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12/05/2024

Hasta lo bueno termina: una mirada personal a la salida de planta del último 747

Juan A. José / Martes, 13 Diciembre 2022 - 19:42

El avión con número de línea 1574, que salió de la ahora icónica planta de ensamble de Boeing en el “Paine Field” de Everett, Washington, el pasado 6 diciembre y que será entregado al operador aéreo logístico estadounidense, Atlas Air, resulta ser nada menos que el último Jumbo Jet 747 producido. Tiene el número de serie 67150 y portará la matrícula N863GT. El primer 747 conocido por su muy apropiado nombre “City of Everett” o RA-001, expuesto en el Museum of Flight, en el Boeing Field de Seattle, salió de la misma nave de ensamble el 30 de septiembre de 1968. Portó la matrícula N7470.

Originalmente concebido en 1964 como un gran carguero y transporte táctico para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, contrato que Boeing perdió contra Lockheed, dando así lugar al nacimiento del Galaxy C-5, el 747 eventualmente transformado en un gran transporte de pasajeros, demuestra su esencia logística, al final de cuentas su última gran fortaleza, de dos maneras:

1) Física, por su característica joroba, misma que atendía la necesidad de colocar el puesto de pilotaje en un plano superior al fuselaje, permitiendo la carga y descarga frontal de objetos largos,

2) Comercial, dado su éxito como transporte civil dedicado de carga, misión que por cierto tienen los últimos Jumbos fabricados, luego de que las versiones de pasajeros y ejecutiva perdiesen finalmente la batalla en un mercado dominado ahora por los grandes birreactores, incluidos los producidos por la misma Boeing, comenzando por el 777, que en mi opinión le dio el tiro mortal al Jumbo.

De acuerdo al acertado comentario de un forista en uno de los espacios de discusión de temas aeronáuticos más importantes del orbe, el 747 existe especialmente debido a la valentía de Joe Sutter, ingeniero en jefe del proyecto, de enfrentarse a la alta dirección de Boeing para que hiciesen algo que entonces sonaba tan estúpido como, hay que reconocerlo, sonaba la idea de este gigante de cuatro motores y dos pisos, a no ser dentro de la visión de Juan Trippe y su asesor técnico, de apellido Lindbergh, en Pan Am. Pongámoslo de otra manera: sin Pan Am y Sutter no hubiésemos tenido al gigante. Ya he comentado en entregas anteriores cómo es que Lindbergh, contrario a lo que hizo con el “47”, recomendó a Trippe no pedir en firme aeronaves supersónicas (Concorde y SST) para en su lugar concentrarse en los beneficios de la primera aeronave de doble pasillo en la aviación, de la cual 1574 ejemplares finalmente emanaron alguna vez de esas enormes puertas en esos Roll-Outs que atraían tal número de curiosos que, recuerdo alguna vez, que la gente de Boeing me comentó se solían hacer muy entrada la noche para evitar problemas con los visitantes no invitados.

En los últimos años, el programa 747 se había convertido en un dolor de cabeza y en una fuente de tinta roja, no solamente para Boeing sino particularmente para sus proveedores, los cuales se afirma, están encantados con el fin de la producción de la llamada “Reina de los Cielos”. ¡Qué cosas!

Una mirada personal

Debo reconocer que mi vida aeronáutica de alguna manera está ligada al Jumbo, y es que desde que tuve noción de él, a finales de los años sesenta, el avión nunca ha dejado de fascinarme e inspirarme. La primera vez que lo vi fue en el hoy día Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el 16 de noviembre de 1970 cuando el Boeing 747-251B, matrícula N661US, número de línea 88, básicamente en los colores de su primera operadora, Northwest Orient, aterrizó en un vuelo de demostración como parte de un recorrido por América Latina. Mi punto de observación era el mirador público que se ubicaba arriba de llegadas internacionales, de la hoy día Terminal 1. Me enteré de su llegada casualmente por andar ojeando el periódico esa mañana; mi madre tuvo a bien aventarse la cortesía del llevarme al aeropuerto, algo que le agradeceré toda la vida.

El primero de mis 22 vuelos en un 747, se dice fácil en casi todas sus versiones genéricas de pasajeros (SP, 100, 200, 300, 400 y 8i) de un total de 8 operadoras, tuvo lugar en marzo de 1972, cuando crucé el Atlántico del Norte entre el Aeropuerto Kennedy, de Nueva York y el Barajas, de Madrid, España, a bordo del primer ejemplar que recibió la aerolínea española Iberia (747-156), bautizado Cervantes, matrícula EC-BRO. Además de los ya mencionados, otros aeropuertos en los que he aterrizado o despegado a bordo de un 47 incluyen Haneda y Narita, en Tokio; Itami, en Osaka; Dorval y Mirabel, en Montreal; Benito Juárez en la Ciudad de México; Jorge Chávez, en Lima; Daniel Inouye, de Honolulu; Ministro Pistarini, de Buenos Aires, Fráncfort del Meno, de Fráncfort; Kai Tak, de Hong Kong; Incheon de Seúl; Internacional, de Los Ángeles, Internacional, de San Francisco; Capital, de Beijing e Intercontinental/Bush, de Houston, integrando un capítulo de mi bitácora de vuelos como pasajero que me llena de orgullo y ahora hasta de nostalgia, esto último al osar vincular el fin de la producción de esta Reina el mismo año que tuvo lugar el fin de la Reina de Reinas, me refiero a la Reina Isabel II de Inglaterra, marcando, por lo menos para quien firma esta entrega, un antes y un después en su vida aeronáutica y geopolítica, actividades que no puedo dejar de vincular.

No sé si afortunada o desafortunadamente, no podré comentar para mis lectores el último vuelo de un 747, mismo que seguramente será un carguero, toda vez que comprendo que mi vida concluirá mucho antes de que ello ocurra, posiblemente en unos 50 años, a menos que tenga lugar un cataclismo “a la 737MAX” o las economías del modelo se deterioren tan dramáticamente en el muy corto plazo y el avión deje de ser completamente sostenible, síntomas de lo cual son algunas decisiones como la del gobierno de Israel de prohibir la operación de tetramotores en sus aeropuertos a partir del 31 de marzo del 2023.

A lo que definitivamente todavía aspiro es a volver a volar en uno algún día, tanto como deseo me siga privilegiando con la capacidad de verlo todavía operar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y lo más importante, ¡maravillarme con ello!

Por lo pronto, va un brindis a la salud del Boeing 747, mi adorado “Jumbo Jet”.

¡Larga vida a la Reina de los Cielos!

“Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores y pueden o no reflejar el criterio de A21”

 

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