Hay noticias que uno no quisiera nunca recibir y menos aún comentar. El fallecimiento de Manuel Ruiz Romero es una de ellas. La aviación mexicana ha perdido a uno de sus grandes historiadores y nosotros un amigo entrañable.
Apasionada de la aviación, he acudido con grandes expectativas a las fuentes de la historia de nuestra actividad aérea, de José Villela a Ruiz Romero, pues gracias a ellos aprendimos a amar a la aviación mexicana, a conocer su grandeza y a respetar su legado lo suficiente como para abogar porque esa herencia se mantenga y acreciente.
Autor de una veintena de libros de diversos aspectos de la aviación mexicana, Ruiz Romero será siempre la referencia de quienes gustamos de esta actividad. En realidad sé poco de sus primeros años, pero a mí me pasó con Manuel lo que dice la canción: “antes de conocerlo, lo adiviné”.
Leía sus libros con deleite imaginando su labor incansable y acuciosa detrás de los datos y las evidencias, hasta que un día lo encontré en una Aero-Expo en Acapulco y no tuvo ni que decir su nombre para que ambos nos reconociéramos en lo más profundo de nuestras aficiones y a partir de ese día fraternizamos.
Leer cada uno de sus libros es como encontrarse a un viejo y querido amigo. Con ellos he gozado y llorado las glorias y derrotas de nuestra industria de transporte aéreo y he descubierto pasajes de enorme heroísmo y de ignominia.
¿Cómo no acompañarlo en las glorias de los pilotos militares en la batalla de Guaymas? ¿Cómo no disfrutar de los aportes de Juan Guillermo Villasana y Don Angel Lascuráin? ¿Cómo no vibrar con el Cuatro Vientos, con el relato de Aeronaves de México, con Los Orígenes, con la creación de Mexicana de Aviación?
La obra de Manuel nos recuerda muchas cosas: que él es alguien que conocía a profundidad el tema y se adentró en todos sus vericuetos.
Que los mexicanos hemos olvidado lo más preciado que tenemos, nuestras raíces, de las que tendríamos que estar orgullosos para obtener la fuerza que nos permita proyectarnos al futuro.
Que la Historia, esa que todos escriben con mayúsculas, es también esa historia cotidiana de hombres y mujeres que viven todos los días y se aventuran por el mundo. Y que esa historia nos puede enseñar que las ideas más peregrinas pueden cristalizar en cosas tan concretas y útiles como las hélices Anáhuac, los motores Aztatl o los aviones Serie A y el Quetzalcóatl.
A Manuel Ruiz Romero le debemos hoy tener atesorados muchos de esos recuerdos, partes de la historia, de hombres que forjaron nuestra aviación con su esfuerzo, grande o pequeño, y que contribuyeron a crear lo que hoy tenemos.
Gracias a ellos, tuvimos el honor de haber lanzado el primer correo aéreo en el mundo, la primera batalla aeronaval de la historia y muchos vuelos de buena voluntad que se constituyeron en hitos de la aviación mexicana.
Otro de esos grandes hitos fue la creación de los Talleres de Construcciones Aeronáuticas, en el seno del Ejército, en donde fue posible crear algunas de las maravillas que podemos apreciar en las fotografías de sus libros.
Tuve el privilegio de presentar dos de sus mejores libros: la Aviación Militar y El Cuatro Vientos, este último hace poco más de un año, a raíz de lo cual estábamos planeando un libro conjunto sobre accidentes de aviación, la historia a partir del periodismo.
Manuel: es difícil decir adiós. Te digo hasta luego y te prometo nunca olvidar lo que tú nos legaste. Que el cielo te reciba como a uno de sus hijos más queridos.
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
E-mail: raviles_2@prodigy.net.mx
Twitter: @charoaviles
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