Esta semana se discuten en el seno de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), los pasos que tomarán gobiernos e industria para hacer factible el Plan de Compensación y Reducción de Carbono para la Aviación Internacional (CORSIA), un ambicioso programa que pretende que la huella de carbono que dejan los aviones actuales en sus viajes por el espacio aéreo, vaya reduciéndose y en 2050 llegue a cero.
Desde luego que el plan es ambicioso pero, como dirían los especialistas, no es imposible. Consultores de la talla de Alistair Blanshard, líder de Aviación Sustentable de ICF, aseguran que en los siguientes ocho años, hacia el 2030 apenas reducirá un 10% la proporción de carbono, debido a que en tan poco tiempo seguiremos utilizando las mismas tecnologías y el combustible sustentable aún no llega a significar una gran proporción. Se requiere cierta masa crítica que lo haga más asequible a los operadores.
Sabemos y cada día hay más acciones en ese sentido, que las armadoras trabajan a marchas forzadas en nuevas tecnologías que incorporen energías limpias, como el hidrógeno o la electricidad. A pesar del gran esfuerzo que se está haciendo, sin embargo, estas aeronaves no empezarán a volar comercialmente en los siguientes 8 años. En el mejor de los casos empezaremos a ver prototipos, pruebas, certificaciones y primeros pasos, que tal vez cristalicen a mediados de la década siguiente para que hacia 2050 tengamos ya aeronaves comerciales en todo el mundo.
Por ahora se trabaja también en combustibles limpios. Hace años en México hubo algunos esfuerzos por usar jartrofa (una planta que crece en desiertos para no afectar cultivos críticos para la alimentación humana), y a nivel global se ha hecho un esfuerzo por incorporarlos, pero dichos combustibles sustentables (los llamados SAF) no son suficientes para mover la enorme flota de aeronaves que circula por el planeta.
Tanto ICF como expertos de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y de las armadoras y otros agentes de la industria, consideran que la meta de cero emisiones para 2050 sí sería posible. Sin embargo, muchos gobiernos, presionados por los votantes que quieren resultados rápidos pero no ven las implicaciones de ello, tienen entre sus propuestas incrementar los impuestos a las emisiones de CO2 de los transportes que circulan en sus territorios (o sus cielos), limitar horas de vuelo, horarios y otros esquemas que presionen a las aerolíneas.
Las consecuencias de ellos serían encarecer el transporte aéreo y retardar, por lo mismo, el momento en que la industria esté lista para hacer el cambio tecnológico, tanto en el tipo de aeronaves y la energía con la que se mueven, como con el combustible sustentable.
Estamos justamente en el momento en que la decisión de apoyar CORSIA y dejarla como el único medio de alcanzar las metas deseadas puede ser un éxito o que a los políticos les gane el afán de tener cifras qué presumir y el programa se quede en buenas intenciones, mientras que la rentabilidad reducida impida a las aerolíneas trabajar con aviones de nueva generación y/o combustibles sustentables.
Lo único que está claro es que la industria no podrá sola con el paquete, se requiere cooperación y eso es lo que OACI se está jugando hoy en Montreal. E-mail: raviles0829@gmail.com
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