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27/04/2024

Cuando me econtré al “Maistro” de sobrecargo

Juan A. José / Martes, 23 Mayo 2023 - 23:27

Un día, hace unos treinta y tantos años, por ahí del 1994 o 1995, justo cuando la compañía Transportes Aéreos Ejecutivos, mejor conocida por sus siglas TAESA, se encontraba en pleno esplendor, tanto así que sus aeronaves portaban la bandera mexicana en vuelos chárter y regulares de pasajeros y carga virtualmente por todo el orbe, me encontré en el ambulatorio del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) con mi amigo y compañero de estudios universitarios, de iniciales J.J., mejor conocido entre los cuates como el “Maistro”, orgullosamente portando el uniforme de sobrecargo de esa concesionaria.

¿Qué onda, “Maistro”, andas de sobrecargo?

¡Cómo ves!, me respondió con su característica actitud de total despreocupación.

¿Y cómo le hiciste para pasar los exámenes médicos para obtener la licencia?, le pregunté.

Y es que el buen “Maistro”, además de bien tocado del cerebro por tanta droga y alcohol que se había metido en su juventud, tenía tal cantidad de impedimentos físicos, especialmente respiratorios que no solamente a quien firma esta nota, al final de cuentas alguna vez también personal técnico aeronáutico, sino estoy seguro que a muchos más, no se les hubiese ocurrido que alguien le extendiese un certificado de aptitud médica a un personaje similar.

Entonces, ¿cómo es que el orondo auxiliar de vuelo, de la aerolínea de Alberto Abed, se daba el lujo de andar cruzando el Atlántico del Norte en los Boeing 757 de esa operadora, en sus preocupantes condiciones físicas y cognitivas? Muy sencillo: aprovechándose, tal y como lo hizo TAESA, de las lamentables condiciones de actuación prevalecientes, en esos años, de una autoridad aeronáutica nacional que, hay que decirlo, no solamente puso en peligro a los pasajeros de la que debemos considerar como la innovadora del concepto “Low Cost” en los cielos de México en cada vuelo que permitía que mi amigo J.J. fuese tripulación, sino a toda la aviación civil en cada operación, sin la debida supervisión, atendiendo la normatividad aeronáutica nacional e internacional, en cuyos parámetros de seguridad no debían caber ni el “Maistro” ni la compañía que lo contrató, que estoy seguro, le ayudó a pasar los correspondientes exámenes antes de uniformarse y subirse a un avión lleno de pasajeros para “velar por su seguridad”.

No piense usted, estimado lector o lectora, que el presente comentario se sustenta solamente en la experiencia de mi encuentro con el colorido personaje en el AICM. Mi camino en la aviación comercial mexicana, en la era TAESA, me da para redactar decenas de anécdotas similares en las que el factor común sería un serio deterioro, ya sea por corrupción, incompetencia o ambos, de la calidad de la gestión en la entonces Dirección General de Aeronáutica Civil, que no solamente contribuía a la existencia de “maistros” en las aeronaves mexicanas, sino de cosas peores, tal y como la historia de la propia aerolínea demostró de la peor manera: con sangre de ocupantes de una aeronave en Uruapan, Michoacán, época en la que, de plano, me retiré un poco de lo aeronáutico profesionalmente hablando, para concentrarme en los siempre disfrutables temas de su historia.

La pregunta es obligada: ¿cuántos “maistros” no andarán volando en naciones como México?

 

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