“Les recordamos que el uso de dispositivos electrónicos está prohibido durante el despegue y aterrizaje porque puede interferir con los sistemas de la aeronave. El uso de ciertos dispositivos está permitido en modo avión… el uso de teléfonos celulares está prohibido durante todo el vuelo”.
¿Cuántas veces hemos escuchado este mensaje antes de iniciar un vuelo? ¿Y cuántas veces nos hemos preguntado si, en verdad los dispositivos electrónicos interfieren con los sofisticados y cada vez más robustos sistemas de navegación de una aeronave? Y cuantas veces nos hemos preguntado, ¿por qué?
Esta es una conversación imaginaria entre los pasajeros (P) y una sobrecargo (S):
S: Damas y caballeros por favor apaguen todos sus dispositivos electrónicos.
P1: ¿Por qué?
S: Porque estos pueden interferir con los sistemas de la aeronave.
P1: ¿Cómo?
S: Porque la señal de radiofrecuencia de sus dispositivos puede interferir la señal entre la torre de control y la aeronave.
P2: Entiendo que eso pueda pasar con un celular, pero mi lector electrónico Kindle no emite una señal de radiocomunicación.
S: Todos los dispositivos electrónicos generan un campo electromagnético que generan interferencia.
P3: O sea que mi iPod de 49 dólares puede derribar un sofisticado avión que cuesta 300 millones de dólares.
S: (exasperada) No me importa que aparato usen, todos tienen que apagar sus aparatos electrónicos.
P4: Y que hago con mi marcapasos electrónicamente controlado que emite una señal al hospital y a mi doctor.
S: (molesta) Ésa es una excepción.
P5: ¿Y de que depende la excepción?
S: (extremadamente molesta): Apaguen todos sus malditos aparatos celulares, tabletas y todos los demás dispositivos electrónicos o llamo al capitán para que los eche del avión a todos.
La sobrecargo se sienta y recibe un ping de Twitter. El pasajero sentado en la primera fila le reclama: “¿Oiga y usted por que no lo apaga?”
La sobrecargo responde, “mi hermana está en el hospital dando a luz, así que cállese y deje de molestarme…”
Esta conversación imaginaria, que bien pudo haber sucedido, es una muestra del estado de confusión en que se encuentra el moderno pasajero acerca del creciente número de medidas de “seguridad” impuestas por las autoridades, muchas de las cuales carecen de sentido para la persona ordinaria.
La realidad es que, si los teléfonos celulares representaran una amenaza real para la navegación aérea, estos habrían sido incluidos en la cada vez más larga lista de artículos que no se pueden llevar a bordo, y las aerolíneas se cerciorarían no sólo de que estos fueran empacados en el equipaje y que estuvieran apagados antes de subir el equipaje al avión.
Las consideraciones reales del por qué las autoridades y las aerolíneas mantienen esta medida en vigor son varias:
1. Un teléfono celular, en si, no generaría ningún tipo de problema. Pero todos los pasajeros hablando por celular al mismo tiempo sí podrían generar, ocasionalmente, cierta distorsión en la comunicación entre el piloto y la torre de control. Esto es fácil de probar: simplemente coloquen varios teléfonos celulares cerca de las bocinas de su computadora y comprueben que este genera cierta cantidad de ruido que interfiere con la calidad del sonido.
2. La señal de un teléfono celular desde un avión que vuela a 10 mil pies y a 800 kilómetros por hora, rebotará en varias torres celulares en tierra a lo largo del trayecto. Si sumamos a todos los pasajeros que vuelan diariamente a lo largo y ancho de un territorio, podremos entender fácilmente la clase de caos que se generaría en la señal terrestre que debe rastrear la llamada o la comunicación de datos. Cada torre celular tiene una capacidad de atención pre programada y ésta se vería seriamente comprometida con el tráfico aéreo que sobrevolara la zona. Este problema se puede evitar si se instala una picocélula o pequeña base celular que cubra el área del avión y ordene las comunicaciones, como lo han hecho ya numerosas aerolíneas internacionales. Sin embargo, esto implica un costo de inversión que los pasajeros deben absorber, ya sea a través de un sobreprecio en el boleto o mediante la compra directa del servicio. En muchos casos, particularmente en viajes de corta duración, este costo extra no se justifica y muchos usuarios no estarían dispuestos a pagar este costo extra, lo que complica el caso de inversión de la aerolínea.
3. Un punto importante es el relacionado con la atención que los pasajeros deben poner a los avisos iniciales de seguridad y su capacidad de reacción ante una emergencia. Siendo el despegue y aterrizaje momentos cruciales en el vuelo, es importante que la atención de los pasajeros esté concentrada en los avisos de la tripulación. Un pasajero distraído en una llamada o revisando su cuenta de redes sociales no escuchará o no entenderá los mensajes de la tripulación, lo que pone en riesgo su vida ante una emergencia.
Como quiera que sea, no parece un tema que vaya a resolverse a entera satisfacción de todas las partes en el corto plazo.
Mi sugerencia es que apaguen los malditos celulares y dediquen tiempo a platicar y conocer a su vecino de asiento. ¿Quién sabe? A lo mejor conoces a tu próximo cliente, a tu próximo proveedor, a un personaje interesante o, incluso, a tu alma gemela…
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