuadro sino una imagen viva, en movimiento, dinámica apegada a la realidad. Ese rastreo visual que hacen nuestros ojos es mediado por los movimientos oculares sacádicos que capturan nuestra realidad y nuestro cerebro “junta” todo el film... ¿Tú qué piensas? Interesante, ¿no?
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