Las actividades humanas dependen cada vez más de la infraestructura espacial. Los satélites de comunicaciones, de navegación, y de observación de la Tierra, son esenciales para el desarrollo económico y social de todo el planeta. Es por esto que las amenazas a su integridad ponen en riesgo nuestra estabilidad como sociedad. Con la entrada de nuevos actores al sector espacial, la posibilidad de conflictos aumenta. Ya no son únicamente las potencias espaciales las que pueden colocar activos en el espacio, sino cada vez más empresas privadas tienen esa capacidad y esto está generando un congestionamiento de la órbita baja. El espacio se está convirtiendo en una especie de viejo oeste. Y aunque existe el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, este es incompleto, ya que no considera la realidad actual. Por lo tanto, existe el riesgo de que impere la ley del más fuerte y esto hace necesario establecer reglas y acuerdos entre todas las naciones, para evitar un colapso del acceso al espacio y permitir que continúe la exploración y su uso para fines pacíficos.
La actividad espacial está creciendo a un ritmo muy importante y no parece detenerse. Al contrario, es muy probable que en un futuro cercano el ritmo de crecimiento de la actividad espacial aumente considerablemente. Ya se acabaron los tiempos en que solamente había dos potencias espaciales. Ahora hay muchos actores tanto nacionales como empresas privadas que están buscando su lugar en el espacio. Según la Union of Concerned Scientists, a principios de 2022, había 4,852 satélites en el espacio. Solamente en 2021, hubo 136 lanzamientos, lo que promedia a unos 3 por semana, y de las empresas privadas, solamente Starlink tiene planes de poner en órbita baja 40,000 satélites en esta década. Todo esto apunta a un congestionamiento de la órbita baja. Solamente de basura espacial, según la Agencia Espacial Europea, hay 30,040 objetos con dimensiones mayores a 10 cm.
A todo esto agreguemos que desde casi el inicio de la era espacial, varias potencias espaciales han estado realizando pruebas de armas cinéticas antisatélites (ASATs), esto es, misiles que destruyen satélites con solo el impacto. Estas pruebas han generado más basura espacial, en flagrante violación del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre que en su Artículo IX dice textualmente: “Si un Estado Parte en el Tratado tiene motivos para creer que una actividad o un experimento en el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, proyectado por él o por sus nacionales, crearía un obstáculo capaz de perjudicar las actividades de otros Estados Partes en el Tratado en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos, incluso en la Luna y otros cuerpos celestes, deberá celebrar las consultas internacionales oportunas antes de iniciar esa actividad o ese experimento.” No sobra decir, que todas las pruebas de armas cinéticas antisatélites han ocurrido sin que se efectúen estas consultas. Además, ahora con la Guerra de Ucrania, tras muchos años de cooperación, Rusia amenaza con dejar de cooperar con las naciones de occidente, lo que es una alerta de una confrontación y una amenaza de una posible militarización del espacio.
Si bien el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre sienta las bases para la convivencia de las naciones en el uso del espacio, este documento ya es obsoleto pues se creó en 1967 cuando las condiciones eran muy distintas a las de ahora. Por todas estas razones es imperativo construir nuevos acuerdos entre todos los países para permitir un acceso seguro al espacio. El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre debe revisarse y se deben establecer bases realistas de coordinación entre todos los países para regular las actividades espaciales, y así permitir su exploración y utilización para fines pacíficos para el bien de todos. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de hacer que el acceso al espacio sea inviable y todos lo vamos a lamentar.
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