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23/11/2024

Inseguridad y literatura: claroscuros en la cultura aeronáutica en México

Juan A. José / Miércoles, 11 Octubre 2023 - 01:00

En esta oportunidad, dado el cúmulo de temas a tratar que me ofrece la agenda aeronáutica mexicana, voy a comentar sobre cultura aeronáutica, abordándola desde dos perspectivas. Una muy sana y amable, y otra verdaderamente preocupante.

Voy a comenzar por esta última, cerrando mi columna con un asunto muy noble y agradable, digo, con tal de no amargarle mucho el momento en el que me haga el favor de leerme.

Comencemos entonces con el tema de la cultura de la seguridad aeronáutica en México:

En una nota publicada en el número 265 de la revista T21, en agosto de 2021, comenté que las prisas y la seguridad simple y sencillamente no se llevan.

En tiempos en los que los aeronáuticos civiles mexicanos estamos constatando con enorme preocupación la prisa con la que una aerolínea que portará, nada menos, que el icónico nombre de Mexicana de Aviación, está siendo conformada y preparada para iniciar operaciones, se afirma el 2 de diciembre próximo, marcando con ello el regreso de las aerolíneas controladas por el Estado mexicano al mercado del aerotransporte regular de pasajeros y carga en nuestro país, me vienen a la mente una serie de talleres que no hace demasiado tiempo tuve el privilegio de impartir en el seno de Bombardier Aerospace, en los que compartí con mis interlocutores la importancia de la cultura de calidad y la seguridad, las cuales en mi humilde opinión van de la mano. Una de las conclusiones a las que llegamos es que la adopción de una cultura que vele por la seguridad de las operaciones debe comenzar por la cabeza de la organización, la cual debe a su vez diseñar estrategias para permearla a todos los niveles, de la misma que tengan algo que ver con la seguridad. Estuvimos de acuerdo en que si quien encabeza una entidad no está convencido de que la seguridad debe ser el principio rector de todas sus acciones, existe el riesgo de que las barreras que impiden que cierto evento se convierta en una catástrofe vayan cayendo una a una hasta llegar a ese triste y costoso desenlace.

¿Cómo es posible que un gobierno como el actual federal en México, de cuya cabeza emanan frases como ese famoso “no me vengan con que la ley es la ley”, o ese “se toman en cuenta esas recomendaciones, pero a veces esos organizaciones no actúan con la seriedad suficiente…”, esta última empleada alguna vez por el actual Presidente de la República para descalificar la opinión, se dice fácil, del director ejecutivo de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), pretenda ahora que una empresa en un negocio en el que los riesgos a la vida y al patrimonio son tan grandes como son las aerolíneas, opere con la seguridad que se requiere?

La verdad es que yo no lo veo posible, y más luego de haber sido testigo de cómo algunos importantes funcionarios encargados de concebir la operadora que llevará de nuevo a los cielos mexicanos la marca Mexicana de Aviación, se sienten en total libertad reclamar a sus colaboradores cuando deben retrasar la preparación de cierto documento o la realización de un trámite, al no encontrar compatibilidad en ello con la necesidad de garantizar la seguridad de las operaciones, regañándolos con frases como: “aquí la seguridad no es prioridad, sino cumplir con lo ordenado”. Insisto, no me lo contó, ni me lo chismeó fuente alguna, estimado lector, lo escuché yo mismo en los últimos meses, no una sino varias veces. ¡Qué peligroso! ¿No cree usted?

Yo sí lo creo, tanto como estaba convencido también de lo peligroso que resultaba el manejo del tema sanitario en la pandemia de Covid 19 por parte de un virtual criminal de cuello blanco, al que ahora, como premio a su lealtad, se le está dando la oportunidad de competir por la candidatura a la jefatura de gobierno de mi ciudad natal. En fin…

Si bien el aéreo sigue siendo el medio de transporte más seguro, lo cierto es que como todo en la vida supone un riesgo, el cual puede magnificarse demostradamente conforme quien debería encabezar aquello que evite que crezca desprecie aquello que lo blinda no le da a la primacía que el marco legal, y debemos decirlo, el sentido común, exigen. La verdad es que no me gustaría estar en estos momentos en los zapatos de mis colegas aeronáuticos que en la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), deberán estampar su firma para autorizarle o negarle a la militarizada Mexicana de Aviación ya sea el Certificado de Explotador de Servicios Aéreos (AOC) o la autorización para el inicio de operaciones.

