
En todo el tiempo que he estado involucrado en el desarrollo espacial de México, hay algo que no deja de sorprenderme: el talento que tenemos en nuestras universidades. Esto me ha hecho reflexionar sobre lo que estamos logrando y lo que aún nos falta. Tomemos por ejemplo, un centro de desarrollo espacial como el CREDEZ de Zacatecas. Ahí hay laboratorios donde se trabaja en IoT satelital, diseño electrónico y robótica espacial con un nivel que no tiene nada que envidiarle a otros países.
También, proyectos como la Misión Colmena, los nanosatélites AztechSat1 y los Painani, y próximamente el Gxiba, impulsados por estudiantes e investigadores de la UNAM, el IPN y la UPAEP, muestran que México ya tiene una base sólida para entrar de lleno al desarrollo de tecnología espacial. Sin embargo, aunque el potencial está ahí, todavía hay mucho por hacer para que esto se traduzca en un impacto real.
Por ejemplo, el mercado global de CubeSats está creciendo a un ritmo impresionante. Según datos recientes, pasará de 417 millones de dólares en 2024 a 1,600 millones en 2033. Eso es una oportunidad enorme para un país como el nuestro, pero también un recordatorio de que no podemos quedarnos atrás. Sin embargo, uno de los problemas más grandes que enfrentamos para aprovechar oportunidades como esta, es la falta de coordinación entre los distintos actores dedicados al espacio en México: cada universidad y centro de investigación está avanzando por su cuenta, y aunque los resultados son prometedores, no es suficiente. Necesitamos estándares nacionales que permitan que los subsistemas espaciales desarrollados en diferentes instituciones puedan funcionar juntos sin complicaciones, en donde, por ejemplo, un subsistema diseñado en Zacatecas se integre fácilmente con otro creado en Puebla. Eso no solo agilizaría los proyectos, sino que nos permitiría competir a nivel global. Pero para llegar ahí, hace falta un esfuerzo conjunto entre la academia, la industria y el gobierno.
A lo largo de mi carrera desarrollando la educación espacial en México, he hablado con muchos estudiantes e investigadores que están trabajando en proyectos espaciales, y hay algo que siempre me mencionan: la escasez de recursos para hacer desarrollos tecnológicos. Como ejemplo, en un laboratorio de una universidad mexicana, conocí a un grupo que había diseñado un nanosatélite educativo, pero no tenía los recursos para construir un modelo de vuelo y probarlo en el espacio. Es frustrante ver tanto talento detenido por barreras que podríamos superar con un poco más de apoyo. Necesitamos un plan claro, una estrategia que no solo fomente la innovación, sino que también garantice el financiamiento y la formación de más especialistas en el área y el despegue de empresas espaciales emergentes. No podemos seguir dependiendo de colaboraciones internacionales, como las que hemos tenido con NASA, aunque han sido valiosas; Es momento de que desarrollemos nuestra propia capacidad.
Lo que más me motiva es pensar en el impacto que esto podría tener. No se trata solo de poner satélites en órbita; se trata de impulsar nuestra economía, de resolver problemas nacionales con tecnología propia, de inspirar a las próximas generaciones. México tiene todo para convertirse en un referente en el desarrollo espacial: el talento, la creatividad y una necesidad real de soluciones innovadoras. Pero para lograrlo, necesitamos dejar de trabajar de forma aislada y empezar a construir un ecosistema donde todos los sectores colaboren. Crear una estrategia que integre desde el diseño de subsistemas hasta la operación de constelaciones es fundamental.
El camino no será fácil, pero estoy convencido de que podemos lograrlo. He visto de cerca la pasión de los estudiantes que están detrás de estos proyectos, y sé que con el apoyo adecuado, México puede dar un salto importante en el sector espacial. La pregunta ahora es si estamos dispuestos a hacer lo necesario para que eso ocurra. No se trata de esperar a que las cosas pasen; se trata de tomar las riendas y construir el futuro que queremos. El talento ya lo tenemos. ¿Qué estamos esperando para despegar?
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