El accidente recientemente reportado de la aerolínea boliviana LaMia en donde perecieron 75 ocupantes, entre ellos varios jugadores de futbol, en Colombia, ha sido motivo de una interminable lista de opiniones en todo tipo de medios, plataformas y formatos. En esta era de la profusión inmediata de información, todo se sabe al segundo en todas partes y todo se comenta en las redes y otros medios hasta alcanzar veredictos inapelables.
Tener aquí y allá un pedacito o dos, o cientos, de recortes de información sobre un acontecimiento que cimbra a la opinión pública incentiva las opiniones, lo cual es bueno y es síntoma de salud de una sociedad. El problema es que estas opiniones se conviertan en juicios sumarios que condenen o absuelvan por adelantado a los protagonistas de lamentables hechos, como en este caso el accidente del vuelo LMI2933.
Los accidentes de aviación, como se sabe, son investigados concienzudamente por un grupo de especialistas, entre quienes normalmente se encuentran representantes de los fabricantes del avión o aviones, las autoridades de Aviación Civil del país o países involucrados, frecuentemente se pide ayuda a otros organismos. Todos ellos se tomarán su tiempo investigando, reconstruyendo los hechos, analizando indicios de la llamada caja negra, testimonios y documentos, etc.
Lo común es que este proceso tome varios meses (y a veces años) hasta que se ha realizado una exhaustiva exploración y a partir de todo este trabajo se reseñan las causas probables y los factores contribuyentes en el accidentes investigado.
Estos dos elementos sirven para hacer recomendaciones que se acumularán a las ya existentes en el acervo global que se tiene de la seguridad aérea y que precisamente por su acuciosidad ha hecho que la aviación sea el medio de transporte más seguro del mundo con índices que mejoran año con año.
Así fue la norma y así se ha ido construyendo este enorme edificio que es la seguridad aérea hasta que la presión mediática ha hecho que, de algún modo, empiecen a violarse los protocolos de investigación al difundirse materiales que deberían ser analizados por los especialistas con todo detalles y contrastados, analizados en su contexto, hasta que se tengan los suficientes elementos como para ponderar las causas y factores que intervinieron en el siniestro.
En este y otros casos, un día parece que los pilotos son culpables; otro, los controladores; otro más, la aerolínea, las autoridades, los fabricantes… en fin, lo más seguro es que sea un asunto sistémico. Y para dirimirlo hace falta análisis y tiempo.
La presión de los medios y la curiosidad de los ciudadanos es mucha. Y la necesidad de saber y aún de evitar que una mala práctica pueda repetirse y poner en peligro a otros usuarios de transporte aéreo hace que la presión sea aún mayor.
Pero lo que está sucediendo en los últimos tiempos está amenazando el espíritu mismo de la investigación de accidentes aéreos que es: no la búsqueda de culpables, sino la determinación de responsabilidades para tomar las medidas necesarias para que estos eventos no vuelvan a ocurrir.
Usualmente, además, los accidentes no son unifactoriales, sino una cadena de errores que justamente debe aclararse para que todos los involucrados los corrijan.
Sé muy bien que esta postura no es ni “sexy” ni popular e incluso parece anticuada, pero es lo mejor que tenemos en la industria aérea. Es, de algún modo, uno de los pilares de la seguridad y el mejor modo de ir sembrando una cultura que tome en cuenta primero los hechos y después las posibles responsabilidades.
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
raviles_2@prodigy.net.mx
Twitter: @charoaviles
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