Y es que nada bueno puede salir, por lo menos en materia de seguridad operacional, en una aerolínea creada por capricho de un mandatario que, para comenzar, desdeña el estado de derecho. Lamentables, muy lamentables los tiempos en los que se privilegian los proyectos políticos sobre el bienestar de los ciudadanos, algo en lo que la palabra seguridad tiene mucho que ver.

Continuemos ahora, insisto, con ganas de tener un buen día, con el tema de la cultura literaria aeronáutica en México, en este caso hablando de la presencia, en mi opinión, cada vez más viva y por ende reconfortante de mi amigo Antoine de Saint-Exupéry en tierras mexicanas:

Si bien en menor medida que lo que ocurre en otros países, comprensiblemente caso de su natal Francia, los mexicanos también hemos sido cautivados por la magia de El Principito, obra con aire de esa inmortalidad propia del autor.

Desgraciadamente para nosotros, los actuales representantes de la otrora orgullosa “raza del bronce”, la presencia física y vínculos comprobables con México de este gran escritor que también sabía volar o visto de otra manera: de este aviador que escribía, se limitan, más allá del éxito comercial de El Principito, a la relación que Antoine tuvo con el abogado, educador, escritor, filósofo, funcionario, pedagogo y político oaxaqueño José Vasconcelos, cuya amante “Charito” es decir la salvadoreña Consuelo Suncín, casada en primeras nupcias con un mexicano, terminó ser su viuda como condesa de Saint-Exupéry y al breve paso por nuestro país en el año 1938, una primera vez al mando de su avión Caudrón 630 “Simoun” intentando volar con escalas entre Nueva York, Estados Unidos, y Tierra del Fuego, Chile, antes de accidentarse casi fatalmente, acompañado de su fiel y sufrido mecánico, André Prevot, por descuidar una variable de despacho de vuelo en el aeropuerto que entonces servía a la capital guatemalteca, de donde partió para terminar de sanar, también en avión, pero en un Douglas DC-3 de Pan American, seguramente haciendo escala en Mérida, Yucatán.

Lo cierto es que el tema Principito está de moda en México, tanto así que a quien firma el presente texto no le cuesta trabajo encontrar en su país con quien tener una buena conversación sobre el libro y sus personajes, como tampoco le resulta extremadamente difícil identificar eventos, especialmente en la Ciudad de México, en los que de alguna manera se recuerde y celebre, caso de la presentación, irónicamente en las instalaciones de la Biblioteca Vasconcelos, el pasado 30 de septiembre de una versión en lengua tének de la Huasteca potosina, coedición del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) y el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA), también con sede en la capital federal.

El resultado de la labor de estas dos instituciones y sus funcionarios es una biblioteca constituida a la fecha por ocho traducciones de El Principito, incluyendo lengua Hñähñu del valle del mezquital, en el estado de Hidalgo; náhuatl; tének de la Huasteca veracruzana, totonaco de la Sierra de Puebla; tseltal de Chiapas; zapoteco; maya de Yucatán y el tének potosino.

Lo que más me agradó de la presentación es que se informó al público que más que vender libros, el objetivo de traducir El Principito a lenguas originarias es que esos pueblos lo lean y obtengan de ellos lo valioso que contiene. Es decir, que se está traduciendo y editando a la obra maestra de Antoine para que llegue a las manos y por ende a la mente de esos indígenas mexicanos a los que, por cierto, percibo poseedores como pocas comunidades de esa necesaria sensibilidad para poder ver las cosas con el corazón.

Gracias INAH y muchas gracias CEMCA por facilitar que Saint-Exupéry hable a la esencia de los verdaderos mexicanos. Ojalá y hubiese instancias que le hagan ver a algunos compatriotas el daño que le están haciendo al país en otros ámbitos de su cultura aeronáutica.

Así las cosas en mi amado y contrastante México.

¿De qué quiere que le siga platicando, estimado lector? ¿De El Principito, de la triste realidad de la aviación civil mexicana o de ambos? Usted tiene la última palabra.

“Los  artículos firmados  son  responsabilidad  exclusiva  de  sus  autores  y  pueden  o  no reflejar  el  criterio  de  A21”

 

 

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