Si bien de manera general las emisiones contaminantes provenientes de la aviación están creciendo a ritmos mayores que los otros medios de transporte, cada vez leemos con mayor frecuencia notas publicadas en los medios internacionales respecto al impacto negativo que el sector de la aviación privada o ejecutiva mundial, operada con aeronaves propulsadas por reactores, está teniendo en el medio ambiente de nuestro planeta.
Tan serio es el problema que, en el panorama que enfrenta el jet que no es empleado por una aerolínea, el asunto de la sustentabilidad no solamente es abordado desde una sana perspectiva innovadora y responsable con el espacio aéreo, al final de cuentas su campo de acción, propia de la evolución tecnológica de cualquier producto, sino también desde el temor que las crecientes voces que desde plataformas políticas y ecologistas están exigiendo la imposición de estrictas regulaciones a la operación de este tipo de vuelos, impuestos y hasta su prohibición. La activista sueca, Greta Thunberg, otrora esa adolescente, hoy día a sus 20 años una mujer hecha y derecha, que se hizo famosa por un radical activismo medioambientalista haciendo conciencia entre sus contemporáneos es una muestra clara del espíritu que está invadiendo las mentes, especialmente de ciudadanos en países como los europeos, en donde recordemos, apenas en mayo pasado, el gobierno francés decidió prohibir vuelos comerciales de corto recorrido en los mercados en los que exista la alternativa ferroviaria en su territorio, medida que si bien no le pega al jet ejecutivo (todavía), sin duda habla de tendencias.
Si bien la industria de las manufacturas de jets del segmento claramente está tomando nota de ello, y eso me parece maravilloso, lo cierto es que las transformaciones para reducir el impacto contaminante de este tipo de vuelos, caso notable del empleo de biocombustibles o SAF (Sustainable Aviation Fuel), si es que realmente son sostenibles, es decir, cumplen con su objetivo, no se están realizando con la velocidad que los ecologistas, los políticos que los respaldan y por ahí uno que otro columnista aéreo desearían.
La pregunta es obligada: más allá del empleo de estos tipos de combustibles, ¿cómo podría resultar más “verde” la aviación?
Documentos a mi alcance refieren acciones como las siguientes:
-Mejorar la eficiencia energética de las aeronaves con mejores motores, materiales más ligeros y nuevos sistemas de gestión energética.
-Optimización de rutas.
-Aeropuertos más verdes.
Aun cuando me precio de haber tratado el tema de la necesidad de cuidar el medio ambiente en entregas publicadas en los espacios editoriales del Grupo T21, con títulos como: “El Tren Maya y la marca de la casa”; “Tiempo de hablar del agua”; “Sostenibilidad y sustentabilidad de los medios de transporte”; “No podemos bajar la guardia en lo medio ambiental”; “¿De plano dejar de volar, Greta?”; “El halcón sobre las pistas” y “Solar Impulse”, debo reconocer, y más tomando en cuenta los efectos que el cambio climático está teniendo en la geografía que siento que debería abordarlo con mayor frecuencia, de ahí este texto, que hago votos contribuya a hacer conciencia de la necesidad de poner sobre la mesa los temas de la sustentabilidad con la seriedad que merecen.
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